La crisis de los Medias Blancas
Hay motivos que justifican la ira de Oswaldo Guillén, más allá de las primeras impresiones
Oswaldo Guillén suele repetir que algún día será despedido. Que es cuestión de tiempo. Que lo sabe desde que firmó para ser manager de los Medias Blancas, en 2004.
Nunca, sin embargo, habíamos visto tan cerca ese momento como en esta última semana, en la que la explosión del ex infielder pareció cruzar una raya con su jefe directo, el gerente general Ken Williams.
Es probable que muchos condenen a priori a Guillén, por su bien ganada fama e incontinencia verbal.
Ken Rosenthal, columnista de FOXSports, aseguró el viernes, de hecho, que jamás pensó que el venezolano duraría tanto en el cargo, debido a su controversial personalidad. Pero en este caso, y salvo por la penúltima parrafada del estratega, es fácil comprender porqué está molesto con su superior.
Todo comenzó en enero, cuando el diario Sun-Times advirtió que la relación entre ambos se había enfriado.
Durante el FanFest del equipo, Williams declaró que no contrataba a Jim Thome a pedido de Guillén.
No es cualquier cosa; Thome era un favorito de la afición y del clubhouse, estaba dispuesto a no jugar a diario y la escuadra aún carecía de bateador designado.
Williams pudo decir que se trataba de una decisión del alto mando, sin detallar. A fin de cuentas, es él quien dice sí o no en última instancia. En lugar de eso, puso en el disparadero a su dirigente, quien tuvo que explicarse ante la prensa y llamar a Thome para decírselo personalmente.
Luego vino la pública molestia del gerente con el manager, cuando éste abrió su cuenta en Twitter, y la prohibición expresa que, en duros términos, hizo a través de los medios de comunicación, cuando supo que Guillén también deseaba abrir un sitio web.
Entonces pasó lo que pasó con Oney, el segundo de los hijos del ex torpedero, hasta entonces empleado del club en el departamento de análisis de videos: el joven hizo comentarios en Twitter sobre la conducción de la novena, Williams lo censuró, Guillén lo asumió como algo personal —lógico, se trata de su familia más cercana— y, después de sostener una reunión con sus padres, Oney renunció a su cargo.
Aquella tarde, en pleno spring training, el técnico no habló con los periodistas después del juego, por primera vez en seis años, el tiempo que tiene a cargo de la cueva.
Oney es clave para deducir qué pudo pasar esta última semana. El propio piloto había pedido a través de los periódicos que no favorecieran al menor de sus vástagos, Ozney, durante el draft colegial. Pidió que le tomaran de segundo, si creían que era tan bueno, o que le seleccionaran en la trigésima ronda, si no les parecía tanto.
¿Por qué se molestó así, por qué habló tan claro en contra de la gerencia, si había dicho aquellas palabras?
Posiblemente porque Ken Williams Jr. fue tomado en la sexta ronda del draft de 2008 (en un movimiento que Keith Law, de ESPN, calificó como “el peor de la jornada” entonces, y parece ser verdad, porque ha bateado para .237 en sus tres campañas en las menores). Aunque no es lo único, porque Oney acusó, en un tweet, el martes, que la oficina de los Medias Blancas pidió a sus pares que no seleccionaran al prospecto, para poder tomarlo ellos en la vuelta número 22.
Williams afirmó en enero que él y Guillén eran como hermanos. En verdad hay hermanos que pelean en oportunidades, pero con la última anécdota habrá quien recuerde a Caín y Abel.
¿Por qué el estratega no hizo como en marzo, no declarar durante un día y esperar a estar más tranquilo? Fue un error que parece haber admitido. Pero viendo lo ocurrido este año, es fácil entender porqué pasó lo que pasó.
Publicado en El Nacional, el domingo 13 de junio de 2010.
