El emergente

La Serie del Caribe 2010 tuvo muchas luces, organizativamente hablando, y también algunas sombras

PORLAMAR
La Serie del Caribe llega a su fin. Es la cuarta que cubrimos en Venezuela. Posiblemente sea también la serie de mejor factura entre aquellas que hemos visto desde adentro.

El adiós al clásico de 2010 deja a Margarita como el lugar ideal para recibir la visita de los campeones de la región cada cuatro años.

El estadio Nueva Esparta, aunque vetusto, muestra una cara linda y hasta moderna, una vez que se llega a las tribunas. Eso se debe a los trabajos de remodelación que se iniciaron con la conversión del Pastora en Bravos y la mudanza de la franquicia a la isla, trabajos que aumentaron, al recibir la sede de la competencia.

Barquisimeto y Maracaibo volverán a pedir la organización de la Serie del Caribe, con la esperanza de ser anfitriones en 2014, pero esta experiencia dejó algo muy claro: no hay tráfico en la ínsula, sobran los hoteles y los atractivos extra deportivos, incluyendo playas accesibles; el estadio demostró ser más que adecuado y la seguridad es relativamente mayor aquí que en tierra firme.

La organización dejó puntos altos. El sistema de acreditaciones, un desastre en la edición de Maracay-Valencia y un dolor de cabeza antes de ello, fue esta vez rápido, ordenado y eficiente; la disposición de amplios palcos de prensa permitió a los centenares de periodistas visitantes tener un lugar de trabajo fijo y cómodo; la atención en esas zonas, en especial la cortesía y diligencia del personal de protocolo, ganó elogios entre los reporteros extranjeros.

El estadio Nueva Esparta dispone, además, de una amplia caja para fotógrafos, que debería tener paralelo en otros escenarios del país.

La presencia masiva de vehículos y equipos para la transmisión televisiva colapsó, en cierto modo, los bajos del parque neoespartano, dejando muy poco espacio para el público. No habría sido así, si se tratara de una edificación construida hace menos tiempo, bajo los parámetros que rigen hoy por hoy la arquitectura vinculada al deporte.

Con todas sus limitaciones, esta Serie del Caribe resultó la mejor entre aquellas que hemos presenciado en el país, aunque Mexicali 2009 se mantenga como el punto más alto entre las citas a las que hemos acudido en estos 15 años.

No nos gustó que la Guardia Nacional tomara el estadio. Parecíamos estar en estado de sitio y en cualquier momento podría ocurrir una irregularidad, como sucedió el tercer día, cuando varios efectivos subieron al palco de prensa escrita para sacar a unos reporteros gráficos que tomaban fotos allí, porque en su opinión ese no era lugar para fotografiar, sino para escribir. Por fortuna, Fuenteovejuna evitó que los soldados retiraran a los compañeros.

También hubo denuncias sobre la guardia impidiendo entrar con pancartas o tratando de retirar a algún inconforme que portaba franelas contra el gobierno central.

La reventa de entradas nos recordó que se trata de un mal extendido a todo el país.

Y en 2014 esperamos que contraten más periodistas para apoyar en el departamento de prensa; una sola persona no puede cubrir los flancos que suelen abrirse en competencias así. Las ruedas de prensa después de cada juego fueron una queja constante, pues no asistieron todos los que debían asistir ni hubo siquiera moderadores; y el trato del personal de seguridad fue a menudo irrespetuoso e inoportuno, al punto de que se convirtió en la protesta habitual durante la competencia.

Fueron máculas en un panorama en general auspicioso. No tenemos voz ni voto en esto, pero si pudiéramos votar por una sede para la próxima Serie del Caribe en Venezuela, votaríamos por Margarita.

Publicado en El Nacional, el domingo 7 de febrero de 2010.