Historias del diamante
Hoy continuaremos hablando de la vida profesional del
pelotero que quizás haya sido el más grande entre los nacidos en América Latina
que jugaron en las Grandes Ligas, Roberto Clemente.
Piratas con los Dodgers, en Pittsburgh, donde se vieron los primeros destellos
del fenomenal jugador, los bucaneros fueron a jugar al Polo Grounds de Nueva
York, la casa de los Gigantes.
el tercer puesto del orden al bate. La respuesta fue buena. En el segundo
turno, frente al zurdo Don Liddle, disparó una línea entre el right y el center
que Willie Mays no pudo alcanzar, aunque se lanzó de cabeza en un gran
esfuerzo.
velocidad posible, de manera que cuando la bola comenzó a rodar, iba ya
llegando a primera y en cruce a segunda. Mays se reincorporó y corrió hasta la
barda, adonde llegó antes que el jardinero derecho, que había ido a ayudarlo. El
tiro regresó raudo al segunda base, que hacía el relevo, pero ya Clemente había
pasado por tercera y se desprendía hacia home. El slide comenzó a unos cuantos
metros de la goma, violento y por fuera, huyéndole al receptor, quien ya tenía la
pelota y estaba en búsqueda desesperada e infructuosa del cuerpo que llegaba.
de tierra, se levantó en trote al dugout. Lo aplaudían sus compañeros de
equipo. Los fanáticos de las tribunas, imbuídos en silencio de frustración. Uno
que otro se preguntaba: “¿Quién es ése? ¿Qué acabamos de ver? ¿De dónde salió
ese galgo?”.
Era el primer jonrón de los 240 que lograría en su gloriosa carrera de
bigleaguer.
podía anotar, ya que aún Mays estaba de espalda en busca de la bola. Respeto
muchísimo su buen brazo, pero para mí ya era hora de demostrar lo que puedo
hacer con mis piernas”.
carrera. Además, por primera vez enseñó en las Mayores su arma más preciada y
mortífera: la fuerza y la precisión de su brazo, al reventar a un corredor que
salió en pisa y corre de tercera a home.
derrota de Pittsburgh en seis juegos.
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outfielders como estaba, utilizó a Clemente algunas veces en el centro y como
primer bate, hasta que lo sembró definitivamente en el right y como tercero del
orden. El piloto lo quería en el center, pero su equipo de coaches le insistió
que lo dejara en el right, para aprovechar su poderoso brazo.
mientras me uniformaba, Haney me preguntó si me sentía bien en el centro o si
prefería otra posición. Le dije que simplemente quería jugar todos los días y
que daría todo de mí. Que yo por jugar todos los días, jugaría hasta de coach. Pero,
si me dejaba escoger, me quedaba en el rightfield. Así que desde el 29 de abril
de 1955, Clemente se vio alineado como patrullero derecho y permaneció en esa
posición hasta el final de la campaña.
segunda base, pero después, hasta el final de su vida profesional, fue el rightfielder
de todos los días en la alineación del club de los Piratas.
otra serie en el Polo Grounds, un periodista de Pittsburgh, le dijo: “Has
tenido una serie muy buena, tanto al bate como en el outfield. Me recuerdas a
Willie Mays en su año de novato en 1951, ya que, como él, puedes batear con
poder y para promedio, especialmente con corredores en base. Además, corres muy
rápido, eres fino outfielder y tu brazo es inmensamente superior a la mayoría.
Sí, sí, es que juegas como Mays”.
respondió: “¡No señor! Perdone, eso no es cierto. Primero, él es centerfieldes
y yo, right. Segundo, sólo juego como Roberto Clemente y él juega como Willie
Mays”.
Por cierto, Roberto sentía especial respeto y gratitud por Mays.
Una vez, dijo: “Willie Mays me ayudó mucho cuando jugamos juntos en Puerto Rico.
No sólo me enseñó cómo perfeccionar la jugada defensiva al estilo cesta, sino
que me aconsejó no permitirle a los pitchers que se sintieran superiores a mí.
Que si me tenía que tirar al suelo por algún lanzamiento pegado, me levantara
en seguida, que ni me limpiara el uniforme y tratara más que nunca de conectar
bien. Me decía: ‘Demuéstrales siempre que eres Roberto Clemente’”.
horas, para no abanicar lanzamientos malos. Tenía una gran vista. Se exigía
mucho a sí mismo. Manny Sanguillén, su compañero en Pittsburgh, decía: “Era muy
dificil que abanicara un pitcheo fuera del home. Eso parecía imposible. Todos
le hacíamos swing a bolas malas, hasta los mejores bateadores”. Y cuando lo
ponchaban, tendía (al comienzo de su carrera) a encolerizarse, y entonces
lanzaba el casco con fuerza contra la tierra. Por eso, los dañaba, los
destruía.
le dijo: “Roberto… primeramente, entre tus ocupaciones aquí no figura esto de
romper los útiles del club. En segundo lugar, los cascos no son tuyos, sino de
la organización. Por eso, te voy a cobrar 25 dólares por los 3 cascos que has
roto y de ahora en adelante, pagarás 10 dólares por cada uno que dañes”.
por los cuáles le descontaron del sueldo 220 dólares.
Clemente apareció durante su primera temporada en 124 de los
154 juegos del calendario de juego de entonces, y consumió 474 turnos al bate
con promedio de .255, más 5 jonrones, 11 triples, 23 dobles, 47 empujadas y 48
anotadas. Fue el primero de sus 18 años en Grandes Ligas, durante los cuáles
estuvo en 11 Juegos de Estrellas, quedó como líder de los bateadores en 4
oportunidades y en 13 campañas terminó con .300 o más de promedio al bate. Su
promedio final fue .317.
La próxima semana seguimos con esta fascinante historia de Roberto Clemente. Es historia, amigos.