Votar por el Manager del Año implica aplicar una dosis de subjetividad, así se reduzca el espectro al magallanero Carlos García y al caraquista Dave Hodgens
Votar para el Manager del Año requiere una dosis de subjetividad.
Un piloto, en rigor, no gana ni pierde, a menos que sus peloteros ejecuten bien o dejen de ejecutar las jugadas ordenadas. Claro que hay aspectos resaltables: la táctica de cada estratega, su manejo del pitcheo, su capacidad para motivar y sacar lo mejor de su nómina. Todo esto se refleja en los resultados: el éxito, a fin de cuentas, es la mejor medida de un buen dirigente.
La falta de éxito hizo que descartáramos a los tres eliminados: Buddy Bailey, el campeón defensor, Luis Sojo y Omar Malavé.
Apelamos a otro cedazo para reducir la lista: el contraste con la campaña anterior. Eduardo Pérez tuvo nuestro voto en la 2008-2009, porque como técnico debutante condujo hasta la clasificación una escuadra joven, con un inexperto staff de lanzadores al que manejó con tino. Pérez avanzó a los playoffs nuevamente, pero con mayores dificultades. Si esta campaña no fue igual o mejor, no podemos darle de nuevo nuestro voto.
Luis Dorante tiene un caso interesante, porque está en la postemporada con un club, los Bravos, que no fue favorecido en los análisis iniciales y a pesar de un calamitoso bullpen.
También lo tiene Carlos Subero, pues sus Tiburones nadaron siempre contra una corriente causada por los problemas defensivos y el cuerpo de lanzadores con el peor registro colectivo de la zafra; épica fue la remontada de sus dirigidos en aquel choque que perdían en Margarita 15 por 6 y que terminaron ganando 18 por 17, como épica también fue la carrera que emprendieron desde entonces, hasta clasificar relativamente desahogados, en la tercera casilla.
Pero incluso Dorante y Subero no alcanzan la medida de éxito que impusieron dos pilotos debutantes en la 2009-2010, si contamos a Dave Hudgens como debutante, por tener casi 15 años sin conducir una novena y por sólo haber dirigido interinamente a los Navegantes en un breve lapso de la 94-95.
Hudgens, con Caracas, y Carlos García, con Magallanes, compartieron la primera posición de la eliminatoria y prácticamente disputaron un campeonato particular, al menos hasta el 23 de diciembre.
Tuvieron puntos comunes: el buen manejo del bullpen, por ejemplo, y la capacidad para sacar provecho a nóminas pobladas de talento, en ocasiones excesivo, si se quiere.
El talento puede ser un peligro si no se administra, como quedó demostrado con los turcos en la campaña anterior.
Hudgens tuvo especial superabundancia con los Leones y la movió con brillantez, dando juego a su banca y permitiendo que en un lineup poblado de estrellas e importados compartieran protagonismo Raúl Padrón, José Duarte, Eduardo Pérez y Marwin González, Jackson Melián y Carlos Maldonado.
Tuvimos la ocasión de verle mucho más y por eso le conocemos mejor; el estadounidense es, en nuestra opinión, el mejor estratega del torneo. Tuvo momentos de inspiración, al poner a Josh Thole como primer bate o a Josh Kroeger en el center. Pero medidas como esas no fueron corazonadas, se debieron al estudio del material disponible: elaboró sus lineups tomando en cuenta OBP y slugging, dejó robar a sus corredores cuando las duplas de pitcher y catcher tenían pobres porcentajes de éxito ante los rivales, dirigió con sensatez y no agallas.
Votamos, sin embargo, por García, porque además de las virtudes ya dichas, el “Almirante” tomó una divisa eliminada hace 12 meses, consumida y dividida por las pugnas intestinas. Cambió todo eso, gracias a su apuesta por la sangre joven y a un correcto manejo de la cueva y de la alineación. Fue el técnico de mayor impacto y por eso le votamos como Manager del Año.
Publicado en El Nacional, el lunes 4 de enero de 2010.
