No todo agente libre es dueño de su destino. Los hay quienes
dependen de terceros, de la decisión de un gerente dispuesto a correr el riesgo
de apostar por una estrella en decadencia, por un nombre importante que viene
de una mala racha, por un jugador en horas bajas.
indiscutible. Tenía 34 años de edad, venía de una sólida cosecha de 44 juegos
salvados con 3.24 de efectividad y nada hacía pensar que su puesto estaba en
discusión.
tenía malacostumbrados, luego de 15 consistentes campañas, pero abundan los
casos de aves peregrinas, firmes cerrojos que poco tiempo después se
convirtieron en piezas prescindibles. Ocurrió con Kelvim Escobar y Jorge Julio
Tapia, con Edward Mujica y más recientemente Jeanmar Gómez. Prácticamente todos
los taponeros de Venezuela en las Grandes Ligas han pasado por algo similar,
más temprano que tarde.
el pitcher más joven en llegar a 150 salvados, y a 200, y a 250, y a 300, y a
350, y a 400.
son realmente especiales. Las estadísticas demuestran que es más común ser
jardinero, infielder titular o abridor en una rotación, que monticulista del
noveno episodio.
guerrero capaz de ayudar a un competidor. Puede que todavía sea eso, pero su
estatus como agente libre dice otra cosa. Hace rato que su recta no sobrepasa
las 91 millas por hora. Eso no importaba cuando todavía era capaz de rescatar
40 encuentros y su fama le mantenía entre los bomberos más notables de los
últimos 25 años. Ahora es diferente.
caraqueño. Es posible que termine consiguiendo equipo, pero hasta ahora no hay
interesados, mucho menos escuadras que le busquen como cerrador.
globales en 2017 son discretos. No tiene rescates ni buena efectividad. Sus
números periféricos tampoco hablan a su favor. Además de disminuir la
velocidad, permitió más hits, entregó más boletos y ponchó a menos oponentes
por cada nueve innings. Peor todavía, recibió más jonrones que nunca, una señal
de alarma que quizás ahuyente a muchos compradores.
necesariamente. Ha habido casos de relevistas que reconstruyen su carrera
después de sequías o lesiones. Él viene de un solo torneo malo, uno, como ya antes
le ha ocurrido. Si supo conjurar aquellos malos augurios, ¿por qué temer hoy?
el Kid. Nunca más será un pitcher de 93-94 millas por hora. Es difícil ocultar
el natural desgaste que representa aparecer en casi 1.000 juegos desde 2002,
sin contar postemporadas, ligas menores y Venezuela. Sus herramientas no son
las mismas y, lo que es peor, tampoco lo es su reputación.
conseguir un tirador para el séptimo o el octavo tramo, alguien con experiencia
que pueda completar un bullpen. Ese es el filón que podría aprovechar, para
tratar de recuperar su estatus. Pero todavía no hay noticias. Esperemos.
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