La liga convocó a una reunión hace unos días con representantes de los circuitos de transmisión de los ochos equipos y los encargados del sonido interno de cada estadio.
El objetivo fue discutir ideas para evitar este año los episodios violentos que se han producido en tribunas y gradas últimamente, sin olvidar que también ocurrieron situaciones que involucraron peloteros.
El encuentro es parte de una iniciativa del presidente de la LVBP, José Grasso Vecchio, que ha planteado desde enero que es necesario una campaña que rescate la deportividad y la buena lid, las características que tornan en algo único la práctica del deporte y que le separan del circo romano.
Del cónclave quedó una exhortación a los encargados de ser las voces de los clubes, bien a través de la radio o de las cornetas de cada escenario: está bien animar y es loable sacar partido al sentimiento de grupo que generan los colores de cada escuadra, pero es menester hacerlo dentro de los límites que le recuerden a todos –dirigencia, jugadores y público– que en el deporte, como en la vida, se gana y se pierde, y que el respeto a los demás, especialmente cuando esos otros no están en el mismo bando, es la base de la convivencia y la civilización.
Aplaudamos esta primera iniciativa. No sabemos qué otros pasos se darán, pero como aún hay tiempo de planearlos y ponerlos en práctica, expondremos aquí algunas ideas de relativamente fácil aplicación para evitar que vuelvan a repetirse los episodios de la 2008-2009, en la que hubo proyectiles, piedras, trozos de hielo y hasta grandes piezas de metal arrojados al campo en Barquisimeto, Maracaibo y Caracas.
Es necesario que la campaña liguera incluya la colocación de pancartas y afiches en las entradas de los parques y los accesos a las gradas y tribunas. Pancartas que exhorten a la deportividad. En un país donde Caracas y Magallanes sirven de ejemplo de convivencia, pese a lo diferente, no debe ser difícil hallar la frase correcta y los puntos de comparación.
Del mismo modo, que quede claro que toda agresión será castigada, para lo cual es obligante sancionar de veras, y de un modo que le duela al infractor. Cada equipo tiene un reglamento, que generalmente no se aplica a fondo, y la policía supuestamente está allí para detener a los que violen la ley (arrojar una pieza metálica a un pelotero es un delito, no lo duden), sin que tampoco se logre el control necesario.
Así que lo primero es castigar de verdad toda infracción. En este sentido, mucho ayudará que se instalen cámaras que enfoquen a los asistentes, especialmente cerca de los dugouts. No seamos ingenuos y recordemos los niveles de violencia a que ha llegado nuestra actual Venezuela. Saber quién tiró un hielo o una piedra permitirá sacarlo del lugar y en buena medida impedir que regrese, por lo menos durante el resto de la temporada, pues muchos de los que incurren en excesos, casi siempre por culpa del alcohol, son abonados o gente cercana a un abonado (hasta pueden colocarse fotografías de los infractores en taquillas y accesos, como ocurre en Europa, para evitar su entrada al parque en futuras ocasiones).
Del mismo modo, puede instarse a que antes de cada encuentro se lleve a cabo una mínima demostración de respeto entre las partes, como en el fútbol; seguir el ejemplo de Miguel Cabrera, cuando en la postemporada visitó el clubhouse de los Leones, o de Frank Kremblas y Buddy Bailey estrechando sus manos en plena final.
Con una campaña coherente, amplia y con acciones firmes se desterrarán estas conductas. Sólo hace falta voluntad para llevarla a cabo.
Publicado en El Nacional, el domingo 4 de octubre de 2009.
