El Emergente

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Del caso cubano a Caribes de Anzoátegui

El
Emergente
Por Ignacio
Serrano

El campeón
cubano fracasó en su regreso a la Serie del Caribe, el año pasado, en
Margarita, porque no se reforzó lo suficiente y confió demasiado en sus piezas originales.

Ese
argumento se repitió mucho hace 12 meses, tras ver a Villa Clara quedar fuera
del torneo, con apenas un triunfo en cuatro salidas.
La escuadra
que hoy representa a Cuba en el clásico de febrero tomó un camino diferente. En
lugar de sumar algunos refuerzos simbólicos entre lo mejor de la Serie
Nacional, como hizo su antecesor en 2014, Pinar del Río optó por armar una
verdadera selección.
A San Juan
viajaron 13 integrantes del equipo original de los Vegueros, una minoría, y una
mayoría de 15 jugadores de otras divisas.

Queda trayecto
por recorrer, pero la primera mitad del calendario arroja severas dudas sobre
el estado actual de la pelota en la Gran Antilla. Y al mismo tiempo, plantea todo
un contraste con la representación venezolana.
¿Qué
vínculo puede hacerse entre los Naranjas que fracasaron en el Stadium Margarita
y estos Caribes, que tampoco se reforzaron? ¿No era de temer que la actuación
venezolana pudiera acabar en debacle, por los mismos motivos?
Las ligas
cubana y venezolana tienen características diferentes y viven realidades
distintas. Pero el contraste quizás añada luces y respuestas a esas preguntas.
Ambos
representativos carecen de las figuras principales de sus países. Los
grandeligas antillanos no son elegibles ni siquiera para defender su selección
nacional, al menos por ahora. Los bigleaguers criollos de mayor nombradía ya no
ven acción en la LVBP.
La tribu ni
siquiera es un Todos Estrellas de la zafra 2014-2015. No están el receptor
Carlos Pérez ni los antesalistas Carlos Rivero o Alex González; faltan
jardineros como Odúbel Herrera, Ramón Flores, Paulo Orlando, Adonis García,
Ender Inciarte; no viajaron el camarero Alí Castillo, el utility Goyito
Martínez, el shortstop Freddy Galvis. Ni siquiera está José Álvarez, el propio
as de los orientales, que prefirió descansar.
Son muchas
las ausencias que impiden aquí hablar de un Dream
Team
de la LVBP. Pero la tropa de Omar López no era un elenco desmantelado,
que llegó a la final perdiendo piezas vitales en el camino, como ha pasado a
tantos en estos nuevos tiempos del beisbol invernal.
Este
conjunto de López es prácticamente el mismo que brilló en octubre. De hecho, apartando
a Álvarez y sus importados, es más potente hoy, porque añadió en noviembre y
diciembre a Alexi Amarista, Ehire Adrianza y Oswaldo Arcia, sus principales
enseñas, figuras en la final y presentes todos en Puerto Rico.
Estos Caribes
son una divisa bien armada desde hace muchas semanas, que juega buena pelota y
hace las cosas pequeñas. No será un equipo soñado, pero sí es uno bien aceitado
y competitivo.
Pinar del
Río, en cambio, quizás esté demostrando que la crisis del pasatiempo nacional cubano
es real. Una crisis que pasa por un necesario cambio de mentalidad. Hace un
año, viajaron sin setups ni cerradores, porque no se estilan en la Serie
Nacional. Esta vez, lo hicieron con apenas nueve lanzadores, contando abridores
y relevistas, para un calendario que sólo tiene un día de descanso.
No es falta de talento. Si lo fuera, no estaríamos viendo esa oleada de nuevos grandeligas nacidos en la tierra de Martí. pero muchas
cosas necesitan cambiarse en Cuba. El tiempo dirá.
Publicado en El Nacional, el 5 de febrero de 2015.

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