El Emergente. El gendarme necesario

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El despedido manager de los Tigres cambió la historia de la franquicia y dejó su huella para siempre en la pelota venezolana
Buddy Bailey
Enero de
2002 fue un mes decisivo en Maracay.
Mientras Aragua
se desmoronaba en la final contra Magallanes, la primera en una década para la
divisa, una rebelión en el clubhouse le daba un golpe de mano al manager Bill
Plummer, horas antes del quinto encuentro de la serie.
Los
jugadores más influyentes de aquel dugout lleno de veteranos, como Roberto
Zambrano, Wiklenman González, Juan Rivera y Rubén Salazar, habían decidido
exigir el despido de Plummer en el peor momento posible, mientras el estadio se
iba llenando de aficionados.
Rafael
Rodríguez Rendón acababa de asumir la presidencia de la divisa. Rodeado de
quienes le ayudarían a levantar un verdadero imperio deportivo, como Enrique
Brito y Tulio Márquez, tomó dos decisiones que cambiaron la historia de la
franquicia.


La primera fue
aceptar la petición de los amotinados y despedir a Plummer, muy a su pesar.
La segunda no
la conocieron de inmediato los rebeldes, pero pronto se enterarían: se propuso firmemente
que nunca más la cueva tomaría las decisiones que corresponden a la oficina.
Esa tarde comenzó
la historia de uno de los dos pilotos más ganadores en la historia de la liga,
Buddy Bailey, aunque ni él mismo lo sabía.
Bailey
trabajaba en las menores de los Medias Rojas cuando llegó a Maracay, la ciudad
donde hoy pasa sus ratos libres, en septiembre de 2002. Con el tiempo, se “venezolanizó”
y hasta descubrió en qué tarantín maracayero comprar las mejores empanadas,
aunque hasta lo último logró evitar hablar en su maltrecho castellano delante
de los reporteros.
El alto
mando tigrero escogió bien al encargado de imponer disciplina. El ex receptor
sureño, a quien un día los Bravos, siendo veinteañero, le pidieron que dejara de
lado el sueño de su carrera de pelotero y probara con la de coach, puso a los
felinos en la primera posición desde su torneo de estreno, el 2002-2003.
El paro
nacional que canceló esa zafra detuvo también el empuje de una novena que
punteaba sin enemigos, con 2.12 de efectividad colectiva.
Nunca fue
un táctico arrojado, al manejar la ofensiva. Pero su manejo del pitcheo fue otra
historia.
Sobre los
brazos de los lanzadores levantaría su reinado, y aplicaría su ley con la misma
cruel frialdad con que Atlanta le rompió el corazón, aquella vez que le plantearon
retirarse antes de su trigésimo cumpleaños.
Disputó las
siguientes seis finales y ganó cinco. En 10 campeonatos, excluyendo aquel inconcluso
y este de ahora, avanzó a la final ocho veces, ganó seis y sólo fue eliminado en
dos ocasiones.
Únicamente
Regino Otero ha alzado más trofeos: siete. Pero jamás en la historia de la LVBP
un piloto había conseguido seis títulos en nueve años, como este hombre de
hablar rápido y verbo punzante, cuya séptima corona fue una Serie del Caribe;
este hombre que ama y respeta el deporte que le dio trabajo y fama, hasta el
extremo de ejercer la tiranía cuando considera que alguien no le reverencia el
mismo respeto.
El carácter
de Bailey es legendario. Los amotinados de 2002 lo probaron, al terminar todos con
otro uniforme.
Es mentira que
ganó a pesar del malhumor en la cueva.
Muchos
adversaron al dirigente, Miguel Cabrera entre ellos. Pero muchos le deben una larga
carrera.
A la lista
de críticos de Bailey se contrapone la lista de sus apoyos: Alex Núñez, Víctor
Moreno, Francisco Buttó, Ramón Castro, muchos de los jugadores que fueron fundamentales
para implantar la dinastía.
El Cabrera
de hoy, muy distinto al impetuoso joven de entonces, probablemente haría lo mismo
que le hemos visto hacer a esos veteranos que sí entendieron al estratega: decirle
a los jóvenes que quitaran la mala cara, que trabajaran duro y esperaran el chance.
Bailey
nunca se casó con peloteros; él se casa con actitudes y pone a jugar a quienes
está rindiendo.
Poco
comunicativo, sí. Antipático en sus silencios y sus maneras, puede ser. Pero los
Tigres no habrían vivido su saga incomparable sin esos jugadores, sin esos
directivos ni ese estratega.
Bailey fue
despedido este miércoles. Todo en la vida termina. Algún día tampoco estarán
los ejecutivos que le comunicaron la medida ni quienes pueblan el dugout.
Algún día ni
siquiera estaremos los periodistas que hoy escribimos sobre el manager que
dentro de un tiempo estará en nuestro Salón de la Fama.
Publicado en El Nacional, el jueves 14 de noviembre de 2013.
Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

1 COMENTARIO

  1. Solo puedo decir que desde ayer, desde el momento en que me enteré de la noticia, tengo "un no sé qué" que no me deja tranquilo. Es como si hubiera perdido algo, como cuando te despides de alguien que no volveras a ver más, como cuando anhelas algo con mucha intensidad y luego no se da. Soy Magallanero pero siento la ida de Bailey en carne propia.

    Se me ocurren 2 preguntas claves:

    ¿Volveran los tigres a alzar la copa, o como dicen en México serán Alcholicos Anónimos, es decir, no la levantarán nunca más?

    ¿Cuál será el primer equipo en contratar a Bailey y cuanto tardará en hacerlo?-

    Saludos
    Oscar

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