El Emergente

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Quieto en primera. Aníbal Sánchez, el arte de cambiar el ritmo

Por Alfredo Villasmil
Cuando un lanzador es espectacular luce, gusta, la gente
paga por verlo lanzar. Puede ser llamativo –como es el caso de Justin
Verlander– por su recta poderosa o por la manera de hacer el windup, por la
curva de aro de barril como la de C.C. Sabathia. 
En las mayores hay un buen
grupo de estos escopeteros: son magnéticos para la prensa, gustan, venden. Pero
hay otros que prefieren esconderse detrás de la efectividad de sus envíos que
sobresalir por algún atributo especial. Ese es el caso de Aníbal Sánchez.
El derecho de los Tigres de Detroit es, quizá, el derecho
que mejor maneja su repertorio en la Liga Americana. Tiene una recta por encima
de las 92 millas y la lanza de manera constante a esa velocidad durante los
juegos, pero también puede quebrar cinturas en cualquier momento con un cambio
de ritmo. 
Por eso los Tigres saben que de no poder retener a Max Scherzer
cuando este se convierta en agente libre tienen en el maracayero un lanzador de
altos quilates.


En 2013, Sánchez vivió una de sus mejores temporadas. Lideró
al joven circuito en efectividad con 2,57 y sólo le conectaron 0,4 jonrones por
cada 9.0 entradas, otro de sus topes de 2013. Adicionalmente ponchó a 202
enemigos en 182.0 entradas y su Whip fue de 1,15. Por su fuera poco su récord
fue de 14-8. Abrió 29 partidos y no 32 por problemas de salud, pero todo esto
es una muestra de cómo rinde el diestro.
“Yo no le paro a eso. Lo que quiero es mantenerme sano y
lanzar toda la temporada”, le dijo el criollo en días pasados al periodista
Shawn Windsor del Detroit Free Press. Tan buena es la combinación de pitcheos
del mencionado escopetero que todo el mundo queda extasiado con sus
actuaciones. “Es un placer verlo lanzar”, le comentó el mánager Brad Ausmus al
citado colega.
Tales afirmaciones no son producto del romanticismo o de la
subjetividad sino, como dijimos al comienzo de esta columna, a la manera de
mezclar los lanzamientos. Sánchez puede soltar una recta por el medio en el
primer pitcheo contra el bateador como un cambio de velocidad c en 3-2, con las
bases llenas y dos outs en un 7° inning contra un buen toletero. ¿Le parece
lógica una curva en cuenta de 3-0? Pues Sánchez lo hace… y muy bien.
“Nunca había visto tales lanzamientos en esas situaciones”,
dice el coach de pitcheo Jeff Jones. Sánchez no tiene un gran tamaño, mide
1,80, tampoco una gran humanidad, pero esa manera de soltar la bola lo ha
convertido en uno de los puntales del pitcheo en la liga más dura de la pelota,
donde existe el bateador designado. “Cuando cambié de liga tuve que hacer
ajustes. Tuve problemas en mi control y debía adaptarme a la nueva situación”,
confesó.
Por eso muchos dicen que ser lanzador no es soltar piedras y
piedras. El profesor Elio Chacón contaba siempre que con la práctica constante,
cuando la pelota es soltada a 100 millas el bate sale a 101. Pero si a cada
rato, de manera constante, un escopetero cambia el ritmo, se provocan esas
contorsiones de cintura capaces de luxar las más sólidas de las articulaciones
y allí es donde Sánchez es un experto.

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