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¿Qué nos deja la confesión de Mark McGwire?

La admisión de Mark McGwire respecto al uso de sustancias prohibidas por la ley estadounidense para mejorar el rendimiento nos recuerda que el beisbol de grandes ligas aún está en deuda con el asunto de los esteroides

¿Qué dejó la confesión de Mark McGwire, admitiendo que durante años consumió esteroides para mejorar su rendimiento deportivo?

No fue una declaración de valentía del ex jonronero. McGwire tiene una cita con los medios de comunicación en el spring training, porque aceptó ser el coach de bateo de los Cardenales, y el único requisito que le impusieron fue que enfrentara primero las acusaciones de dopaje que aparecieron primero en el infame libro de José Canseco y que se reforzaron con su negativa a hablar del asunto ante el Congreso de los Estados Unidos, apegándose a la quinta enmienda constitucional de ese país, que permite a una persona callar para no declarar en contra de sí misma.

Cada vez son menos los sorprendidos cuando una de las estrellas de la “era de los esteroides” admite que usó químicos ilegales, a menos que se trate de la sorpresa cínica de gente como Tony LaRussa, el manager de San Luis, quien la semana pasada aseguró una vez más que jamás había sospechado de quien fuera su inicialista, dando por sentado que, para él, los músculos del jonronero eran producto de una inigualable ética de trabajo y horas de sufrimiento en el cuarto de pesas.

LaRussa es el vivo retrato de porqué existió una época signada por el dopaje en el beisbol profesional.

Muchos peloteros son culpables de haber puesto en riesgo su salud y la de miles de deportistas aficionados que deseaban emularles, pero en modo alguno fueron los únicos responsables.

Managers y coaches como el piloto de los pájaros rojos cerraron los ojos o estimularon veladamente a los transgresores, por ser directos beneficiarios; igual o mayor fue el papel de los agentes de los jugadores, cuyos ingresos se multiplicaron al incrementarse el salario de sus representados, gracias a un rendimiento favorecido por las drogas; propietarios de equipos, gerentes altos y medios, entrenadores personales, incluso empleados de baja jerarquía y periodistas complacientes, todos formaron parte de un sistema que se benefició económicamente de la introducción y el masivo consumo de esteroides y posteriormente de la hormona de crecimiento humano en las grandes ligas.

Hay que repetirlo una y otra vez, porque siempre hay alguien que no lo sabe: parte del cinismo implicó que no existieran penas en el beisbol contra los transgresores, a pesar de ser un delito federal, incluido en el acta que firmó el presidente Ronald Reagan en 1988, y a pesar de que el comisionado Fay Vincent refrendó la veda federal en 1991, a través de un comunicado enviado a todos los equipos.

McGwire no lo dijo todo, sólo lo que le convenía. Como antes Alex Rodríguez o Jason Giambi. Dijo lo suficiente para pedir perdón y poder salir de su mansión californiana, en donde se había encerrado sin dar más declaraciones, después de su desdichada presentación ante el Congreso.

Su confesión acentúa nuestra idea de que este deporte no limpiará su imagen hasta tanto no se haga una total exposición del tiempo que se vivió, asumiendo sus luces y sus sombras, revelando los nombres de todos los peloteros que dieron positivo, admitiendo la gravedad de lo ocurrido y mostrándose, esos mismos hombres, como vívido ejemplo para que nunca más ocurra algo así.

No olvidemos que se trata de un asunto de salud pública: estas sustancias estaban y están prohibidas por la ley porque pueden tener severas consecuencias en quien las use sistemáticamente.

No olvidemos mucho menos que esta periódica vergüenza que sufre la imagen del deporte que amamos se debe a todos aquellos que, con o sin uniforme, permitieron entonces y justifican aún hoy la presencia de los esteroides en la pelota.

Publicado en El Nacional, el lunes 18 de enero de 2010.

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Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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