El emergente

Puede parecer que dejó poca estela la recientemente terminada convención anual del beisbol profesional venezolano. Si así fuera, se debió más bien al hecho de que estaba claro el camino a recorrer en Porlamar, lo que sucedió sin sorpresas. Un amplio sector esperaba que José María Pagés recibiera un homenaje, al anunciarse que el campeonato 2009-2010 llevará el nombre de quien fuera presidente de los Tigres. También se sabía que la asistencia a los estadios había superado los 2.000.000 de espectadores por primera vez, llegando a un tope de 2.138.249 personas que pagaron para ver el espectáculo. Se refrendó el nuevo calendario, con inicio el 9 de octubre, y se le dio el visto bueno a la idea de coordinar esfuerzos para concienciar al público y evitar ciertas conductas inapropiadas en los parques.

José Grasso Vecchio, presidente de la liga, dio un dato interesante: en apenas cinco años, la presencia de la gente en gradas y tribunas ha pasado de 1.315.490 a la cifra récord de la 2008-2009, un incremento de 62,5 por ciento. Caracas y Maracay se mantienen como las plazas más visitadas, en buena medida por los resultados deportivos de sus equipos, pero también por las mejoras que han hecho en sus escenarios. Sabemos de la preocupación que existe en el circuito: ¿cómo cautivar a una audiencia mayor, cuando los estadios son mayormente vetustos, incómodos y diseñados para otra época? Eso hace que las mejoras sean limitadas y sólo en Valencia —y en cierto modo, también en el eje Puerto La Cruz-Lecherías— se ha hablado de construir parques nuevos, algo casi imposible en la mayoría de las plazas que actualmente acogen la pelota rentada. Una manera sencilla de aumentar la asistencia está en copiar la imaginación con que en grandes ligas llevan a cabo promociones que involucran al público. No nos referimos solamente a la venta de boletos. Hay infinidad de cosas allá que podrían replicarse aquí, posiblemente con buenos resultados. En las mayores hemos visto cosas como carreras en los entreinning, con dos, tres o cuatro muchachos que van del bullpen a las inmediaciones del home, con un premio al ganador; sorteos que permiten que cada día un niño grite “playball” a través del audio interno, de pie en el terreno, justo antes de que el umpire principal dé la voz de inicio; jornadas de coloridos fuegos artificiales, una vez a la semana, después de un partido tempranero; cámaras que recorren las tribunas y proyectan en la pantalla gigante los rostros de los asistentes; mensajes de cumpleaños, peticiones de boda y otras salutaciones a través de la pizarra; son pequeñas cosas, que juntas pueden sumar mucho. Basta con que cada equipo pida a sus pares del norte el resumen de sus actividades, o darse una pasada por algunos estadios de grandes ligas, para saberlo y sumar ideas.

Todo esto debe ir en paralelo con el plan que prepara la liga para combatir las infelices situaciones que, al menos en Maracaibo, Barquisimeto, Maracay y Caracas, ocurrieron en la zafra 2008-2009. La campaña de concienciación debe estar dirigida a los fanáticos, pero también a los peloteros. Tiene que reforzarse la deportividad, el juego limpio y el respeto. Nada servirá, sin embargo, si el anuncio de sanciones se queda como una consigna. Es importante cumplir con la amenaza de que quien arroje líquidos u objetos al campo será expulsado del estadio, por ejemplo, y encontrar el modo, como ocurre en Europa, de poner la fotografía de los infractores en las taquillas y puertas de los parques, para filtrar a quienes se compruebe como violentos. Todo lo que pueda hacerse es necesario, y ayudará a hacer más atractivo el espectáculo.

Publicado en El Nacional, el domingo 24 de mayo de 2009.