Wilmer Flores se detuvo por un segundo antes de salir del dugout. No para mirar al cielo, ni para buscar a nadie en las gradas. Simplemente respiró hondo. Sabía que el momento le pertenecía.
En cuenta de 1-2, con el juego empatado y la tensión de Opening Day derramándose por las tribunas de Cincinnati, cazó un slider colgado y lo desapareció por el jardín izquierdo. Tres carreras. Partido roto. Silencio en Ohio. Y fiesta en San Francisco.
Wilmer Flores se fue de 4-1 este jueves, con carrera anotada y tres impulsadas, para sellar una remontada que empezó con un pasaporte a Jung Hoo Lee y una línea de Patrick Bailey para empatar las acciones. Fue el regreso de un bate que muchos creían dormido tras su cirugía de rodilla en 2024, pero que el nuevo presidente de operaciones, Buster Posey, apostó por mantener en la nómina.
UN BUEN REGALO PARA BUSTER POSEY
«Yo le dije a Willy Adames que yo nunca había dado un jonrón en Opening Day», confesó Flores tras el juego. «Hoy tocó. Lo importante es que nunca dejamos de empujar. Eso se vio en cada turno».
Posey, justamente, celebraba su cumpleaños en el palco ejecutivo, su primero como jefe de la gerencia. El regalo llegó en forma de tabla, y con sabor a redención. «Hay muchas cosas que me gustan de Flo», dijo Bob Melvin, manager de los Gigantes.
«Es un veterano que no se achica. En primavera ya lo veíamos con más fuerza, ahora volvió a ser el mismo de antes», destacó el manager.
En 2024, Wilmer cerró con una operación y dudas. Pero en 2023 fue el alma ofensiva del equipo, con OPS cercano a .900 durante largos tramos.
Este jueves, comenzó el año séptimo en el orden, pero terminó en lo más alto del relato. «Cuando está sano, es uno de los mejores turnos tardíos que tenemos», insistió Melvin. «El tamaño del momento no lo asusta. Tiene el gen clutch».
El batazo decisivo llegó dos innings después de haber luchado en un turno de 11 pitcheos. Lo poncharon, sí, pero la batalla ya anunciaba que Wilmer estaba de vuelta. «El año pasado no podía empujar con la pierna. Ahora sí. Y se nota», explicó el dirigente. Flores cazó un slider de Ian Gibaut y lo mandó al olvido.
Heliot Ramos había iniciado la rebelión con un jonrón en el cuarto inning tras 11 lanzamientos, en lo que fue otro punto alto del duelo. Pero el golpe final lo dio el venezolano. En Cincinnati lo abuchearon. En el dugout de los Gigantes casi lo desarman a abrazos.
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La sonrisa de Wilmer Flores es parte del uniforme. El poder también. Pero lo que más valoran en San Francisco es su templanza. En un equipo que busca identidad, el número 41 sigue siendo brújula. Y este jueves lo recordó con fuerza.
FOTO: @MLB