El sueño roto de A-Rod

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El Emergente
Por Ignacio Serrano
Detrás de los millones de dólares y las mujeres hermosas, más
allá de la fama y las portadas de las revistas, Alex Rodríguez soñaba con hacer
historia en el beisbol.
Era un predestinado. Jugaba en la pelota colegial y ya era
una estrella.
Mike Piazza, Ryan Braun, Pat Burrell, Alex Fernández, todos
pasaron por la Universidad de Miami. Pero el estadio donde juegan los
Huracanes, el equipo de esa casa de estudios, lleva el nombre de A-Rod.
Su firma con los Marineros, en 1993, inició una expectativa
que nunca se apagó. Era imperdible. En Seattle le esperaba Ken Griffey Jr.,
para formar una de las más carismáticas duplas que conociera la MLB.
Predestinado. Una máquina para tomar roletazos en el short.
Muchos en Venezuela criticaron que le hubiera quitado el décimo Guante de Oro a
Omar Vizquel. Pero él era así de bueno. Elegante y eficiente. Con alcance, brazo.
Nada en Rodríguez era mejor que su bateo. Tenía los números
del mejor primera base, pero en las paradas cortas.


Al igual que sucede hoy con Miguel Cabrera, cada cumpleaños suyo
permitía vaticinar la misma ruta de Willie Mays, de Babe Ruth, de Hank Aaron.
Antes que Cabrera y Albert Pujols, fue Rodríguez. El más
completo. El mejor de su generación. Adelantado candidato a Cooperstown. Predestinado.
¿Cuándo este semi héroe de origen dominicano se convirtió en
el anti héroe de los últimos años? ¿En qué momento fue perdiéndose en esta
lenta, triste deriva?
Su amistad con Derek Jeter, otro predestinado de los tiempos
floridanos, se rompió cuando firmó aquel mega contrato con los Rangers, en
2001, y declaró que él era el mejor de los dos. Fue la primera señal. O acaso
lo fuera su determinación de ir al mercado de agentes libres, a pesar de todo
lo que le querían en Seattle y le ofrecían allí.
¿Cómo culparle? Los Marineros no iban a darle lo que el
agente Scott Boras estaba por conseguir: 252 millones de dólares por 10
temporadas, el contrato más rico de la historia, 102 millones más caro que la
oferta del segundo mejor postor, los Bravos.
Quizás fueron muchas cosas. O tal vez haya sido el efecto de
la vanidad y la decisión de mentir cuando llegó la mala hora.
Cuenta el periodista Jeff Pearlman, en su biografía de Barry
Bonds, que éste tomó la decisión de doparse en 1998, al no soportar que Mark
McGwire y Sammy Sosa se llevaran las palmas. Él trabajaba duro, pero Estados
Unidos estaba a los pies, decía, de dos contumaces usuarios de esteroides. Se
lo dijo a Griffey Jr. y cruzó su Rubicón.
Quizás A-Rod consumiera desde sus tiempos en Seattle, es lo
más probable. Sin duda lo hizo en Texas, lo confesó al ser sorprendido, y
definitivamente consumió en Nueva York. ¿Por cuántos años? Ya no importa.
Importa la negativa, pese a lo obvio. Importa la reincidencia.
Importa su sociedad con un oscuro fabricante de sustancias prohibidas. Importa que
reclutara a jugadores para la clínica Biogénesis, que tratara de comprar testigos
y pruebas, que quisiera demandar a los Yanquis y a la MLB.
Mays quedó atrás. Ruth quedará atrás. Quizás caigan Aaron y
Bonds.
Por primera vez en su carrera no habla de sí mismo con la
inmodestia del pasado, la que le apartó de Jeter. Escoge sus palabras y mide
las frases. Llama “familia” a la escuadra cuya gerencia ya no quiere darle lo
que le corresponde por contrato. No telefonea a sus abogados. No planta cara
desafiante. Admite algunos errores. Trata de poner a los Yanquis primero que a
sus números, cuando ofrece una declaración.
Posiblemente aún se dope. La hormona de crecimiento humano
es mucho más efectiva y difícil de detectar que los esteroides, y no es posible
dar 30 jonrones en las mayores a los 40 años de edad, sin ayuda.
Cooperstown estaba tan cerca y ha terminado tan lejos.
Probablemente ya no sueñe y sólo quiera sentirse en paz. Aunque ya sea demasiado tarde.
Publicado en El Nacional, el domingo 10 de mayo de 2015. Con algunos párrafos más en esta versión web.
Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor. Escribo sobre beisbol desde 1985. Dirijo ElEmergente.com. Soy comentarista en el circuito radial del Cardenales de Lara y en Televen, tanto en las transmisiones de la LVBP como en la MLB. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

2 COMENTARIOS

  1. No tenía necesidad de eso, ni monetaria ni por talento, era un predestinado, pero la ambicion, la vanidad, el ego, pudo mas, lastima, pudo haber llegado al hall de la fama, pero quedara en la lista de los bonds, mcgwire, sosa, palmeiro, …, etc, olvidados..

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