El emergente

¿Por qué la firma de CarGo es un buen negocio?

El alto mando de Colorado anunció este martes el contrato por siete temporadas de Carlos González con los rocosos. El propio agente del pelotero admitió que la firma ocurrió debido a la insistencia del zuliano, pero es una situación en la que todos ganan

Puede que Scott Boras haya acudido a la rueda de prensa de su cliente Carlos González, en Colorado, con un poco de vergüenza profesional.

Boras es reconocido por sus tácticas –brillantes y efectivas– para conseguir siempre el mejor convenio para sus peloteros. Una de esas tácticas es la clave de su estrategia: jamás negocia los años de arbitraje ni la agencia libre de un jugador, hasta que éste queda en libertad y consigue el poder para exigir un mega contrato.

No pocos lectores se han mostrado sorprendidos con el acuerdo por 7 temporadas y 80 millones de dólares que los Rockies y el jardinero zuliano rubricaron este martes. ¿Por qué no haber esperado, dicen, hasta ser agente libre poder firmar por más?

Se trata de un riesgo calculado: si González esperaba los casi cinco años que le faltaban para probar el mercado y buscar al mejor postor, y en ese tiempo caía en picada su producción o se lesionaba, perdería los 80 millones que acaba de asegurar y perdería también lo que podría ganar luego. ¿Ven a todo lo que se arriesga un pelotero?

Decía el gran Ted Wiliams que una gran temporada la tiene cualquiera. Que dos pueden ser casualidad. Pero que tres buenos campeonatos seguidos sólo los tiene un pelotero estelar.

Son muchas las estrellas de inicio fulgurante, como Mark Fydrich o Joe Charboneau, que se apagaron después de una o dos grandes temporadas. Ninguno tuvo la oportunidad de amarrar un pacto semejante a éste.

Boras siempre juega duro, para ganar más. Lo hace, claro, con el dinero de otros. Es un trabajo denodado que le da pingües comisiones. Pero a veces pierde.

¿Recuerdan a Joe Crede? Fue el tercera base de Oswaldo Guillén en la Serie Mundial de 2005. Tenía un buen bate, con fuerza, y un guante privilegiado. Boras nunca aceptó los contratos multianuales que, por varios millones de dólares anuales, ofrecieron los Medias Blancas para asegurar al antesalista a largo plazo.

Pasaron los años. Y cuando Crede fue agente libre, ya estaba lesionado en la espalda. Aún trata de recuperar su carrera, sin los millones que le garantizaba Chicago y sin los millones que ansiaba Boras.

González prefirió no arriesgar. Después de todo, de esos 80 millones comerán sus bisnietos y podrá seguir jugando en Denver, donde sus números son notablemente mejores. No correrá el riesgo que otro célebre cliente de Boras, Adrián Beltré, decidió correr hace poco más de un lustro, cuando aceptó la mejor oferta de los Marineros y condenó su ofensiva a cifras mediocres, por jugar en un parque favorable al pitcheo, el Safeco Field de Seattle.

Es un buen negocio para todos. Y no es poco lo que entregan los Rockies.

«Este es el contrato más lucrativo que ha recibido un pelotero que va apenas a su segundo año completo en las grandes ligas», advirtió Dan O’Dowd, el gerente general de Colorado. «La gente cree que conseguimos una ganga. Estoy en desacuerdo con esa frase».

Jamás un venezolano con sólo una campaña entera de servicio había recibido una oferta cercana al monto por el que pactó el marabino. Y pase lo que pase en adelante, el equipo estará obligado a pagarle.

Porque los acuerdos de tan largo plazo a veces no terminan bien para los clubes. No olvidemos que los propios Rockies decidieron un día amarrar por una década al entonces joven Todd Helton, sin imaginar que algunos años después tendrían que seguir pagándole un salario que Helton, ya venido a menos, hace rato que no vale.