Dodgers y Rays: un millonario, un brillante administrador y una misma filosofía en común

La Serie Mundial, que desde este martes enfrenta a los Dodgers y los Rays, pone frente a frente a dos equipos de mercados radicalmente diferentes, uno multimillonario y otro que vive de administrar con inteligencia la pobreza, esa que se deriva de no recibir ingresos ingentes por publicidad, venta de boletos o derechos de transmisión.

Pero no todo es diferente entre estos dos formidables rivales, ya que ambos sustentan su éxito sobre una misma fórmula: aplicar con convicción las premisas de la sabermetría, el ya no tan nuevo análisis del beisbol.

Los Ángeles ocupa la segunda plaza este año en el escalafón salarial de las Grandes Ligas, con un total combinado de 108 millones de dólares. Únicamente los Yanquis, con 109,5 millones, superan a los californianos en lo entregado a sus jugadores esta campaña.

La urbe occidental es una de las más importantes de Estados Unidos, junto a Nueva York y Chicago. El Dodger Stadium suele agotar casi toda su boletería, cuando las entradas se ponen a la venta.

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Tampa Bay pagó únicamente 28,3 millones de dólares a sus peloteros en 2020, para aparecer en el lugar 28 del ranking salarial. Apenas los Piratas, con 25 millones, y los Orioles, con 23,5 millones, tuvieron un presupuesto más modesto.

Los floridanos tienen su base en St. Petersburg y son, quizás, el mercado más pequeño de la MLB, con un estadio vetusto y poco atractivo, el Tropicana Field, que, fuera de estos tiempos de pandemia, suele estar siempre semi despoblado.

Solo el contrato por 12 campeonatos que firmó Mookie Betts semanas atrás es por 365 millones de dólares, y David Price, el zurdo que decidió no ser parte de los Dodgers en este torneo, debido al temor de contraer covid-19, ganará 32 millones de dólares en 2021 cuando vuelva a ponerse el uniforme.

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Los Rays han compensado eso con una filosofía que se construye a partir de unir pitcheo y defensa, con un manejo heterodoxo del bullpen, la creación del opener, el empleo de un multitudinario comité de cerradores, el rediseño de la ofensiva a partir de la disciplina y los swings largos de abajo hacia arriba, el destierro de la «pelota pequeña» y el ajuste defensivo, el shift, como verdadera religión.

Ese recuento, sin embargo, se parece mucho al que aplica el manager Dave Roberts, la contraparte menos radical del brillante Kevin Cash. 

La verdadera diferencia está en que, por ahora, los angelinos poseen la chequera para comprar aquello que la sabermetría les sugiere, como antes, en este siglo, los Medias Rojas, los Cachorros y en cierto modo los Astros, por ejemplo, mientras que los orientales compensan sus faltas por defecto, a partir del draft y con firma inteligentes, al estilo de los Atléticos.