El emergente

Celebremos a los viejos héroes de nuestro beisbol

La muerte del Carrao Bracho y Héctor Benítez Redondo nos dejó con una doble tristeza: a su desaparición física, se unió la sensación de que nuestra memoria colectiva es injustamente corta. ¿Qué hacer para corregirlo?

Héctor Benítez Redondo

¿Qué puede hacer el beisbol venezolano para que el Carrao Bracho, Héctor Benítez Redondo y todos sus héroes y leyendas jamás sean olvidados?

Días atrás planteamos en este espacio la tristeza que compartíamos con antiguas figuras de nuestra pelota, inconformes por la poca atención y la precariedad económica que en ocasiones rodea a aquellas estrellas de antaño.

Retomamos el tema para sugerir propuestas. Ninguna es un acto brillante de imaginación. Tomamos la mayoría de nuestras visitas a los estadios de grandes ligas. Porque erramos cuando hablamos de la memoria corta de nuestra afición y apuntamos exclusivamente a la escasez de bibliografía.

Los equipos, por ejemplo, pueden hacer mucho para rescatar y cultivar la tradición, lo cual, sin duda, se revertirá en puras cosas buenas, tanto en imagen como en mercadotecnia.

Casi no hay parque en el norte que no cuente con su Pared de la Fama.

En algunos casos se trata de imágenes de ex jugadores y técnicos, con un resumen de sus trayectorias; en otros, hemos visto el recuento de los mejores bateadores y lanzadores de determinada franquicia, año a año; por último, algunos recopilan las marcas y estadísticas más importantes en la historia de alguna divisa.

¿Se imaginan nuestros siete estadios con sus paredes de la fama?

Es común, igualmente, que en cada columna en los escenarios de la gran carpa cuelgue una gigantografía con antiguos miembros de la novena, a veces intercalados con enormes fotografías de los momentos más especiales vividos por esa escuadra (series mundiales, juegos perfectos y cosas por el estilo).

¿Cómo se vería el Universitario si por la izquierda fuera fácil hallar, cada pocos metros, las imágenes de Baudilio Díaz, Diego Seguí, César Tovar, el Chico Carrasquel, con los miembros de La Guerrilla de La Guaira en el sector derecho?

En todo sitio pudiera hacerse algo así. Incluso, las fotos de los astros de hoy, exhibidos en sus tiempos mozos: Félix Hernández con el Lara, Magglio Ordóñez y Carlos Zambrano con Anzoátegui, y así cada uno de los ochos clubes.

Hasta Margarita posee un legado a mostrar, desde los tiempos de Cabimas, pasando por el Pastora de Occidente y de Los Llanos.

Aquellos astros, aquellos uniformes, serían adorno y homenaje, tanto como vitamina espiritual para el sentido de pertenencia de los aficionados.

No hay organización en las mayores que no cuente con su Salón de la Fama.

Algunos son verdaderos museos y todos resultan un punto de encuentro para la fanaticada. Nuestros parques son viejos, poco funcionales, no están en manos de los equipos el resto del año y carecen de espacio. Pero ¿qué tal instalar en algún lado aunque sea una pequeña exposición, que dure lo que dura la temporada, con uniformes de antaño, implementos, los trofeos imprescindibles, fotografías?

Un Salón de la Fama puede empezar así.

Del mismo modo, sería hermoso que las novenas con números retirados los exhibieran con orgullo y mayor despliegue. Y que ese tipo de homenajes fuera mucho más común que hasta ahora.

¿Cómo es posible que los Tigres, por ejemplo, sólo hayan retirado los números de David Concepción y el Chalao Méndez? ¿No han jugado otras glorias en Maracay?

E institucionalizar días para celebrar en vida a los viejos héroes, pero no como hasta ahora, poniéndoles a hacer el primer pitcheo y diciendo algunas frases por el sonido interno; bastaría con regalar a la entrada una fotografía de aquella leyenda, con la descripción de su vida deportiva en el otro costado. Hasta se convertirían en objetos coleccionables.

Mil cosas pueden hacerse para resaltar el acerbo del deporte que amamos. Empecemos ya.

Publicado en El Nacional, el lunes 20 de junio de 2011.