¿Beneficia o perjudica a los Tiburones que su actual piloto siga en el cargo?
La
expresión de Oswaldo Guillén no tuvo desperdicio, el lunes, en el estadio
Universitario: “Los Marlins fueron más inteligentes que los Tiburones, porque
botaron a su manager primero”.
Era un chiste del ex piloto, puesto que en medio
de la charla indicó también que no se veía al frente de
irrespeto para con Marco Davalillo, el actual timonel.
Como fuere, su frase y
la reacción de varios lectores a nuestra columna sobre los escualos, en la que
sugeríamos que la continuidad de Davalillo era deseable, a pesar del fracaso,
nos llevó a plantearlos en este espacio una revisión de la responsabilidad que
cada uno de los estrategas eliminados tuvo sobre el mal resultado de su divisa,
y en qué medida puede ser positivo un cambio de aires o no.
no tuvo una buena campaña. Es más que obvio. Lo subraya el resultado final. Su
equipo perdió cuatro juegos más de los que ganó y el primer responsable de las
victorias y las derrotas es el manager.
Lo que la directiva salada posiblemente
está evaluando ahora es: ¿hasta qué punto ese récord bajo .500 se debió al
técnico que dos veces ha sido Manager del Año y hasta qué punto era inevitable
el triste desenlace?
Este punto es mucho más importante para los litoralenses
que la misma permanencia o renovación de la jefatura en el dugout, porque
requiere la detección de las causas de la eliminación y su posible corrección,
con vistas a los playoffs de 2014.
No repetiremos la columna en la que hicimos
una evaluación personal de la campaña 2012-2013 de los guairistas, pero sí
recordaremos dos aspectos decisivos: el pobre desempeño del pitcheo,
continuación de anteriores ediciones de rendimiento insatisfactorio, y la
necesidad de diseñar una estrategia de importación que compense esa falla,
mientras termina de madurar el buen talento que hay en las granjas.
El mismo
Guillén soltó una frase lapidaria, con su particular sentido del humor, que en
cierto modo exculpa a Davalillo: “¿Cómo puede tener esa barriga, si todos los
días tenía que caminar como 70 veces al montículo?”.
En la 2011-2012, el piloto
pudo gerenciar las carencias. Esta vez no. Eso no es su culpa. Es tarea de todo
el alto mando buscar el correctivo. A priori, es difícil creer que alguien
distinto habría tenido mejor resultado. Vean un dato pavoroso: los abridores
salados promediaron menos de 3.2 innings por apertura. Es imposible que un
staff de relevistas soporte esa brutal carga de trabajo sin implosionar: más de
cinco innings de relevo por juego.
Davalillo ganó detractores por otros motivos.
En medio de la cadena de derrotas
del inicio del campeonato tuvo declaraciones contra los aficionados que
protestaban y no asistían al parque. Aquellas palabras causaron malestar en la
legión litoralense.
Algunos colegas mencionaron que el carácter del estratega
no fue el mismo. Nunca le vimos malhumorado, sin embargo, pero tampoco
estuvimos todos los días en su trinchera; no podemos afirmarlo o negarlo.
Se le
criticó mucho su determinación a ganar o morir con Oscar Salazar en el medio de
la alineación. El Cachi no pudo batear y el pararrayos de esa tormenta era el
timonel. Algunos técnicos respetan la jerarquía hasta ese punto. Otros, como
Buddy Bailey, premian sólo a quienes están bateando.
¿Hasta qué punto todo esto
puede afectar al conductor de
Guaira
proceso coherente de reestructuración? Allí está la respuesta definitiva.
La
continuidad es deseable. Por eso pensamos que Davalillo merece otra oportunidad, una más, aunque es cierto que en un proyecto nadie es imprescindible, si hay claridad de
objetivos.
Publicado en El Nacional, el miércoles 9 de enero de 2013.