¿Cuándo comenzó el problema del dopaje en las grandes ligas?
Esa fue una de las preguntas que se hizo el equipo de investigación de ESPN The Magazine cuando, en 2005, un equipo de 10 personas se embarcó en una pieza de periodismo que se tituló «¿Quién lo sabía?» y que abarcó 16 páginas, tocando cada una de las piezas del sistema que permitió el abuso de los esteroides a las grandes ligas durante varios lustros: peloteros, ejecutivos, periodistas, doctores, trainers, técnicos, hombres de negocios, vendedores de drogas, veteranos ex consumidores, investigadores federales, fisicoculturistas y amigos de los jugadores.
El reporte especial ubicó a finales de la década de los años 80 y comienzos de los 90 el surgimiento de esa nueva clase de peloteros, capaces de arriesgar su salud, su reputación y poner en riesgo la imagen del deporte que practican, a cambio de dar más batazos, lanzar mejor y, en consecuencia, alargar sus carreras y ganar más dinero.
Antes y después de esa investigación, surgieron otras piezas y autores que desvelaron detalles sobre el problema. En nuestra biblioteca resaltan Jeff Pearlman, Lance Williams y Mark Fainaru-Wada, pero hoy hemos llegado al extremo de que es imposible considerar a José Canseco como un autor intrascendente en el asunto; por más que pueda acusarse al ex slugger cubano de sólo querer hacer dinero con sus libros, una gran mayoría de sus acusaciones se ha ido comprobando, progresivamente.
¿Es posible decir que la aventura literaria de Selena Roberts sobre Alex Rodríguez es únicamente una suma de chismes y señalamientos no probados, con la intención de vender más ejemplares? Quizás lo sea. Pero mientras A-Rod no siga la firme actitud del relevista J. C. Romero, será más difícil creer en su aseveraciones en contrario.
Romero demandó a los fabricantes y a la tienda que le vendió un suplemento vitamínico que inadvertidamente incluía esteroides. El pitcher cumple una suspensión de 50 juegos debido a ello. En cambio, Canseco no ha sido llevado a los tribunales por aquellos a quienes señaló como sospechosos de doparse, Rodríguez y Manny Ramírez incluidos.
El asunto apesta, llegado a este extremo. ¿Cómo es posible que sea tan difícil ponerle fin? El béisbol ha hecho muy poco para acabar con el problema. Un primer castigo de 50 juegos, hoy, es superior a la sanción de 10 encuentros que regía para 2005 y también pesa más que la amonestación por escrito que debía dársele a los infractores por sus primeros dos positivos, antes de eso.
Se trata, sin embargo, de un castigo que no asusta a los infractores. El Comité Olímpico Internacional, las federaciones internacionales y los comités olímpicos nacionales castigan con dos años de suspensión la primera infracción y expulsan de por vida a quien resulte reincidente. Es necesaria una actitud de cero tolerancia, porque se trata de una lucha donde los honestos están siempre a la zaga.
Víctor Conte, el creador de BALCO, definió la lucha antidopaje como «el juego del gato y el ratón, donde el ratón siempre tiene las de ganar, porque el gato está ciego». Esta ironía tiene una explicación: mientras los laboratorios que trabajan en el antidoping no conocen la existencia de una nueva sustancia dopante, los infractores podrán seguir consumiendo sin ser descubiertos, como al parecer hicieron Barry Bonds, la atleta Marion Jones y muchos otros clientes de Conte.
Los castigos actuales son más flojos aún, si es cierto, como asegura un columnista, que ejecutivos de MLB consideran que cerca de 70 por ciento de los bigleaguers consumen algún tipo de sustancia prohibida.
El presidente Ronald Reagan firmó, en 1988, el acta que consideró ilegal la venta y consumo de esteroides sin prescripción médica. El comisionado Fay Vincent incluyó los esteroides en la lista de sustancias prohibidas en el béisbol, en 1991, en un memorando enviado a la Unión de Peloteros y todos los equipos.
He aquí que dos décadas después de aquello, las dos estrellas mejor pagadas de la pelota son capturadas como infractores. Lo que nos lleva a otras preguntas.
¿Le habrían dado los Dodgers el actual contrato que disfruta Ramírez, de saber que hacía trampa? Peor aún, ¿le habrían dado una opción por 20 millones de dólares para 2010, una opción que depende del pelotero y que el jardinero puede ejercer, incluso si sus números decrecen o si queda incapacitado para jugar?
¿Y le habrían dado los Yankees la multimillonaria extensión que le dieron a Rodríguez en el receso de 2007, de saber que había usado esteroides y que se convertiría en sospechoso de seguir utilizándolos? ¿Le habrían garantizado los bonos millonarios que deberán pagarle conforme alcance y supere a Willie Mays, Babe Ruth, Hank Aaron y Bonds?
Es probable que los jonrones 661, 715, 756 y 763 de A-Rod ya no causen el entusiasmo del público que la familia Steinbrenner esperaba. Como ocurrió con Bonds, es posible que incluso el grueso de la afición se resista a aceptar la hazaña. Habrá menos ganancias para los Yankees.
Estos astros en desgracia son tramposos y también son víctimas de un sistema. Pero son, sobre todo, corresponsables de poner en riesgo la reputación del deporte que amamos y la vida de quienes desean emular a sus ídolos.
No olvidemos que Canseco, Mark McGwire, Rafael Palmeiro, Sammy Sosa y Miguel Tejada fueron llamados a testificar ante el Congreso de Estados Unidos, en 2005, debido a la muerte de dos muchachos de 17 años de edad que usaron esteroides para mejorar su rendimiento en el sistema deportivo amateur de ese país.
ESPN The Magazine reveló cuándo comenzó esta locura. Es tiempo de ponerle fecha de terminación, con medidas drásticas y cero tolerancia.
Publicado en ESPNdeportes.com, el domingo 10 de mayo de 2009.
