Orlando Cepeda fue de esa generación extraordinaria de puertorriqueños que brilló en los años 50, 60 y 70. Él, junto a Roberto Clemente fueron los dos de los exponentes más superlativos de la Isla del Encanto. Novato del Año, MVP, ganador de Serie Mundial y 11 Juegos de Estrellas. Por eso duele su partida.
Y se fue al otro barrio a jugar con Willie Mays apenas 10 días después de la partida del gran «Say Hey Kid», al filo de la medianoche del 28 de junio de 2024. Ambos deben estar repartiendo jonrones en el cielo, al lado de otro grande de la Isla, Clemente.
Orlando Cepeda, apodado El Torito o Peruchín, nació el 17 de septiembre de 1937 y debutó en 1958 con los Gigantes de San Francisco. Esa temporada fue Novato del Año de manera unánime, luego de batear para .312/.342/.512 con 38 dobletes, 25 jonrones y 96 remolcadas. También fue MVP con los Cardenales de San Luis en 1967, luego de una campaña donde soltó 26 jonrones y remolcó 111 carreras.
«Hay que recordar que Orlando era el jugador más popular cuando la franquicia se mudó de Nueva York”, dijo el dueño del equipo y socio gerente Peter Magowan al New York Times en 1993.
«Orlando jugó el beisbol con extravagancia. Era un jugador polivalente. Logró que nuestros fanáticos se interesaran en el equipo».
Y no era para menos. Su primer hit en las Mayores fue un jonrón, en su segundo turno al bate.
Firmó en 1955 por 500 dólares, unos 5.360 papeles verdes si lo llevamos a la actualidad. Pero él lo que quería era jugar pelota.
Formó un tridente de la muerte junto a Mays y a Willie McCovey, y llevaron a San Francisco a la Serie Mundial de 1962, la cual perdieron con los Yanquis en cinco juegos.
Y en 1961 le tocó ser el cuarto bate del Juego de Estrellas, justamente entre Mays y Clemente. «Un privilegio como pocos. Todavía no puedo creerlo», dijo en aquel entonces.
Él fue la gran figura de los anaranjados y era el chico latino que ponía a bailar a todos con sus batazos. El primer gran ídolo de los Gigantes, ya basados en California. En 1966 lo envían a San Luis y allí se volvió leyenda.
En el Caribe también brilló. Fue caballo con el Santurce. De los pocos registros que se tiene de él en ese circuito están los números de con los Cangrejeros en la 1958-1959, cuando sacó 11 jonrones, remolcó 46 y bateó para .362.
Pero no todo fue color de rosa. En su currículo hay una mancha, estuvo preso por narcotráfico. Fue en el año 1975, cuando trató de ingresar por el aeropuerto de Isla Verde unos 70 kilos de marihuana. Cepeda fue arrestado allí mismo, fue sentenciado a cinco años, de los cuales, cumplió diez meses en cárcel y el resto en probatoria.
«Con el beisbol, pude salir de la pobreza y abrí puertas para que más jugadores de Puerto Rico y Latinoamérica vinieran a Estados Unidos, en un momento muy difícil», le comentó el boricua a la agencia AP en 2017. «Ahora, este es el mejor momento para ellos».
Descansa en Paz, Orlando.
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Entró al Salón de la Fama de Cooperstown por Comité de Veteranos en 1999, luego de haber permanecido en la boleta durante 16 años. Al momento de retirarse era el pelotero hispano con más jonrones de por vida, 379 y uno de los mejores en remolcadas con 1.369.
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