Gustavo Gil: defensor insigne de la segunda base

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La esencia de alcanfor y naftalina se desvanece al sacar la barajita de una envoltura de papel celofán. En el reverso, la reseña empezaba: «Nació un día de banderas desplegadas en Caracas, el 19 de abril de 1939». La imagen de un camarero ejecutando el pívot (el salto para evitar el deslizamiento del corredor en segunda base y completar el dobleplay) ahora casi objeto de museo. De inmediato llegaban fragmentos del oportunismo de Gustavo Gil: dos lineazos decisivos y otras jugadas fantasmales en el cierre del noveno inning, para salvar victorias magallaneras.

Para cuando salió la barajita, ya Gil había sido campeón con el Valencia Industriales (1960-1961, 1962-1963), donde conformó una de las mejores combinaciones de dobleplays en la historia de la LVBP con el campocorto Teodoro Obregón; y luego con los Navegantes del Magallanes (1969-1970) en la LVBP, además de la Serie del Caribe de 1970 también con Navegantes.

Entre los segunda bases venezolanos de todos los tiempos hay tres peloteros que sobresalen del resto, porque combinaban muy bien su juego defensivo y ofensivo. Jesús Marcano Trillo (Manny), Gustavo Gil (Gus) y Remigio Hermoso (Ángel).

Tal vez Trillo sea el más completo de los tres, tal vez Hermoso sea el más rápido, pero el guante, la defensiva de Gustavo Gil era sobresaliente.

Es muy difícil encontrar alguien que pueda ejecutar el pívot en el dobleplay con un estilo tan magistral, en solo fracciones de segundo. Gil también cubría mucho terreno, era capaz de tomar esos roletazos que no podía alcanzar el primera base. Los tomaba justo en el límite entre el abanico y el jardín derecho corto. También corría hasta detrás de la almohadilla de segunda para capturar roletazos con el guante de revés, en la malla, y luego giraba en el aire para pintar un strike en el mascotín del primera base.

POR ENCIMA DE PETE ROSE

Cuando Gil estaba en el sistema de granjas de los Rojos de Cincinnati, siempre fue considerado entre los mejores camareros defensivos de la organización, por encima de tipos como Pete Rose y Tommy Helms.

Gil tuvo la oportunidad de iniciar una seguidilla de cuatro temporadas bajo la tutela del manager Dave Bristol, un gran cultor de la defensiva, el bateo y corrido, las jugadas pequeñas como el toque de pelota y el robo de base. Tal vez buena parte de esa actitud reflexiva e inteligente para afrontar el juego la adquirió Gil de esos años, cuando Bristol fue su manager.

En 1962 actuó con los Peaches de Macon, de la South Atlantic League, Clase A. Se desempeñó principalmente como tercera base. Bateó para .276 en 134 juegos.

La de 1963 resultó una de las mejores temporadas de Gil en las Ligas Menores. Regresó con los Peaches de Macon y el manager Bristol, solo que esta vez la South Atlantic League era Doble A. Macon ganó la temporada regular con marca de 81-59. En esa ocasión, Gil bateó para .277 en 134 juegos, con 122 imparables en 441 turnos al bate.

Ese año Gil empezó un proyecto en Macon con los niños del vecindario donde vivía. Cada día libre que tenía, mientras los Peaches estaban en casa, Gil se iba a un campo de juegos donde varios niños jugaban de manera informal. Poco a poco empezó a hacerles observaciones de cómo tomar la pelota, cómo lanzarla, cómo utilizar el guante, hasta que les propuso organizar un juego. Después, empezaron a llegar más niños y Gil conversó del tema con el manager Dave Bristol, quien le hizo varias observaciones a fin de que organizara torneos relámpago de un día, desde la mañana hasta la tarde. Era una actividad muy exigente. Incluía hablar con los padres que iban a buscar a sus hijos al campo de juego.

En la campaña 1963-1964, Gil participó en 51 juegos, donde consumió 179 turnos al bate y bateó para .279.

En esa temporada, Dave Bristol dirigió al Valencia y todos los días libres acompañó a Gustavo Gil en su proyecto de acondicionar un terreno baldío para celebrar juegos de beisbol con los niños que merodeaban por los alrededores, lanzándose pelotas de goma entre los arbustos o tirándole piedras a los pájaros o lagartijas. Tuvieron que fajarse como los buenos, retirando peñascos inmensos y grandes cantidades de escombros y desperdicios.

Gil tuvo que pasar por la oficina del aseo urbano para que se llevaran todo lo que había sacado del terreno. Los niños estaban muy emocionados, se atropellaban por recibir primero las lecciones de cómo atrapar y batear la pelota. Cuando Gil les dijo que ya no seguirían coordinando las clínicas, porque había terminado la temporada de la liga venezolana y tenía que regresar a Estados Unidos, los niños estuvieron muy tristes. Tuvo que prometerles que cuando regresara, a finales de septiembre, retomaría los juegos con ellos en el terreno que habían acondicionado.

ESTRELLA EN TRIPLE A

Bristol fue promovido a manager de los Padres de San Diego de la Pacific Coast League, Triple A, para la temporada 1964. Gustavo Gil fue el segunda base del equipo Todos Estrellas de la liga al final de la temporada. Los Padres ganaron la División Oeste con marca de 91-67 y también le ganaron el playoff a los Travelers de Arkansas.

Gil bateó para .305 en 400 turnos al bate. Participó en 125 juegos, con 122 imparables, 26 dobles, 2 triples, 1 jonrón, 45 carreras empujadas y 57 anotadas.

Ese año jugó junto a Tommy Helms como compañero de dobleplays en la segunda almohadilla. Ambos formaron parte del equipo de estrellas de la liga.

Helms siempre le preguntaba a Gil como hacía para llegarle a todos esos batazos detrás de la almohadilla, a los que iban hacia el jardín derecho, o a los que se quedaban a un costado del montículo. Gil respondió que con mucha práctica y la experiencia que estaba acumulando en la liga invernal venezolana. Ese año Helms fue a jugar pelota en Venezuela con los Navegantes del Magallanes.

Con los Industriales del Valencia, en la temporada 1965-1966, Gil actuó en 58 juegos y bateó para .315, con 74 imparables en 235 turnos al bate. Lideró la liga con 21 dobles, empujó 22 carreras y anotó 38. Ese año el Valencia venció al Caracas en la serie semifinal y perdió ante La Guaira en la final y Gil fue elegido el mejor segunda base defensivo de la liga por los periodistas de beisbol.

LAS AREPAS DE ROBERTO MUÑOZ

Un mediodía de principios de temporada, Gil coincidió con Roberto Muñoz en el centro de Valencia. El derecho estaba apurado para llegar al estadio José Bernardo Pérez. Sentía preocupación, porque desde que había hecho la transición de catcher a pitcher todavía no lograba establecerse como un buen lanzador.

Gil le dijo que se calmara y lo invitó a comerse unas arepas de maíz pilado con queso blanco rallado. Se sorprendió por la calidad de las arepas, y también por el buen sabor del aguacate y las ruedas de tomates que les sirvieron.

A pesar de que comieron relajados, llegaron al estadio justo antes del manager Johnny Lippon. Ese día Muñoz lanzó como nunca y se apuntó su primera victoria de la temporada. Desde ese momento, cada vez que le tocaba abrir un juego, acordaba con Gil para ir a la arepera del centro de Valencia. Si perdía el juego igual regresaban al lugar, pero entonces Muñoz cambiaba el relleno de la arepa. Si la vez pasada se la había comido con queso, esta vez la pedía con carne mechada o pollo.

Debutó en la Gran Carpa en 1967, con los Indios de Cleveland. Su actuación con el madero fue muy discreta, por lo cual fue enviado al Portland, en la Pacific Coast League, Triple A.

Quizás uno de los factores que hizo sentir a Gil como en casa, al llegar al dugout de los Indios de Cleveland, fue encontrarse con su paisano Víctor Davalillo, quien era el jardinero central, y con los lanzadores Luis Tiant, Orlando Peña, George Culver y Steve Hargan. Todos habían lanzado en la liga venezolana como compañeros o rivales.

En el torneo 1967-1968, Gil bateó para .319 en 207 turnos al bate. Él recordaba mucho esa temporada, principalmente por un juego de la final todos contra todos: perdieron 3-0 ante los Leones del Caracas, por quienes lanzó Isaías Látigo Chávez, quien solo permitió un imparable en el primer inning y luego retiró en fila los siguientes 25 bateadores, marca aún vigente para juegos de postemporada en la liga venezolana.

El único imparable lo conectó Gil, que se enorgullecía por evitar el no-hitter, pero también reconociendo que ese día el Látigo estaba intraficable y que ese roletazo que pasó por entre las piernas del pitcher pudo haber sido tomado si hubiera bajado el guante fracciones de segundo antes.

El 30 de mayo de 1968 fue enviado a los Navegantes del Magallanes junto a Dámaso Blanco y Freddy Rivero, a cambio de Everest Contramaestre, Gustavo Spósito, Alonso Olivares y Roberto Romero.

Para 1968, Gil compartió la temporada entre los equipos de Portland y Seattle en la Pacific Coast League. Al campo actuó principalmente como segunda base. En total participó en 135 juegos, consumió 467 turnos al bate y conectó para .246.

EL CAMBIO AL MAGALLANES

Gustavo Gil se enteró de que lo habían cambiado a los Navegantes del Magallanes por una llamada que le hizo una de sus hermanas. De inmediato llamó a Dámaso Blanco y se prometieron que por lo menos el Magallanes iba a clasificar esa temporada y que la siguiente iban a ir por el campeonato. Sí, ellos podían e iban a transformar ese equipo, que no ganaba el título desde la época de Don Carlos Lavaud.

Gil y Dámaso hablaban al menos dos veces por semana de los planes que pondrían en práctica desde el primer día que llegaran al dugout del Magallanes. Era una especie de obsesión, o mejor dicho, de compromiso que habían asumido, a raíz del reto que suponía el cambio.

En su debut con los Navegantes del Magallanes, en la temporada 1968-69, Gil bateó para .288, con 68 imparables en 236 turnos al bate. Participó en los 60 juegos de su equipo. Sumó 10 dobles, 16 carreras empujadas y 37 anotadas. En la serie final bateó para .289 en 38 turnos al bate.

Gil lamentaría mucho la salida intempestiva del primera base Oswaldo Blanco del equipo. Trató de calmarlo cuando se cansó de esperar que lo pusieran a jugar, al regresar de una lesión, pero los epítetos de Blanco fuerte tan seguidos y cortantes, que el gerente general del equipo optó por cambiarlo en un trueque que ocasionó la llegada de Roberto Muñoz al Magallanes.

El pitcher derecho le preguntó a Gil donde podían ir a comerse unas arepas el día siguiente de su llegada. Gil propuso ir a la arepera El Tropezón, ubicada al frente de la entrada del estacionamiento del estadio de la UCV. Muñoz pidió una arepa combinada de queso amarillo con carne mechada.

Ese día, el manager Napoleón Reyes trajo a relevar a Muñoz y éste ganó en trabajo de tres innings. En el dugout, Muñoz le dijo a Gil: «En Valencia gané el juego completo con una arepa de un solo relleno. Y aquí gané en relevo con una combinada. ¿Qué me recomiendas que pida para el próximo juego?».

Para la temporada 1969-1970, siempre con los Navegantes del Magallanes, bateó para .248 en 57 juegos. En 233 turnos al bate descargó 58 imparables, con 14 dobles, 23 empujadas y 29 anotadas. Volvió a ser nombrado el mejor segunda base defensivo de la liga venezolana de beisbol profesional.

El 20 de noviembre de 1969, Gil empujó las dos carreras de su equipo, para que Danny Morris se apuntara una victoria 2-1 ante los Tiburones de La Guaira y Aurelio Monteagudo. En la serie semifinal bateó para .333, con 10 imparables en 30 turnos, más 3 carreras empujadas y 5 anotadas. Fue clave en las victorias de los juegos tres y cinco de esa semifinal, con un triple remolcador en el inning 14 de la carrera de la victoria (en los pies del propio pitcher Gregorio Machado, quien debió salir a lanzar el cierre de ese episodio luego de correr desde primera base hasta el plato), para ganar 4-3; y una jugada espectacular casi en el jardín derecho corto, para robarle un imparable a Charles Day en el cierre de un noveno inning donde se ganó 5-4.

Ese año ganaron el campeonato de la liga venezolana y el título de la Serie del Caribe, donde Gil remolcó la carrera de la victoria en el juego decisivo.

CAPITÁN DEL MAGALLANES

Desde la temporada 1968-69 Gil había sido designado capitán del Magallanes, y como tal acordó con Dámaso Blanco y el resto de los peloteros que luego de los juegos, ganasen o perdiesen, iban a permanecer en el dugout no solo para reflexionar sobre lo que había ocurrido en el duelo, sino que después procederían a comprar comestibles y una caja de cerveza, para armar en el clubhouse una mesa de juego para hacer higiene mental. A veces jugaban dominó, otras veces sacaban barajas.

Gil siempre era el compañero de juegos de Jesús Aristimuño, el campocorto del equipo. Eso los ayudó a compenetrarse y entenderse mucho más en sus jugadas alrededor de la segunda base. Llegó un momento cuando los dobleplays eran tan automáticos que lanzaban si ver hacia la almohadilla, aunque en ese instante no hubiera nadie en los alrededores.

Hacia finales de noviembre de 2003 tuve oportunidad de conversar con Gustavo Gil vía telefónica.

«A comienzos de febrero de 1970, mi esposa estaba por dar a luz», me dijo. «Una noche, no aguantó más los dolores y tuve que salir con ella para la clínica. Le dimos la vuelta a toda Valencia y no conseguimos un hospital o clínica donde nos atendieran. Y eso que a mí me conocía todo el mundo en Valencia. Hasta que llegamos a una clínica donde nos prometieron que nos iban a atender cuanto antes. Pasaron más de veinte minutos y me desesperé. Reclamé furioso ante la recepcionista. Mi esposa estaba muy mal. Finalmente la pasaron a sala de parto. Eran dos niños. Ante la larga espera, el primero nació muerto. El segundo vivió algunas horas y luego falleció. No encontraba cómo decírselo a mi esposa. Además, ese dolor de los daños que pudieron evitarse, duele cientos de miles de veces más».

«Debí jugar la Serie del Caribe con la imagen de mis hijos en el corazón, aunque concentrado en el juego», prosiguió. «Al terminar la serie, con el campeonato para el Magallanes me sentí contento por todo lo que habíamos logrado. Pero el dolor de la pérdida de mis hijos estaba ahí. Por eso, después que terminó el partido del campeonato, agarré mis corotos y me fui para la casa».

Empezó la temporada de 1970 con el Portland en la Pacific Coast League. Allí actuó como segunda y tercera base. En 30 juegos bateó para .290, con 27 imparables en 93 turnos al bate, 18 carreras empujadas y 11 anotadas. Eso le valió un llamado a las Ligas Mayores, con los Cerveceros de Milwaukee, donde su manager fue Dave Bristol, una vez más. En 64 juegos bateó para .185. Despachó 22 imparables en 119 turnos al bate, con 12 carreras empujadas, 12 anotadas.

El 23 de junio de 1970 conectó doble impulsor de dos carreras, como emergente en el noveno inning, para darle la victoria a los Cerveceros ante los Mellizos de Minnesota. El 5 de julio de 1970 empujó con par de globos de sacrificio las dos carreras con que los Cerveceros de Milwaukee vencieron a los Reales de Kansas City.

DAVE BRISTOL: UN MAESTRO

Quizás el manager que más observaciones válidas y explicaciones gráficas y prácticas le hizo a Gustavo Gil fue Bristol, desde sus temporadas en Ligas Menores. Por eso seguramente lo llevó con él cuando lo nombraron manager de los Cerveceros de Milwaukee.

Gil refería que en esa temporada Bristol le hizo sugerencias invalorables de trucos para tocar la pelota de sorpresa. Aprendió a dragar la pelota entre primera base y el montículo, por tanto tuvo que ajustar y mejorar su corrido desde el plato hasta primera base. Aprendió a adelantarse casi paralelo al pitcher cuando recibía la seña del manager para jugar cuadro adentro en un determinado momento del juego.

Aprendió también que para un manager los jugadores del banco pueden ser tan importantes como los regulares. A veces Bristol lo llamaba a jugar segunda en el cierre del noveno inning, ganando por una carrera.

El 27 de diciembre de 1970 ocurrió el segundo de los lineazos decisivos que mencioné al inicio, en un juego que llegó igualado 3-3 al cierre del noveno inning. Gustavo Gil remolcó la carrera de dejar en el terreno a las Águilas del Zulia, al sonar una línea candente sobre la almohadilla de tercera base que se internó en las profundidades del jardín izquierdo. John Morris en relevo de Alan Closter, se apuntó la victoria. Jerry Janeski cargó con la derrota, en relevo de Bart Johnson y Don Eddy.

El 21 de enero de 1971 en el segundo juego de la serie semifinal ante Cardenales de Lara, los Navegantes del Magallanes visitaban Barquisimeto luego de haber perdido el primero de la serie. Ante el estelar Jim Shellenback, por Magallanes subió al montículo Jorge Lauzerique, quien llegó ganando 3-1 al cierre del noveno inning.

Al mostrarse descontrolado, el manager Patato Pascual llamó a Alan Closter a relevar y éste puso el inning en dos outs. Con un hombre en base, en el plato estaba Tommie Reynolds, quien significaba la carrera del empate.

Reynolds soltó un roletazo candente que amenazaba con llegar a las profundidades del jardín central y el derecho. Entonces apareció el guante magistral de Gustavo Gil, para tomar la pelota casi en el límite del abanico con la grama de los jardines y lanzar desde el aire, para concretar el out que decretaba la victoria de su equipo.

EL EPÍLOGO DE UN GRANDE

Su temporada final con los Navegantes del Magallanes fue en la 1976-1977. Actuó como primera base. Participó en 41 juegos, en los que bateó para .265. Conectó 36 imparables en 136 veces al bate, con 14 carreras empujadas y 16 anotadas. Esa temporada se tituló campeón con los turcos.

Para la temporada 1978-79, Gil fue contratado como comentarista radiofónico de los juegos de Cardenales de Lara. Estuvo entre los candidatos a dirigir a los Navegantes del Magallanes cuando Octavio Cookie Rojas renunció como manager en medio de una seguidilla de reveses que sumió al equipo en los lugares sotaneros de la clasificación. Los Navegantes terminarían contratando a Willie Horton como piloto.

Gil se hizo cargo de los Navegantes del Magallanes cuando en la temporada 1981-1982 el destino del equipo parecía sentenciado, para sustituir a Patato Pascual, quien había sucedido a Jim Williams. Se habían perdido demasiados juegos. Solo el gran apego de Gil por el club le hizo aceptar esa oferta. Aunque hubo algunas muestras de reacción, ese Magallanes quedó fuera de clasificación.

Gustavo Gil fue exaltado al Salón de la Fama del Beisbol venezolano en la clase de 2008, junto a Luis Peñalver y Luis Leal. Falleció el 8 de diciembre de 2015 en Phoenix, Arizona.

Alfonso Tusa es investigador y escritor. Autor de artículos, libros y relatos de beisbol. Ha colaborado en portales como Prodavinci. Sus libros pueden adquirirse en Amazon.com.

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Foto: archivo de Carlos Abreu

6 COMENTARIOS

  1. Lo vi jugar en numerosas oportunidades,con el Valencia Industriales y los turcos,un exelente segunda base,la combinación con Teodoro Obregón lo mejor,que he visto dentro del base ball.

  2. Gustavo Gil el mejor segunda base que a tenido el Magallanes sin duda un señor siempre elegante con su palio en la boca Dios lo tenga en la gloria

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