El emergente

El complicado caso de Armando Galarraga

¿Tienen razón los Tiburones, al justificar la sustitución de Armando Galarraga?

¿Tienen razón los Tigres, al considerar la medida como un atentado contra la buena lid?

Hay demasiadas cosas involucradas en una final como para que cualquiera de los contendores no se tome a pecho una situación semejante.

Triunfar o perder, además de honra, puede traer consecuencias económicas de enorme alcance, consolidar una franquicia y hasta garantizar que, al menos por un tiempo, no habrá problemas para cargar con los gastos que significa mantener un club en el beisbol profesional. Porque no todas las divisas dan ganancias año a año y los Bravos no son la única escuadra que recientemente ha cerrado con números rojos.

Hay argumentos válidos de lado y lado.

Si Galarraga no quería arriesgarse más, como dijeron los escualos, estaban en su derecho a sustituirle; si el examen médico arrojó la necesidad de reposo durante 10 días, la regla está del lado de los salados.

Pero los bengalíes también tienen un punto: si ya el lunes los litoralenses estaban sopesando la medida, ¿por qué no tomaron a Pedro Rodríguez al hacer la segunda sustitución, que concretaron al mediodía de esa fecha? ¿Y por qué Galarraga, un jugador del primer draft de sustituciones, puede ser reemplazado por alguien del segundo draft? ¿Por qué no se aplicó, preguntan, la experiencia acumulada en esto?

Todo tiene su origen, una vez más, en las lagunas de las condiciones de campeonato. Y aunque éstas son responsabilidad de los equipos, pues ellos las proponen, las redactan y las votan, la directiva liguera debe aprender de esto para exigir el derecho de contar con una suerte de “reglamento de la ley” antes del inicio de la próxima temporada, que permita contar con la respuesta a todas las situaciones que se han planteado y aquellas que pudieran ocurrir.

Mientras quede menos espacio para la interpretación, mejor.

Es lamentable que la afición esté hablando de esto y no de las brillantes exhibiciones de pitcheo; que se esté criticando a los equipos y no analizando las jugadas o la táctica de los managers.

Esto obliga a otro aprendizaje: hace un año se confió en la buena fe de los involucrados en el mecanismo del roster semanal, pero ocurrieron tantas irregularidades, que fue necesaria su radical modificación.

No se puede aceptar la buena fe, aún existiéndola; hay que ser rigurosos con todos los involucrados, para evitar que esto se convierta en un tema de opinión pública.

Y que los equipos recuerden que antes que nada son socios. Que deben ser honestos y además parecerlo.

Quizás así este escándalo no habría sucedido y sólo estaríamos hablando de beisbol.

Publicado en El Nacional, el jueves 26 de enero de 2012.