Miguel Cabrera es el nuevo campeón bate del joven circuito, con .344 de average. El toletero cumplió lo prometido y no cambió su rutina antes del encuentro final de la temporada. Cosechó elogios y guardó para siempre los recuerdos de la jornada
DETROIT
“Chamo, estoy nervioso”, dijo Miguel Cabrera.
El periodista miró al slugger directamente a los ojos. No a menudo se escucha a un deportista de casi dos metros de estatura, más de 100 kilogramos de peso y la trayectoria del aragüeño decir algo semejante.
“¿Cómo?”, le respondió el reportero, incrédulo, mientras Cabrera se aprestaba a dejar su locker del Comerica Park.
“Estoy nervioso”, repitió el cuarto bate de los Tigres, con total seriedad. Y cuando el periodista iba a recordarle la Serie Mundial que ganó como novato, en 2003, y las cuatro coronas conquistadas en Venezuela, motivos de sobra para templar el carácter, el slugger soltó una carcajada traviesa y se marchó a practicar su bateo.
Cabrera vivió apaciblemente las horas que faltaban para su consagración como el nuevo campeón bate de la Liga Americana. Llegó a la jornada final con .343 de average, con cinco puntos por encima de Michael Young y Adrián González, e hizo historia en la pelota venezolana, al batear de 4-2 y terminar con .344 la campaña.
Únicamente Andrés Galarraga (en 1993), Magglio Ordóñez (en 2007) y Carlos González (en 2010) habían atrapado un título de bateo, contando a los más de 270 criollos que jugado en la gran carpa.
“Ser campeón bate es algo grande”, comentó Víctor Martínez, sentado en el camerino. “Muy pocos lo han logrado, a pesar de todos los tremendos bateadores que hemos tenido en el país”.
Cabrera insistió hasta lo último, a pesar de su cita con la historia, que no buscaría saber si Young o González conectaban anoche a tierra de nadie.
Young se fue de 4-1 y terminó con .338, la misma cifra con que cerró González al ligar de 2-1.
Su esposa Rosángel, los dos hijos de la pareja y su madre Gregoria estuvieron presentes, acompañando al toletero derecho. Su padre Miguel no pudo llegar.
“No conseguí vuelos de Venezuela”, explicó Cabrera. “Vendrá el domingo, para los playoffs”.
La lluvia impidió que la práctica se llevara a cabo en el diamante, como es habitual. El nativo de Maracay se enfundó una camiseta de algodón blanco sin mangas sobre el jacket azul y se entrenó en la jaula ubicada en el bajo vientre del moderno escenario.
Un swing, otro y otro más. El mismo ritmo, la misma rutina, bajo techo o a cielo abierto.
“No hice nada diferente hoy”, aseveró Cabrera. “Desde que me levanté hasta ahora, todo ha sido igual a todos los días”.
El padre de Magglio Ordóñez vio a Martínez en su silla, con el iPad en las piernas, y vaticinó también una corona de bateo para él.
“¿Yo? ¿Con este monstruo aquí?”, descartó V-Mart. “Con este monstruo no podré serlo ni que batee .350”.
El guayanés no ocultó su admiración por su colega.
“Si Miguel jugara en otro estadio”, advirtió, “daría 45 jonrones por año. Pero este parque es demasiado grande”.
El Comerica tiene 345 pies de distancia por la banda izquierda (el Yankee Stadium, por ejemplo, tiene 315) y el center se aleja a 420 pies (en Venezuela, el Universitario marca 387 por allí).
Manny Acta, manager de los Indios, respaldó la opinión de Martínez: “Lo vengo diciendo desde hace tiempo, Cabrera es el mejor bateador de la Liga Americana”.
Ordóñez recogió un detalle para agregar rareza a la hazaña.
“¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que dos venezolanos, en el mismo equipo, en sólo cuatro años, vuelvan a conseguir un título de bateo?”, preguntó. “Pasarán 100 años para que esto se repita”.
El campeón bate de 2007 se preparó para la ocasión. Se trajo una botella de champaña con la que obsequió a Cabrera.
“Era para echársela encima, porque no bebe”, explicó Ordóñez. “¿Será que le echamos Gatorade? ¿O Coca Cola?”, terció Martínez.
Antes de salir al terreno, Cabrera confesó: “Lo único que me preocupa es que no conozco a este pitcher (Zach McCallister, el abridor de los Indios). Nunca he bateado contra él”. Sus dos cohetes, de hecho, fueron contra el bullpen.
El manager Jim Leyland felicitó a su estrella apenas terminó el partido. Ante los reporteros venezolanos no reservó sus elogios.
“Es un excelente jugador y merece totalmente este campeonato de bateo”, exclamó Leyland, satisfecho.
Cabrera guardó todo: el casco, el madero, los ganchos y la pelota del último imparable.
Ya encontrará un sitio donde exhibirlos, testigos silentes de quién fue el mejor bate este año en la Liga Americana.
Andrés Galarraga es el venezolano que ha atrapado el liderato de bateo con mayor average, .370 en 1993. Un poco por debajo, con .360, aparece el logro de Magglio Ordóñez en 2007. Carlos González lo hizo con el menor promedio, .336 en 2010.
Magglio Ordóñez hizo crecer la colección de objetos preciados de Miguel Cabrera, al guardarle la pelota del último hit a su compañero, un doble.
“La del primero también la pedí, pero para mí”, sonrió.
Cabrera mantuvo la reserva hasta el final, porque ¿y si Adrián González tomaba otros siete turnos al bate?, pero su compatriota Asdrúbal Cabrera fue el primero en felicitarle, después del tubey.
“No tengo palabras”, sonrió el aragüeño. “Me llena de felicidad por mis hijos, ojalá un día disfruten lo que he hecho”.
Un título de bateo “está de primero” entre su hazañas. “Ganar uno no es fácil. Estas cosas nunca se olvidan en la vida”.
Publicado en El Nacional, el jueves 29 de septiembre de 2009
Que buen blog viejo, te felicito..