El reto de los Caribes de Anzoátegui
La suerte de una posible expansión en el beisbol venezolano, anhelo de los aficionados, está ligada a la demorada consolidación económica de los Caribes como franquicia
No habrá expansión en el beisbol venezolano mientras no se hayan consolidado cada una de las plazas donde ya existen equipos profesionales.
Aunque San Cristóbal y el eje San Félix-Puerto Ordaz cuenten con estadios de aforo superior a los 20.000 asientos, aunque exista un importante mercado potencial en el estado Miranda —bien sea en Guarenas y Guatire o alrededor de Charallave—, aunque algunos pidan el regreso de la pelota rentada a Portuguesa y alguien hubiera mencionado a Cabimas, el circuito invernal no crecerá mientras no se consoliden económicamente las franquicias actuales.
Está claro que hay un boom: los estadios se han llenado como nunca, la gente compra mercancía elaborada por los equipos con gran calidad y cada día son más los venezolanos que apuestan por el beisbol como modo de vida, plenando las ligas menores y la gran carpa.
Hasta los Bravos parecen haber encontrado su nicho al mudarse de Acarigua a Margarita, multiplicando por cinco la cifra promedio de asistentes al parque Nueva Esparta de Guatamare, hasta ubicar la media en 4.908 aficionados por juego en la 2009-2010.
Pero ¿y los Caribes? La franquicia indígena llegará a 20 años de existencia con demasiadas cuentas pendientes y sin haberse consolidado, al punto de que llegó a hablarse de una mudanza hace muy poco.
Mientras Anzoátegui no gane consistentemente, no habrá modo de llenar gradas y tribunas. Los triunfos crean identificación con una divisa. La tribu ha producido suficiente talento criollo para concretar esa meta y dio un primer paso en esa dirección, al disputar la final del torneo 2003-2004. Sólo que a partir de allí, en lugar de evolucionar, la novena involucionó.
El estadio Alfonso “Chico” Carrasquel se fue deteriorando, hasta llegar al lamentable estado de la temporada pasada. Y la inseguridad, la falta de estacionamientos y de mercadeo hizo que apenas unas 2.500 personas pagaran entradas en promedio cada día en Puerto La Cruz, incluyendo las visitas del Caracas y el Magallanes, que subieron grandemente el promedio (gracias a los llenos en el espacioso parque de San Félix, la media total de los Caribes en la 2009-2010 fue de 3.866 fanáticos por partido, pero incluso así, fue la más baja de la liga).
Darle estabilidad y autonomía a la próxima gerencia deportiva, y estimular a las figuras del equipo, es el primer paso en la ruta de salida del agujero oscuro en que se hallan los aborígenes. Sin embargo, no es el único.
Los demás estadios del país marcan la pauta: poco a poco, se ha mejorado la seguridad dentro y fuera de los escenarios, incluyendo los estacionamientos, y se ha estimulado la asistencia de la gente con una oferta gastronómica variada y bien preparada (¿en qué parques no se consigue pizza o burritos, chawarmas o hamburguesas, sushi o parrillas, tequeños o pernil, tacos o arepas?).
Lo más importante es que la mayoría de los clubes ha trabajado para dar orden a los espacios internos, haciendo que hoy sea más fácil y más cómodo deambular o salir a comprar algo.
El Universitario de 2010 está mejor iluminado y sus baños están en mejor estado que en 1980, aunque siga siendo vetusto y poco funcional.
El seguidor de cualquier escuadra puede comprar, vestir y exhibir prácticamente todo tipo de mercancía relacionada con su equipo, lo que afianza el sentido de pertenencia.
Hay atracciones para los niños, los fines de semana, prácticamente en los siete escenarios.
El “Chico” Carrasquel, en cambio, se convirtió en uno de los estadios más incómodos, feos e inseguros del país. El acto más simple para una persona de mediana estatura, sentarse en las sillas de la tribuna, resulta poco grato.
Estimular a los peloteros, para que participen, y al público, para que asista y esté contento, es la vía para salir del marasmo y conducir algún día, de rebote, a la anhelada expansión de la pelota criolla.
Publicado en El Nacional, el lunes 10 de mayo de 2010.
