El Juego de Estrellas es un rito, un imán que que convoca multitudes cada año en los Estados Unidos
ANAHEIM
La voz del pueblo se escuchó fuerte y clara cuando el anunciador interno presentó a los participantes del Juego de Estrellas, ayer.
Luego de que la multitud que llenó el Angel Stadium abucheara a Elvis Andrus, por el solo hecho de pertenecer a los Rangers, tributó a Vladimir Guerrero el aplauso más sonoro que escuchó pelotero alguno en la tarde californiana, a pesar de ser Guerrero compañero de Andrus en Texas.
Fue la protesta contra la gerencia de los querubines por dejar marchar al antiguo ídolo como agente libre.
Hay algo mágico en un parque con más de 45.000 personas respirando y gritando a la vez, exclamando sus simpatías y asombros a garganta plena.
Algo mágico que hizo de Mike Scioscia el ser más aclamado en la jornada, incluso más que Guerrero, y que atemoriza y entusiasma hasta a los propios peloteros.
“Martín está emocionado”, rió Omar Infante, minutos antes de iniciar el duelo, en referencia a su amigo Martín Prado. “Yo creo que está asustado”.
Cada integrante de los Dodgers, representantes de la ciudad vecina y rival; cada miembro de los Yanquis, y muy especialmente Alex Rodríguez; cada jugador de los Medias Rojas y de los equipos adversarios de la división oeste del joven circuito recibió su dosis de repudio.
Y de pronto, una salva emocionada ante la imagen del más denostado de todos los Yanquis, George Steinbrenner, cuya efigie apareció en la pizarra como homenaje póstumo al refundador del Imperio del Mal, fallecido ayer.
Y de pronto, otro estallido de emoción cuando la voz grabada del desaparecido Bob Sheppard presenta el turno de Derek Jeter, como tantas veces ocurrió —y aún sucede— en el Bronx.
El Juego de Estrellas es, ante todo, entretenimiento; la fiesta que convoca legiones de aficionados de todas las esquinas de Estados Unidos, con sus gorras y las camisetas de los 30 equipos. Todos deseosos de fotografiarse junto al Mickey Mouse instalado a las puertas del estadio y ansiosos de ser parte del mismo ritual.
“Todos los años hacemos el viaje desde Omaha, Nebraska”, confesaron Scott Hunt y Mary Perkins, asistentes habituales del Fan Fest. “Estas son nuestras vacaciones. Somos, simplemente, gente de beisbol”.
Publicado en El Nacional, el miércoles 14 de julio d 2010.