Luis Arráez anda por estos días cumpliendo un rol como corresponsal de Major League Baseball en la Serie Mundial. Un papel distendido, que le permite estar muy cerca de los jugadores, generar contenido en redes sociales y conversar con analistas.
En la antesala de MLB Network al Juego 3 del Clásico de Otoño en el Yankee Stadium, la Regadera de Venezuela fue consultado sobre su objetivo para el próximo año. Y la respuesta, entre risas, no dejó indiferente a nadie.
«Quiero dar 300 hits», respondió Luis Arráez, para generar las carcajadas de los presentes en la mesa, entre ellos la suya y la del miembro del Salón de la Fama, Pedro Martínez. «Este año pude conectar 200 hits por segunda temporada consecutiva, pero estaba un poco asustado, porque lo hice en el último juego».
Tras su actuación en la zafra, el yaracuyano se unió a José Altuve como los únicos venezolanos con al menos dos centenas de imparables en un par de contiendas seguidas o más en las Grandes Ligas. Y el próximo año, su meta prioritaria será extender ese cadena, y también la de títulos de bateo, que ya va por tres.
LUIS ARRÁEZ Y EL DOLOR
El infielder jugó desde el 25 de junio con el ligamento del pulgar de la mano izquierda desgarrado. Pero a pesar de la molestia, se mantuvo en acción durante el resto de la campaña, sin pasar por la lista de incapacitados.
«Fue difícil, porque (la lesión) pasó un poco antes del Juego de Estrellas, y yo quería disputarlo, para que mis padres me vieran», recordó Luis Arráez en la Gran Manzana. «Pero cuando íbamos en el vuelo hacia Texas (ciudad donde se disputó el encuentro) le dije a mi mamá que no iba a jugar porque necesitaba descansar un poco, y quería terminar bien mi temporada con San Diego. Ella me apoyó».
Fue así como el habilidoso bateador zurdo sobrellevó el dolor hasta el final del certamen. E, incluso, pudo formar parte de los playoffs con los frailes.
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«El beisbol es difícil, y no siempre se tiene la posibilidad de jugar en la postemporada y luchar por ir a la Serie Mundial. Así que quería aprovechar la oportunidad, no podía dejar de jugar», afirmó Luis Arráez. «Sentía el dolor en el dedo, pero me decía a mí mismo que era algo mental».
Foto: @Padres