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David Ortiz: la leyenda de los Medias Rojas que cambió la historia en Boston

David Ortiz al momento de recibir la noticia de su entronización en Cooperstown / Foto Boston Red Sox en Twitter

Por Ignacio Serrano

La historia de los Medias Rojas cambió el 22 de enero de 2003, aunque ese día no hubo beisbol en las Grandes Ligas. La MLB estaba en su receso invernal. Pero los Mellizos de Minnesota habían dejado en libertad a un joven David Ortiz. Y la gerencia de Boston aseguró sus servicios con un contrato de una temporada, que terminaría uniendo su nombre, de manera indeleble, al del equipo que transformaría para toda la vida.

Los patirrojos eran un club simpático, con millones de seguidores y centenares de decepciones. Pero nada más.

No conquistaban una Serie Mundial desde 1918. Casi un siglo había pasado desde el cambio que envió a Babe Ruth a los Yanquis de Nueva York y dio inicio a la malhadada «Maldición del Bambino».

Grandes peloteros pasaron por el Fenway Park: Ted Williams, Jimmy Foxx, Carl Yastrzemski, Carlton Fisk, Jim Rice, Wade Boggs… pero con ninguno celebró esta divisa un título de campeón.

Ortiz, que acaba de ser anunciado este martes como nuevo integrante del Salón de la Fama de Cooperstown, no fue la estrella única que llevó a los Medias Rojas a su primera corona en más de ocho décadas.

Boston no habría celebrado en 2004 sin el concurso de los ases Pedro Martínez y Curt Schilling, del slugger Manny Ramírez, del manager Terry Francona o del gerente general Theo Epstein.

Es verdad, las victorias en el beisbol son un hecho colectivo. Pero sin Big Papi no habría ocurrido aquello que hoy recuerdan como un mito en Boston, precisamente porque se labró a partir de una noche mítica que hoy forma parte de los anales del Big Show.

Ortiz y los suyos perdieron la Serie de Campeonato de 2003 en siete juegos ante los Yanquis. Y un año después, tras caer en los primeros tres choques, parecían sentenciados a un año más de sequía, por culpa del Bambino y del odiado archi rival.

Fue el 17 de octubre de 2004 cuando comenzó la verdadera fama de este dominicano de perenne sonrisa. Aquella noche decidió con jonrón la victoria que volteó el destino de la serie y de su divisa.

Con esa tabla dejó en el terreno a los neoyorquinos en extrainning. Y de nuevo lo hizo al día siguiente. Y con otro cuadrangular enrumbó la victoria decisiva en el séptimo juego, poniendose en ruta a la Serie Mundial.

Por primera vez en la historia una novena levantaba una diferencia de tres juegos a cero en un duelo al máximo de siete. Aquel gesto definió al grupo dirigido por Francona. Le dio el premio como Jugador Más Valioso en la Serie de Campeonato a Ortiz. Y consolidó su seudónimo Big Papi a partir de la expresión popular que de inmediato acuñó ante los Bombarderos del Bronx: «Who’s your daddy?». A partir de entonces, el Papi fue él.

Los 21 meses que transcurrieron desde su firma con Boston y su primer anilló de Serie Mundial cimentaron la fiesta que hoy se vive en República Dominicana, en el Caribe y en Yawkey way.

Los Medias Rojas nunca volvieron a ser un equipo simpático que perdía siempre. En un lapso de nueve años, atraparon tres veces la máxima diadema. Y Ortiz siempre fue protagonista. Incluyendo ese Clásico de Otoño contra los Cardenales de San Luis en 2013, cuando bateó la salvajada de .688/.760/1.188, para de nuevo ser el Más Valioso.

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Para 2016 ya no quedaba ningún veterano de la primera conquista, salvo él.

En esa justa, con 40 años de nacido, sacudió 38 vuelacercas, lideró la Liga Americana con 48 dobletes, 127 empujadas y 1.021 de OPS. Acudió por décima vez al Juego de Estrellas y recibió el Bate de Plata por séptima ocasión.

Parecía más productivo que nunca. Pero colgó los spikes. Prepararse le exigía mucho más a su edad. Jugar con dolor se hacía más difícil con la llegada de las canas.

Se fue, a pesar de que estaba en lo más alto. Y porque se labró un nombre como uno de los más grandes bateadores de los Medias Rojas, disfruta desde ahora el honor de tener una placa en el Salón de la Fama, como leyenda de la MLB.

Publicado en El Tiempo Latino, de Washington, y El Planeta, de Boston, el miércoles 26 de enero de 2022. Aquí el original.

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