El día de los campocortos venezolanos

Por Omar Vizquel

En medio de un carnaval de numeritos, me siento en una posición privilegiada entre tantos peloteros que han pasado por las grandes ligas.

Estoy apenas a un hit de sobrepasar al venezolano que tiene el récord de más hits conectados. Su nombre es Luis Aparicio, por supuesto, y pareciera que fuera mentira al hablar de este tema.

Fue hace ya 21 años cuando, un 3 de abril de 1989, se me abrieron las puertas para entrar en el mejor beisbol del mundo. Dos días después le conecté mi primer hit a los Atléticos de Oakland, a Storm Davis, sobre una recta en la esquina de afuera.

Me sentía inmenso. Qué diferencia entre los aplausos del Coliseum de Oakland y los de los 1.000 fanáticos que venían a vernos jugar en doble A, donde me había desempeñado el año anterior. Y si hablamos de la algarabía y la bulla del fanático venezolano, tendríamos que escribir un nuevo capítulo al respecto. Qué emoción.

Lo cierto es que aquel muchacho que apenas tenía seis meses experimentando batear a ambos lados del plato había logrado abrir en el shortstop con los Marineros de Seattle en tan poco tiempo. Sería su defensa lo que hizo posible su rápido ascenso.

No fui primera ronda del draft ni pesaba 200 libras, pero fue allí donde empezó el largo camino de recopilar imparables. Aquel bate débil e inesperado por muchos fue desarrollándose poco a poco y, con la ayuda de mis colegas y entrenadores, fui soltándome y adquiriendo experiencia.

En mi tercer año en la liga empecé a batear segundo y primero en la alineación. Todavía dudaba si iba a ser capaz de mantenerme arriba, pero ese año me fue bien, terminé con .292 y un buen trabajo defensivo.

En el 93 vino mi primer Guante de Oro, y en el 94, cuando me cambiaron a Cleveland, ya confiaba en mi bate. Ya no era sólo un pelotero defensivo. Logré ampliar e incluir también el robo de base.

Lo único que no salían eran los jonrones, el espectáculo mayor del juego de pelota, aunque para mí son más emocionantes los triples. Lo cierto es que pasaron los años. Hubo unos buenos y otros malos, años sorpresivos.

Por fin tuve uno en que di 14 jonrones. Siguieron otros guantes de oro, fui a dos series mundiales y llegué a San Francisco en 2005.

Creo que la Liga Nacional me benefició un poco. Es una liga de muchas rectas, campos grandes y me fue bien. Pero ahora estoy de regreso a la Americana, donde yo diría que es un poquito más difícil batear.

Aquí existe el bateador designado y todos como que batean. Al pitcher se le hace más complicado sacar los outs y no hay tantos sacrificios, como en la Nacional, donde los juegos se van más rápido.

Y hablando de cosas rápidas, ya estamos hablando del hit 2.677, que viene a ser una marca histórica para el beisbol venezolano. ¿Increíble? Yo no puedo creer que por eso estoy haciendo esta nota.

Nunca pensé estar involucrado en un momento de estos, especialmente porque se trata de momentos ofensivos.

Otra cosa que es difícil de creer es que de tantos periodistas que uno ve en el spring training y tanta publicidad que hay en Venezuela, con programas de televisión y radio, y sólo uno de ellos está acompañándome por aquí, en el transcurso del récord.

Sé que no es fácil, por la situación del dólar, y a lo mejor porque no estoy jugando a menudo se ha hecho más difícil la cosa.

Ni mi propio compadre pudo acompañarme en el proceso, pero quisiera agradecerle a todas aquellas personas que me han contactado de una u otra forma, para conversar un poco al respecto.

En realidad, ha sido silencioso, sin mucho alboroto.

He estado solo. Mis padres no pudieron venir, mi hijo está en sus fiestas de despedida del colegio y mis más cercanos amigos están luchando por su trabajo, aunque he recibido muchos mensajes y llamadas telefónicas.

Mi amigo Ignacio Se no, periodista de El Nacional, se ha dignado acompañarme y darle un seguimiento al récord. Estoy seguro de que tanto él como el periódico deben estar locos de que termine de lograr la meta, ya que tiene como ocho días por aquí, en Arlington, él ya extraña a su familia y al jefe se le está acabando el budget.

Tampoco imaginé que chileno a quien le encantaba el fútbol cuando pequeño, con mentalidad de bombero, que pensaba en trabajar en teatros y que sea un año mayor que yo, sea la persona destinada a escribir sobre el bendito momento.

Su presencia ha sido muy agradable, y a lo mejor hasta me ha ayudado a relajarme poder hablar de cosas que van más allá del beisbol. Si bien que lo del hit es una presión, él se ha encargado como de esconderlo en sus conversaciones, que me mantienen alerta, pero siempre encuentra el momento para hacer la pregunta correcta.

Creo que ha disfrutado su estadía por estos rumbos y le ha dado la oportunidad de escribir sobre otros venezolanos que han jugado contra nosotros, como lo es Marco Scutaro, y sobre el novato sensación Elvis Andrus, quien ha sido un alumno ejemplar en las primeras de cambio.

También estuvo Felipe Paulino, y pudimos estar presentes en el récord de otro latinoamericano que está haciendo historia detrás del plato, como lo es Iván Rodríguez, en su juego 2.226, sobrepasando a Carlton Fisk como el receptor con más juegos en la posición, otro orgullo latino.

Así que el Nacho, como le dicen sus compañeros, ha cumplido también parte de sus sueños de presenciar algo que quizás él tampoco preveía, cuando él mismo aprendía del beisbol en aquella Serie Mundial de 1975 y nuestro héroe David Concepción salía a jugar.

Por cierto, en tal día como hoy, un 18 de junio, nuestro Rey David está celebrando su cumpleaños. Nos uniremos con el récord del hit conectado, y así tanto Aparicio, como Vizquel y Concepción tienen algo que celebrar en tan dichoso día. Lo llamaremos «El día de los campocortos venezolanos».

Y a mi pana Nacho: empaca, hermano, que nos vamos a San Francisco, a buscar el hit que nos falta. Que me perdonen su familia y El Nacional.

AUTORRETRATO DE UN PELOTERO
Por Ignacio Serrano

El celular sonó a la 1:30 de la madrugada del 19 de junio, en nuestro hotel en Arlington. Era Omar Vizquel.

«Pana, ¿qué fue lo que me contaste el otro día que te pasó en Argentina?», preguntó. Pasamos de la sorpresa a la carcajada, sin lograr ubicar la anécdota que nos pedía. «¿Por qué no te vas a dormir o a celebrar?», le respondimos. «No puedo, estoy escribiendo mi artículo», repostó Vizquel.

El campocorto con más juegos, más dobleplays y mejor porcentaje de fildeo en la posición, el venezolano con más anotadas e imparables en la historia de las grandes ligas, había decidido, dos días antes, intentar un nuevo oficio.

«¿Sabes qué?», nos saludó una tarde, cuando por enésima vez entramos al clubhouse de los Rangers en pos de algunas palabras suyas con que enriquecer un nuevo reportaje sobre su ruta al récord de 2.677 hits, que hasta el pasado jueves compartía con Luis Aparicio. «¿Sabes qué? Tú tienes una semana escribiendo sobre mí. Pero como aquí no hago nada y me sobra tiempo para pensar en vainas, yo voy a escribir un artículo sobre ti».

Durante las casi dos semanas que perseguimos a Vizquel, recogimos frases memorables y fuimos testigos del raro momento que vive el caraqueño, a medio camino entre la grandeza de seguir acumulando registros increíbles y el desconcierto de esperar en la banca, sin saber cuándo volver a jugar.

Horas antes de la llamada telefónica, el miércoles 18, el capitalino había igualado a Aparicio. Y en lugar de festejar, pues no tenía con quien, o pintar alguno de los 12 cuadros que le esperan a solas y a medio terminar, entre el garaje y la sala de su casa, quiso terminar la nota prometida.

Resultó un autorretrato, una fotografía del momento deportivo y personal que vive, tanto como un recorrido por su carrera.

«Omar, no tiene título», le inquirimos. Pero tenía. Al menos eso pareció, por la velocidad de su respuesta: «Ponle `El día de los campocortos venezolanos’. Así».

Como tal quedará aquella jornada en la que Vizquel se unió, una vez más, al gran Aparicio y a David Concepción.

Publicado en El Nacional, el domingo 28 de junio de 2009.