El grandeliga Javier Bracamonte
No sólo managers, coaches y peloteros criollos llegan a las mayores
Houston
Javier Bracamonte es venezolano y va ya para 12 años en las grandes ligas.
Llegó de la mano de Richard Hidalgo, su amigo, con qujien compartió profesión e ilusiones. Porque Bracamonte quiso ser pelotero.
Es uno de esos millares, posiblemente cientos de miles de jugadores que no consiguieron trascender en el tan competitivo mundo de la pelota de alta competencia.
A Bracamonte lo conocimos en el Juego de Estrellas de 2004. Entonces ya trabajaba como uno de los coaches asistentes de Phil Garner, como catcher de bullpen.
Entre sus tareas estuvo la de servir de escudero a Roger Clemens, cuando el Cohete pasó por los Astros y dedicó tres meses a entrenarse con vistas a la segunda mitad de la campaña.
En ese tiempo sólo trabajaba cuando el equipo estaba en casa. O con el propio Clemens, en cada jornada de acondicionamiento del texano, cuando los demás miembros del equipo viajaban y el derecho necesitaba con quien calentar.
El tiempo ha pasado y Bracamonte se ha consolidado en su nueva profesión. Viaja con el equipo, lanza en las prácticas de bateo, está todo el tiempo haciendo algo.
Tiene una memoria prodigiosa. El viernes, mientras José Altuve y Marwin González se preguntaban qué otra llave venezolana de dobleplays era tan joven como la formada por ellos dos, citó uno tras otro los nombres de media docena de infielders criollos, los más jóvenes en pasar por la gran carpa.
Hace casi tres décadas era una rareza hallar en las mayores a venezolanos en roles distintos al de pelotero. Carlos Ledezma, «Gasolina», fue el precursor, como encargado del clubhouse de los Marlins, al nacer esa divisa.
Hoy abundan. Varios son técnicos en Venezuela. Otros, como Ángel Tovar y Omer Muñoz, no.
Bracamonte llegó a Estados Unidos ya sin posibilidades de ser pelotero profesional. Cuurioso, ¿no? Porque ya lleva unas 12 temporadas en la gran carpa.