El Emergente. Contra la polarización: sabermetría y tradición

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Un nuevo intento por conciliar el nuevo análisis con la escuela tradicional en la pelota, el último antes de hacer una pausa en la columna por las inevitables vacaciones

Billy Beane
se hizo famoso como ejecutivo de los Atléticos mucho antes de la aparición, en
2003, del libro Moneyball, de Michael
Lewis.
Oakland
tenía ya dos títulos divisionales en tres años e iba camino al tercero. En ese
lapso de cuatro temporadas, los californianos nunca faltaron a los playoffs,
pero tampoco pasaron de la serie divisional.
Así como la
novena era altamente competitiva en el largo aliento, así parecía quedar sin
oxígeno en el cuerpo a cuerpo de las series cortas. El bestseller hizo el resto.
Ninguna
otra divisa se regía por los postulados de la sabermetría, esa forma de
analizar el juego que nació a comienzos de los años 70 y que a finales de los
90 comenzó su penetración en las oficinas de grandes ligas.
Lewis, para
vender más ejemplares, llevó al extremo la dicotomía entre sabermétricos y
tradicionalistas, polarizándola. El libro deja como tontos a los scouts y a los
periodistas de viejo cuño, mientras exalta a Beane.
Moneyball entró a la lista de mejores libros del The New York Times y a la de los más
vendidos en Estados Unidos.
Lewis dejó
una huella casi imborrable: esa odiosa separación en trincheras, que aún hoy
existe.


Beane
todavía busca su primera corona. Él y otros sabermétricos aducen, con razón,
que esa forma de analizar el juego sirve en calendarios largos, donde se
imponen los promedios: en la temporada regular, por ejemplo. En los playoffs es
otra cosa.
El ex
prospecto de los Mets había llevado más allá lo aprendido con Sandy Alderson,
el actual gerente general de los Mets, arquitecto de los exitosos Atléticos de
Tony LaRussa y simpatizante de la nueva escuela. Pero hoy abundan los
ejecutivos así, como Theo Epstein, a quien Boston debe las coronas de 2004 y
2007.
Cachorros,
Marineros, Rays, Mets, Astros, Medias Rojas y otros aplican profundamente la
sabermetría, y no hay organización en la gran carpa que no tenga un
departamento dedicado al tema, ni siquiera los Filis, a pesar de la opinión
personal del gerente Rubén Amaro Jr. sobre la utilización de las estadísticas
para planear a largo plazo.
Esta es la
mejor señal de que aquellas trincheras ya no existen, no en los 30 clubes que
integran las mayores, y que la única tarea pendiente es derribar el muro de
separación que persiste entre nosotros, seguidores del beisbol.
Así como el
venezolano común utiliza la jerga peloteril para expresarse cotidianamente
(“Estoy en tres y dos”, “La sacaste de jonrón”, y muchas frases más), así los
periodistas y aficionados nos beneficiamos de la sabermetría, a veces sin
reparar en ello.
Este ya no
tan nuevo análisis ha sido injustamente resumido como un conjunto de fórmulas,
a veces empíricas y casi siempre incomprensibles. No es así.
Más allá del
aporte en debates lógicos sobre el valor del promedio de embasado, tocar o no
tocar la bola, o cuándo realmente puede ser beneficioso intentar un robo y
cuando la agresividad es un atentado en contra de tu propia producción, más
allá de todo eso, está el mayor legado de aquella legión de aficionados que fue
construyendo las bases de datos de Retrosheet,
Baseball-Reference y Fangraphs, primero como una reacción
ante el monopolio del Elias Sports Bureau
y finalmente para expandir el conocimiento sobre nuestro deporte favorito.
Aquellos
sitios web tan utilizados por todos son ideas de sabermétricos, proyectos
sabermétricos y empeño sabermétrico.
Muchos de quienes
a comienzos de la década de los 70 fundaron la sociedad que da nombre a esta
corriente aportaron a la base de datos primigenia el producto de sus búsquedas
en periódicos y revistas regionales, en donde se sumergieron buscando los
movimientos de carreras y cada box score que el Elias se negaba a hacer públicos.
Hoy es
factible, gracias a la sabermetría, saber cuántas curvas ha lanzado Félix
Hernández en 2013 o cuántos swings fuera de la zona ha hecho Marco Scutaro.
Beane fue
el primero en usar hasta la exageración estas herramientas. Posiblemente ya
aprendió que cuando la guerra se limita a un solo juego, el análisis
tradicional vale tanto o más que su análisis predilecto.
Por eso es
un error hablar de sabermetría vs tradición. Lo correcto es aplicar tradición y
sabermetría.
Una no
tiene que excluir a la otra. En la vida siempre ganará más quien se atreva a
sumar, en vez de dividir.
Publicado en El Nacional, el domingo 4 de agosto de 2013.  

(Este columnista
estará de vacaciones hasta el 14 de septiembre. Hasta esa fecha, mantendrá el
contacto con sus lectores a través de su cuenta en Twitter y su página web.)
Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor. Escribo sobre beisbol desde 1985. Dirijo ElEmergente.com. Soy comentarista en el circuito radial del Cardenales de Lara y en Televen, tanto en las transmisiones de la LVBP como en la MLB. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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