Por primera vez en 60 años, no habrá un Oscar Prieto en el alto mando del Caracas
BARQUISIMETO
Al otro lado del auricular,
una voz habló con acritud: “Gracias por estropearme la rueda de prensa”.
Era
Oscar Prieto Párraga.
En los años 90, la directiva de los Leones prefería reservarse
los nombres de sus peloteros importados hasta la celebración de un acto con los
medios de comunicación.
La tarea de los medios era, y sigue siendo, llenar el
vacío informativo que pudiera existir. Como tantas veces nos pasó, y también
ocurrió con colegas de otros diarios, en esa oportunidad conseguimos la
información y la publicamos la víspera de la rueda de prensa.
Oscar nunca ha
compartido la idea de que nuestro deber colida con los planes de una organización como el
Caracas. Pero a pesar de su molestia y a pesar de los desencuentros que
tendríamos años después, nunca reclamó, jamás dejó de atender el teléfono y en
ninguna ocasión decidió cobrar la deuda por los actos malogrados a causa de nuestro
interés por revelar antes de tiempo aquello que él deseaba guardarse para
después.
asesor de los Leones. Por primera vez en más de 60 años, no habrá un Oscar Prieto en el alto mando de los capitalinos.
El comunicado del equipo no nos sorprendió, pues sabíamos
de su deseo de dar un paso al costado. “No quiero ser un abuelo de Skype”, nos
dijo. Desde que se asociaron su padre, el Negro Prieto, y Pablo Morales para
comprar el Caracas BBC en 1952, siendo él un niño, estuvo vinculado a la novena
y la ayudó decisivamente a conquistar varias coronas, una vez que asumió como
gerente general.
La fanaticada ha sido mayoritariamente injusta con él. Todavía
le reclaman el cambio de Dilson Torres, sin importar los muchos Jesús Alfaro que adquirió
antes y después.
Por su participación de muchos años en el programa Los Eternos Rivales, en el que se
permitía la interacción con los oyentes, se forjó una imagen malhumorada,
impaciente, de respondón. Ese era uno de los programas más escuchados en Unión
Radio, especialmente genial cuando coincidió con John Carrillo en el tiempo en
que Oscar era el vicepresidente del Caracas y John el gerente general del
Magallanes.
Eso también lo heredó de su padre, hombre de medios que gracias a
su éxito con Morales en las ondas hertzianas pudo concretar la compra de la
franquicia.
de esos logros. Sí, fue artífice de aquella década de los 80, cuando los
melenudos se repartieron la liga con los Tiburones y las Águilas. Descubrió y
firmó una cohorte de futuros grandeligas. Mantuvo el orgullo de la divisa,
incluso en los momentos malos. Pero el recuerdo que mejor guardamos de él es la
ocasión en que lloró frente al auditorio, al completar la venta del equipo de
sus amores.
Eso y, claro, sus muestras de amistad. “Soy amigo de mis amigos y
enemigo de mis enemigos”, suele advertir.
Cuando el hijo menor de este redactor
pasó 47 días en terapia intensiva, siendo apenas un recién nacido, Oscar
llamaba cada dos o tres días para saber cómo seguía todo, para dar ánimo y
ofrecer su apoyo, de ser necesario. Todavía hoy nos pregunta con frecuencia
cómo sigue el pequeño Ignacio.
El hombre de beisbol promete seguir vinculado a
la pelota y hay que creerle. En el pasado, hasta ha recibido ofertas para
dirigir equipos en el extranjero. Pero el amigo, aquel que, según amistades comunes,
se ha puesto más gruñón que hace 20 años, al tipo que nos reclamaba haberle
echado a perder sus ruedas de prensa y, sin embargo, seguía atendiendo el
teléfono y dando noticias, a ese lo vamos a echar de menos en el día a día del Universitario.
Suerte, Oscar. Goza cuanto puedas a esa familia que lograste levantar.
Publicado en El Nacional, el martes 29 de enero de 2013.
