La nueva Ley del Deporte (II)
Esta es la segunda de tres entregas que haremos después de leer el proyecto de Ley del Deporte que discute la Asamblea Nacional
La ideologización del proyecto de Ley del Deporte, que abordamos en este espacio desde la perspectiva del supuesto enfrentamiento entre el deporte profesional y el deporte federado, hace que el papel de trabajo que discute la Asamblea Nacional esté preñado de paradojas y vacíos que necesitan ser corregidos.
Obviar que un nadador o un esgrimista también son profesionales, porque —a través del estado o de la empresa privada— disponen de todas las facilidades para poder entrenarse y representarse a sí mismos, a sus estados o sus países, es un error que atraviesa transversalmente el articulado.
No hay que enfocarse en el gimnasta venezolano que estudia, trabaja, se desplaza en Metro y forma parte de la selección nacional, sino en el sistema en el que le toca competir: los deportistas del sistema universitario de Estados Unidos, los atletas europeos o chinos de casi cualquier disciplina tienen sus necesidades cubiertas mediante becas o patrocinios, por lo que, al no tener necesidad de ganarse la vida, pueden dedicarse a ganar medallas a tiempo completo.
El proyecto prevé la creación de un fondo para el deporte, para el que deberán aportar todas las empresas grandes, sin excepción y de modo obligatorio, un fondo que el ministerio del área o el IND se encargarán de administrar, según sus propios criterios técnicos.
Se traslada a la empresa privada la responsabilidad de financiar algo que es obligación del estado.
Las empresas acuden al patrocinio deportivo por dos motivos básicos: para practicar la beneficencia, que hay casos así, y fundamentalmente para intercambiar apoyo económico por imagen. Es, pues, una forma —quizás una de las más nobles— de hacerse publicidad.
Está bien que la nueva ley obligue a invertir en el deporte, pero las empresas deberían tener la libertad de escoger a quienes patrocinan y que ese dinero pueda descontarse de lo que tienen que entregar al fondo. Porque el verdadero responsable de que los integrantes de nuestras selecciones nacionales estén bien asistidos es el estado.
No puede soslayarse que todo forma parte de un sistema dinámico, donde incluso el patrocinio de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional permite, como consecuencia de su desarrollo y espectáculo, que crezca la masificación y la práctica de este deporte, debido a un lógico deseo de emulación de los niños y adolescentes.
¿Cuál de ustedes no se imaginó alguna vez dando un batazo como Andrés Galarraga o Antonio Armas, fildeando como David Concepción u Omar Vizquel, lanzando como Wilson Álvarez o Johan Santana?
O pateando un balón como Gabi Miranda o arrojándose a los palos como Daniel Nikolac o voleando como Nicolás Pereira.
Si una empresa quiere dedicar su aporte económico a la LVBP, está en su derecho y es sano para el sistema que lo haga, siempre y cuando haya un estado que se encargue de financiar las ligas infantiles, los clubes, las asociaciones y las federaciones.
Esto último nos lleva a otro asunto inquietante: el proyecto de Ley habla del IND, del deporte comunal, asociado o federado, pero en ningún lugar habla del deporte descentralizado, uno de los logros de la Ley actual, por el que tanto luchamos a comienzos de los años 90.
Descentralizar no es abrir una oficina de IND regional, como sucedía antes, y enlazar eso con los consejos comunales. Los municipios y estados, y en consecuencia, las alcaldías y gobernaciones, son fundamentales para el verdadero desarrollo de un deporte de masas, que sirva de ancha base en la pirámide competitiva.
Dejar a estas por fuera es un error, que en nada ayudará al desarrollo de deporte en Venezuela.
Publicado en El Nacional, el lunes 27 de junio de 2011.
