¿Qué pasa con Carlos Silva?
Han pasado dos meses y un par de venezolanos tienen proyecciones asombrosas: Carlos Silva, invicto con 7 triunfos, y Miguel Cabrera, casi con una empujada por juego
Junio marca el fin del primer tercio de la temporada de grandes ligas. Y ha pasado rápido. En aproximadamente un mes cruzaremos el ecuador del calendario y algunos días después, el 12 de julio, se disputará el Juego de Estrellas.
La campaña no discurre, se escurre velozmente. Ya podemos revisar lo hecho por algunos venezolanos y preguntarnos qué hay detrás de ciertas tendencias.
Algunas son casi insostenibles.
Carlos Silva no va a terminar con 21-0, como sugiere su marca, sencillamente porque nadie lo ha hecho en la historia y porque los juegos ganados y perdidos no dependen enteramente de él.
Incluso podría ser derrotado tras una presentación en la que tolere una o dos carreras. Pero lo importante con el guayanés no es medir las posibilidades que tiene de disputarle el Cy Young a Ubaldo Jiménez, sino constatar si se trata de un golpe de suerte o si esto responde a algún tipo de ajuste.
¿Es irreal que tenga 3.12 de efectividad? No enteramente. Como relevista, en 2002, y como abridor, en 2005, tuvo promedios parecidos, aunque este es el mejor de su carrera y no nos extrañaría que aceptara algunas carreras limpias adicionales en lo sucesivo.
Necesitamos buscar otras variables para poder tirar un cable a tierra con Silva, especialmente porque el último lustro fue extremadamente difícil para él.
Hay señales prometedoras: según puede constatarse en FanGraphs.com, el derecho ha mantenido sus promedios de roletazos y elevados, pero le están dando menos líneas.
Esto es positivo. Puesto que casi la mitad de los outs que ha hecho han sido por el piso, y ya que nunca, como ahora, le habían bateado menos líneas contundentes, el peligro de recibir extrabases se ha reducido. Esta es una tendencia que, de mantener, le ayudará a llegar a un puerto tranquilo al final del recorrido.
Una variable aparentemente decisiva para Silva aparece al constatar que está ponchando a más rivales, a muchos más que antes. Notablemente más.
Contando los 11 abanizados del fin de semana, presenta una rata de 6,23 guillotinados por cada nueve innings, la cifra más elevada en su carrera y muy por encima de su promedio de 3,84 desde que en 2002 dio el salto a la gran carpa.
¿Por qué tiene más ponches? Esto puede deberse a su selección de pitcheos: ha reducido la recta de dos costuras a casi la mitad, está utilizando mucho más el slider y sobre todo el cambio de velocidad.
Unido esto a una supuestamente mejor preparación física, hay razones con qué explicar sus resultados.
(Aunque no sobrestimemos su peso y condición actuales; recordemos la estupenda forma en que se presentó al spring training con los Marineros en 2009, casi convertido en vegetariano y con muchos kilogramos menos, sin que entonces pudiera acercarse a lo que está haciendo ahora.)
Silva también ha contado con un toque de suerte: todavía el average de las pelotas que le ponen en juego (BABIP) está bastante por debajo de la media de las mayores, pero ha ido ajustándose, poco a poco, hasta subir de .263 a .275 después de su última presentación.
La cifra aún contrasta contra el promedio de .312 que arrastra en su carrera.
Lo normal es que las pelotas que no sean jonrones ni ponches en las mayores ronden los .300 puntos de average de bateo, una vez descontadas aquellas dos categorías, ponches y jonrones. Así ocurrirá en este caso, tal como sugiere la propia tendencia al alza, lenta pero segura, que trae el diestro.
La efectividad del bolivarense se abultará. Pero seguirá sumando victorias, si los Cachorros fabrican carreras y él mantiene la cantidad de ponches, inusual en él, producto, quizás, del nuevo repertorio y de mantenerse fuerte y saludable.
Pero hay un ajuste tal vez más importante que no debemos desestimar: cambiar de la Liga Americana a la Nacional, donde no hay bateador designado y donde hay menos aporreadores. Hay razones para ser moderadamente optimistas.
La proyección de impulsadas de Miguel Cabrera también parece irreal. Llegó al lunes con 48 en 49 juegos de su equipo (47 encuentros de su cuenta personal) y la posibilidad de rondar 160 remolques al final del torneo. ¿Es eso posible?
Tener que jugar como local en el espacioso Comerica Park no le ayuda, pero el aragüeño tiene 27 años, que es la edad en la que, según estudios, comienza la mejor etapa de los bateadores en la gran carpa.
Cabrera está poniendo números como nunca antes, posiblemente por el hecho, confesado por él mismo, de haberse sometido a terapia y haber dejado tanto la bebida como cierta actitud hosca y autodestructiva.
Con ese enfoque, el nativo de Maracay ha bateado como nunca (con .352 de average), se ha embasado casi como nunca (con .427 de OBP) y ha mostrado más fuerza que nunca (con .670 de slugging).
Cabrera ha hecho su parte en el negocio y hay razones objetivas para creer que no bajará el paso.
Eso sí, para empujar 150 necesitará que Austin Jackson y Johnny Damon, sus antecesores en el lineup, continúen embasándose como hasta ahora, con un OBP cercano a .400, para que así el nativo de Maracay pueda emular a Andrés Galarraga como el único venezolano que ha alcanzado una cifra tal de empujadas en una temporada de grandes ligas.
Publicado en El Nacional, el domingo 30 de mayo de 2010. Ampliado y comentado en el blog.
