Por Marcos Grunfeld
La ruta que la enorme mayoría de los venezolanos que desean llegar a las Grandes Ligas comienza en la adolescencia cuando logran acordar con alguna academia que está en la empresa privada del país. Los jóvenes entregan su destino a sus agentes para que les consigan una oportunidad para firmar un contrato con alguna de las 30 organizaciones ante el mejor postor. Las cosas fueron muy diferentes para el relevista Robert Suárez que tuvo que recorrer muchos kilómetros para llegar a la meta.
El bolivarense no convenció a ningún equipo de la gran carpa cuando era niño, pero persistió en buscar la forma de concretar su sueño. En 2015 viajó a México y consiguió trabajo en una liga amateur en el centro del país azteca. En ese circuito atrapó la atención de los Saraperos de Saltillo, gracias a su meteórica recta que causó impacto, a tal punto que sin ninguna experiencia profesional fue firmado para ser el cerrador del club.
Para entonces tenía 24 años, es decir, 8 años más de lo que suele tener un jugador cuando logra dar el salto al béisbol organizado. En esa primera justa, toleró nueve carreras en 47.1 entradas para una efectividad de 1.71 y salvó 23 partidos. Eso causó interés en los Halcones de Softbank en la liga japonesa en donde tuvo un sólida participación en el último lustro.
En sus dos últimas cosechas estuvo intratable: apenas le fabricaron 21 carreras en 114.2 entradas para dejar una sólida efectividad de 1.65. En ese lapso, le dieron solo dos bambinazos y rescató 67 compromisos entre 2020 y 2021. Todo eso tuvo que pasar para que acaparara la atención de los reclutadores de las Grandes Ligas y consiguiera un contrato de dos años y 11 millones de dólares con los Padres de San Diego.
“Estoy contento y emocionado por ser parte de esta organización y jugar la mejor liga del mundo”, celebró el monticulista en una entrevista con el periodista Alexander Azuaje, quien amablemente la compartió con El Emergente. “Yo sigo con mi rutina de trabajo. Estoy abierto a las opiniones que me ayuden a mejorar”.
El mánager Bob Melvin le dio la pelota al venezolano para que hiciera su estreno en Las Mayores de una vez como el cerrador de los religiosos. La hoja de vida que traía el embajador vinotinto hacía pensar que era el movimiento lógico y porque también tuvo un magnífico debut en el Spring Training. Las cosas no resultaron como parecía obvio y los nervios carcomieron al lanzallamas que hizo 15 envíos al plato y solo 4 fueron strike.
“Siempre trato de tomar las cosas positivas de cada situación», añadió. «No fue un buen día, pero trato de pasar la página rápido. Vengo todos los días con la mismas ganas y la misma motivación de hacerlo bien”.
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Melvin optó por darle la posibilidad de aclimatarse a su nuevo contexto y sus dos últimas presentaciones ha sido como preparador. En tres entradas completas solo le han dado un hit, que fue un jonrón solitario, pero ha fusilado a cuatro. Quizás en la medida que enderece vuelve a recibir la oportunidad de cerrar los juegos, pero eso no genera presión ahora en el venezolano.
(Marcos Grunfeld)