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El caso Miguel Cabrera

Miguel Cabrera no es un ejemplo de juventudes. Nadie lo es, salvo que se trate de los propios hijos de cada quien.

Cabrera sólo es un trabajador, cuya profesión le ha puesto en la escena pública, delante de millones de personas, como ocurre con otras figuras del espectáculo, sea deporte, cine o televisión.

La escogencia de un oficio así, ciertamente, implica aceptar lo que conlleva tamaña exposición mediática.

Si la fama es buena para recibir patrocinios y conseguir mejor salario, se debe aceptar el lado oscuro de esa exposición. Así se trate de personas que, ante los episodios de Cabrera con la bebida, se muestran hartas y envían a las radios y periódicos esos mensajes de texto y correos electrónicos que han abundado desde que el aragüeño fue detenido pasado de tragos en una autopista de Florida.

Aquí interesan, básicamente, los batazos de Cabrera. No se trata del director de una ONG dedicada a la defensa de los derechos humanos, sino de un deportista a quien le pagan por golpear lo más lejos posible una pelota de beisbol.

Desde ese punto de vista, el nativo de Maracay es excepcional: desde el nacimiento de las grandes ligas, en la última parte del siglo XIX, cinco hombres han llegado a los 27 años de edad con al menos 240 jonrones, 850 impulsadas, un average de .310 y un OPS de .900 o más.

El venezolano es uno de esos cinco, junto a Albert Pujols, el mejor bateador de la actualidad. Los otros tres son nada menos que Hank Aaron, Mel Ott y Jimmy Foxx, miembros del Salón de la Fama.

La carrera del toletero criollo le tiene en camino a Cooperstown y a ser el mejor bateador de todos los tiempos nacido en la tierra de Luis Aparicio. Pero ese trayecto, en apariencia seguro, puede terminar de otro modo, de seguir ocurriendo estos percances.

Como apuntamos en el blog de ESPN Deportes, hubo un tiempo en que Ken Caminiti era el mejor aporreador de la Liga Nacional, el Jugador Más Valioso y el dueño del Guante de Oro; hubo un tiempo en que Caminiti fue una gran estrella, antes de caer víctima del alcoholismo, perder su carrera y morir en un sucio hotel, por causa de una sobredosis.

Por eso importa tanto lo expuesto por varios columnistas en Estados Unidos, esta semana; si bien todo lo que dijo Cabrera en su rueda de prensa estuvo bien, formalmente bien, hay algo que falta y que marcará la diferencia entre descarrilarse o seguir en el camino de Pujols, Aaron, Ott y Fox: admitir que esto no es un mal paso, sino un problema.

El alcoholismo es una enfermedad que, como toda adicción, requiere del apoyo de quienes le rodean, la comprensión de quienes le quieren y, sobre todo, la voluntad personal de romper con el ciclo que comienza normalmente con la idea de que es sólo un trago y lo puedo controlar.

En las calles de nuestra Venezuela circulan cada día millares de alcohólicos que no reconocen su enfermedad.

La definición de esta condición es radical, según nos dice alguien que ha estudiado del tema: alcohólica es esa persona que necesita beber cada día más de media botella de vino o más de dos vasos de whisky.

Visto de modo menos riguroso, alcohólico es quien simplemente no puede parar. Y alguien así no es un monstruo, es una víctima.

El problema, claro, es que esa víctima puede convertirse en monstruo, al arriesgar la vida de otros. Por eso es tan grave manejar bebido en los países del llamado primer mundo y por eso debería ser igual de grave hacerlo en nuestro país, cosa que no ocurre.

Si todos nos viéramos en el reflejo de Cabrera, del mismo modo que celebramos sus jonrones, nos reconoceríamos también en su problema y podríamos ganar algo como sociedad.

Publicado en El Nacional, el domingo 27 de febrero de 2011.

Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

1 COMENTARIO

  1. No se si entiendo lo que escribes Dices que no importa el ser humano que sea con tal que cumpla su trabajo y q no importa si termina muerto en una habitacion de hotel al terminar su carrera? Creo que por aceptar esas conductas es que cada vez perdemos algo como sociedad Desde los politicos hasta los deportistas, pasando por atistas de cine, etc, deberian ser personas integras y ejemplares para poder tener mejores modelos a seguir en nuestra sociedad. Hoy en dia ni Miguel Cabrera, ni Tiger Woods, ni nigun personaje con conductas destructivas y antisociales podran ser ejemplo para mis hijos. Si es por eso, que importa la conducta de Mike Tyson si al final hacia su trabajo en el ring, verdad? Te pido disculpas si malinterprete tu articulo

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