Lo vivido en ocho finales forjó el carácter de la cueva aragüeña. Ramón Castro y Víctor Moreno, que llegaron del Pastora antes de la primera final contra los Caribes, hace ocho años, hablan sobre la dinastía de los Tigres
Castro es uno de esos muchachos. Y uno emblemático, por lo demás. Llegó a los bengalíes antes de la campaña 2002-2003 junto a Víctor Moreno, en un momento en que el equipo se aprestaba a dar el giro que le convirtió en la única dinastía con cinco coronas en seis años, protagonista en ocho finales en las últimas nueve temporadas.
“Yo venía del Pastora, que era un equipo perdedor”, agregó el infielder. “Allá todos los días pensábamos que podíamos perder. Acá eso no pasa. A los Leones les habíamos ganado cuatro de los últimos cinco en el Universitario, por eso los muchachos sabían que podía irles bien”.
La seguridad al afrontar estos duelos es algo que se forja, aunque el germen nazca con cada quien.
“Yo ahora no siento presión de ningún tipo, todos los juegos son iguales para mí”, apuntó Moreno, con un mohín despreocupado. “Pero antes sí. La primera final, contra Caribes, fue muy emocionante, porque fue la primera para mí”.
Aquel equipo contaba con un joven Michael Ryan; Miguel Cabrera comenzaba a erigirse en el sucesor de David Concepción en la franquicia y Buddy Bailey ya estaba al mando.
Fue la primera vez que Moreno y Francisco Buttó hicieron llave en el bullpen. Buttó, a diferencia de su compañero, producto de la granja aragüeña, que recién empezaba a producir los nombres que instaurarían su reinado en la pasada década.
Es difícil conseguir otra dupla así en la historia del circuito: uno ya es líder en victorias dentro de la divisa, viniendo siempre del bullpen; el otro está a punto de rebasar a Richard Garcés como el pitcher con más salvados en la franquicia.
Pero hubo un tiempo en que los actuales veteranos de guerra fueron apenas muchachos.
“Recuerdo un ponche que le metí a Magglio (Ordóñez)”, sonrió Moreno, rememorando la alegría de lo vivido hace siete años, contra la tribu. “Y en verdad fueron dos ponches, porque (el umpire) Francisco Ramírez cantó foul tip un swing de Magglio que fue strike. La pelota pasó por aquí y el bate por acá”.
El diestro hizo un gesto con sus manos, denotando una separación de al menos 30 centímetros. Y con la tranquilidad que dan la experiencia y las victorias conseguidas, soltó una carcajada.
Ramón Castro y Víctor Moreno llegaron a los Tigres procedentes del Pastora, a cambio del pitcher Ricardo Palma y el jardinero Rafael Álvarez. Fueron tiempos movidos para los aragüeños, mientras salían de peloteros que se rebelaron en la final de 2002 y añadían caras nuevas. En esos meses también llegó Horacio Estrada, a cambio de Oscar Salazar, y de a poco se sumaron Luis Rodríguez, Ronny Cedeño, Luis Maza, Raúl Chávez y Héctor Giménez. La granja también produjo varios protagonistas de esta final, desde Francisco Buttó, pasando por Alex Romero y los más jóvenes Wilson Ramos, Yangervis Solarte y el grueso de serpentineros que hoy puebla el staff.
Publicado en El Nacional, el martes 25 de enero de 2011.