El emergente

La convención anual del beisbol venezolano

La reunión de Aruba sirvió para hacer anuncios y ratifiicar viejos esquemas. Hagamos un balance de lo ocurrido en la isla en estos dos días

Terminó la convención anual del beisbol venezolano. Hubo, como siempre, anuncios de rutina, algunas buenas noticias y ciertos empeños.

El homenaje a Alfredo Guadarrama está entre lo mejor. Se trata de quien ayudó a cambiar no solamente el rostro de una franquicia, el Magallanes, sino de toda la pelota rentada, al emprender, como presidente de los turcos, notables mejoras en el estadio José Bernardo Pérez y abrir las puertas del mercadeo de productos del equipo, iniciativas que siguieron los demás miembros del circuito.

Guadarrama fue un buen ejecutivo y con frecuencia le echamos de menos. Un accidente de salud le obligó a retirarse, pero aún tenemos fresco el recuerdo de su profesionalismo, su carácter y esa risa suya que le mostraba siempre de buen humor.

Las cifras de asistencia, aunque mostraron una merma de casi 6 por ciento en la venta de boletos —como la liga había adelantado un mes atrás—, siguen siendo auspiciosas. No sólo porque, como apuntó José Grasso, el presidente de la LVBP, hay un crecimiento de 80 por ciento respecto a un lustro atrás. También, porque se mantuvo el piso de 2 millones de fanáticos en los parques y porque en Puerto La Cruz, por ejemplo, casi se duplicó la asistencia, pasando de 3.866 fanáticos por partido a 5.318 en la 2010-2011.

La tribu, de hecho, dejó el último lugar en la liga, ratificando el panorama positivo que se vio en la postemporada. Salvo por los Bravos, todos los clubes estuvieron por encima de los 5.000 en promedio.

Los Leones volvieron a estar en el tope, con 13.615 aficionados por juego, aunque con una baja respecto a los 14.176 del campeonato pasado. Magallanes y La Guaira fueron quienes redujeron más sus promedios, especialmente los turcos, que bajaron de 10.190 a 6.947 como locales.

Cierto, el mal desempeño de estos dos afectó tanto como las lluvias y las carteleras dobles, pero la eliminación de los Navegantes tuvo un impacto adicional en las taquillas de los demás escenarios durante los playoffs y podría explicar parte del bajón, sino la totalidad.

Vean esto: la final 2009-2010, entre Caracas y Magallanes, llevó a 125.950 personas a los estadios; la final 2010-2011, entre Aragua y Anzoátegui, llevó a 77.516. Ambas fueron a siete juegos, para hacer más útiles las comparaciones.

No es asunto azaroso. No habrá expansión en la pelota venezolana mientras no se den ciertas coordenadas: que haya grupos económicos lo suficientemente poderosos como para soportar el esfuerzo de echar a andar una iniciativa semejante; que existan plazas capaces de albergar dos nuevos equipos, por su potencial económico y por la infraestructura que haya en tales ciudades; y por último, y quizás el requisito más importante, que las actuales novenas estén fortalecidas en sus sedes, de modo que todos los integrantes de la LVBP disfruten de buena salud financiera, aunque que aún no sucede con algunas escuadras.

Hasta último momento, algunos miembros de la liga asomaban como cierta la posibilidad de terminar la temporada regular el 29 de diciembre. Es lamentable que haya privado la confianza de que esta vez no lloverá tanto, como si no estuviésemos en un país tropical.

Hace casi 10 años que lo repetimos y seguiremos lamentándolo: hay que blindarse contra las adversidades, en lugar de confiar en la buena suerte. Se está trabajando para diseñar una campaña contra la violencia, se están tomando decisiones para mejorar el espectáculo pero, incomprensiblemente, se dejan estos cabos sueltos que pueden crear zozobra en cada temporada, como ha sucedido reiteradamente en la última década.

Publicado en El Nacional, el domingo 15 de mayo de 2011.