Tomo la pluma nuevamente, rompo la regla y hablo en primera
persona. Me mueve el piso aún aquel discurso. Fueron palabras vivas que
resuenan todavía en los campos de pelota. Son tan fuertes e inmortales que ni
siquiera pudieron desvanecerse cuando implotaron el viejo Yankee Stadium. Aquellas
frases de Lou Gehrig nos ponen a pensar a todos.
la tierra”, dijo aquel 4 de julio de 1939 uno de los mejores peloteros que haya
conocido el beisbol. Con tan solo 36 años a cuestas, con algunos años más por
delante, dinero, fama y cariño, llegó a su cuerpo una enfermedad que oxidaba
para siempre las bisagras del “Caballo de Hierro”. La esclerosis lateral
amiotrófica (ALS) minaba su cuerpo y se lo llevaba dos años después.
agradecidos por alguna nimiedad que nos ocurre. Gehrig se estaba muriendo, él
lo sabía, la llama se le extinguía a una velocidad vertiginosa y él se llamaba
a si mismo afortunado.
con los mejores peloteros del mundo todos los días? Claro, tengo suerte”, dijo
con voz quebrada, mientras se dirigía a la multitud en Yankee Stadium. “¿Quién no consideraría un honor haber
conocido a Jacob Ruppert?, ¿así como también al constructor del imperio más
grande del beisbol, Ed Barrow? Pasé seis años con ese pequeño compañero
maravilloso, Miller Huggins, luego de haber pasado los próximos nueve años con
el líder destacado, ese estudiante inteligente de la psicología, el mejor mánager
del béisbol hoy en día, Joe McCarthy. Claro, tengo suerte”.
discurso que sirve para meditar frente al Santísimo por semanas, porque es una
oda al agradecimiento. Gehrig se forjó su vida en lo más grande de la pelota, pero
también fuera del terreno. El mal que le aquejaba era, para él, una coyuntura,
porque el tesoro de tener a los suyos juntos lo hacía feliz.
tenías que doblegar el brazo derecho en el terreno, te manda un regalo, eso
significa mucho”, contaba. “Cuando los que arreglan el terreno y los que cuidan
el campo en las noches, te regalan un trofeo en agradecimiento, ese implica
algo. Cuando tu suegra te defiende ante algunas riñas irracionales de su propia
hija para darte la razón, eso quiere decir mucho”, alegaba.
dejado de dar gracias por el sol, la luna, los hijos, la familia,
por todas las sonrisas que nos dan en la calle o las gracias del pordiosero a
quien le diste un día un poco de pan. “Eso es algo”, como diría Lou. Por eso
hoy le quiero rendir homenaje a este grande del beisbol.
toda tu vida para que tuvieras una educación y edificaras tu cuerpo, eso es una
bendición”, espetaba casi al final de su discurso. “Cuando tienes una esposa
que es una fortaleza y ha mostrado el mayor valor que haya podido tener alguien,
eso es demasiado. Sí, puedo haber tenido una mala noticia, pero me quedas
muchas cosas buenas por las cuales vivir”, finalizó.
lo serás.
Alfredo Villasmil Franceschi