Una columna por pedacitos, para hablar de la pizarra, los uniformes y algunas cosas más
Esta es otra columna por pedacitos, porque siempre hay cosas que comentar que quedan postergadas, bien por la falta de espacio o bien por un asunto de prioridades.
Por ejemplo: ¿han visto la pizarra nueva del Universitario? Claro que sí. Fue instalada hace un año, con el objetivo de ofrecer mayor información a los aficionados, poner videos y generar interacción con el público.
En cierta medida, ha sido así. Tanto los Tiburones como los Leones ponen en la pantalla los nombres de quienes están al bate, y el Caracas la ha utilizado para «el momento del beso», un guiño que copia lo que sucede en las grandes ligas y la pelota mexicana, y que al parecer ha calado bien entre el público, especialmente desde que le pusieron música de fondo.
Es inconcebible, sin embargo, que ambos clubes aún no tengan la fotografía de todos sus peloteros, no digamos ya que de los visitantes. En el lineup sabatino de los melenudos, al menos cuatro jugadores, incluyendo a Josh Kroeger, nada menos, y hasta al pitcher abridor de ese día por el equipo local, aparecían sólo de nombre y apellido, sin sus rostros al lado de sus estadísticas.
¿Qué queda para los equipos visitantes? En series del Caribe hemos visto cómo los encargados de las pizarras van con una cámara digital antes del primer juego de cada equipo, retratando a todos los peloteros y pidiéndoles sus datos biográficos elementales. En tiempos en que la tecnología permite cargar esa data de modo rápido y fácil, incluso yendo a internet, es inconcebible que sigan pasando las semanas y que el público de la capital no reciba la información completa que se merece. Sobre todo, es un desperdicio, ya que los recursos están allí. Es sólo cuestión de ponerle un poco de cariño y algo menos de imaginación.
Cuando decimos información, nos referimos tanto a la parte gráfica como a la estadística.
La pantalla del Universitario es usada para colocar los números que ese día ha conseguido cada bateador en turno. Sugerimos seguir el ejemplo que las grandes ligas dan y poner tanto lo que han hecho en el encuentro como sus numeritos globales en el campeonato, al menos los jonrones, empujadas, anotadas, robos y average. Quisiéramos más (promedio de embasado, slugging), pero por algo hay que empezar. Y el contraste sería inmediato, como ocurrió cuando pusieron canciones rosas como música de fondo en «el momento del beso», en lugar de dejar al animador tratando de colorear el episodio.
Nos gusta el panorama que encontramos al entrar al Universitario poco después del mediodía, los fines de semana. Ver la alegría de los niños que toman prácticas de bateo, saltan en inflables y participan en actos de recreación nos sirve para comprobar que la idea de Leones y Tiburones ha sido positiva.
Alguien nos comenta que no es acertado, por otra parte, el cambio de uniforme de algunas escuadras. Choca, la verdad, ver una gorra del Caracas con la visera roja, o una camiseta del Magallanes con azul pálido, en lugar del azul profundo que ha caracterizado a esa institución.
Entendemos las estrategias de mercadeo, salvo en algunos casos inexplicables (¿por qué los Cardenales, en su intento por evitar las copias piratas, permiten diseños estrambóticos, como esa camisa roja con vivos blancos que dice tan poco del tradicional buen gusto de la organización?).
Compartimos la idea de renovar los uniformes y sacar provecho de ello, pero sin olvidar que las grandes instituciones en el mundo mantienen un diseño base que se convierte en el mayor símbolo de la divisa.¿Cuántas veces han cambiado de uniforme, cuántas gorras diferentes han vestido los Yanquis de Nueva York?
Publicado en El Nacional, el lunes 9 de noviembre de 2009.