El receptor venezolano batea para .500 en los últimos compromisos de los Tigres, contando hasta justo antes de comenzar la jornada de este viernes
Por Alfredo Villasmil Franceschi
Santo Domingo. Sandy León estaba bateando menos de .100 puntos cuando comenzó la semana. Sumido en un slump ofensivo, sin haber podido jugar lo suficiente. Cosas del beisbol. Pero comenzó durante este lapso a jugar a diario, por fin, y regresaron las chispas a su bate.
El grandeliga de los Indios de Cleveland conectó jonrones en días consecutivos y ya se le ve con más soltura en el plato. Es otro, repentinamente.
“Hemos pasado un proceso difícil como equipo”, dijo en una rueda de prensa virtual. “Estuvimos parados por casi 10 días (debido a un brote de covid-19). Luego volvimos a jugar. Físicamente, el cuerpo te exige mucho más».
«Esto es un proceso que uno debe saber llevar como pelotero», agregó. «Pero, gracias a Dios, hemos podido acoplarnos”.
El zuliano pasó de .075 de promedio a .190 en tres días. Parece poco. Pero antes de comenzar la doble jornada de este viernes contra las Águilas Cibaeñas, sumaba dos jonrones en la temporada y un promedio de .500 (10-5), con los estacazos mencionados y cuatro remolques en los últimos tres cotejos.
Cree que aún tienen mucho chance de meterse en la postemporada.
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«Pienso que tenemos un equipo muy competitivo”, soltó. “Nos quedan 16 juegos y estoy seguro de que podemos conseguir la meta que queremos (clasificar)”.
León ha jugado con frecuencia en el invierno, pero este año, por cuestiones de una coyuntura con la LVBP, le tocó venir a la República Dominicana.
“He escuchado mucho sobre la pelota dominicana”, explicó. “Para mí, esto es una bendición. Aquí hay equipos muy buenos, pero el Licey es histórico y me siento honrado de vestir este uniforme”.
Cuando le interrogaron sobre cómo él tenía que demostrar sus cualidades aquí en Quisqueya fue explícito: “No tengo que demostrarle nada a nadie”, espetó. “Sólo me concentró en hacer mi juego, batear, llamar a los pitcher y sé que las cosas saldrán solas”.
Por Alfredo Villasmil Franceschi