Así dijo adiós Ozzie

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El nuevo manager de los Marlins no descarta algún día regresar a los Medias Blancas

ESPNdeportes.com

CHICAGO — Joey Cora entró a la oficina de Ozzie Guillén, en el US Cellular Field y lanzó una advertencia a los dos periodistas venezolanos que aguardaban por él, la tarde del lunes: «Ozzie tiene lágrimas en los ojos. Nunca lo había visto así».

El estratega venezolano entró segundos después. Dijo unas palabras y la voz amenazó con quebrársele. Revolvió entre sus cosas, buscando algo. Kevin Hickey, uno de sus técnicos, cruzó la puerta y le abrazó.

«Buena suerte, hombre», exclamó Hickey. «Buena suerte».

Uno de los presentes hizo una pregunta a Guillén, quien respondió, encogiéndose de hombros y con el acento con que siempre ha dicho lo bueno y lo malo: «Que se lo pidan a Buddy Bell. ¿No va a ser el nuevo manager de este equipo?».

Apenas 10 minutos antes del episodio, ningún pelotero sabía lo que estaba por suceder. Y hasta quienes sabían quedaron mudos al escuchar al ex campocorto decir a sus hombres que su carrera de ocho años al frente de los Medias Blancas llegaba a su final.

«Ozzie nos lo había comentado hace algún tiempo, pero igual fue impactante oírlo hablar y verle llorar», confesó el coach Omer Muñoz, su compatriota. «Estoy sin palabras. En shock».

La cueva de los Medias Blancas se nutrió torneo tras torneo del estilo fiero y la personalidad flamígera de Guillén, pero el deterioro de su relación con el gerente general Ken Williams tensó también el ambiente en el clubhouse.

«Eso fue un fastidio», comentó un miembro del roster patiblanco. «Era lo último que uno quería leer en los periódicos. Los dos tirándose cosas todos los días».

Guillén dijo adiós a su modo y con un toque de clase. Con una lección de inteligencia y etiqueta beisbolera.

El hombre que desde 2004 repitió que la carrera de todo manager termina con el despido encontró el modo de irse sin ser despedido. «Con la frente en alto», subrayó en su conferencia de prensa.

La figura que animó las páginas deportivas de los diarios en Chicago durante casi una década se presentó al salón de conferencias del US Cellular Fied con una gorra de los Tiburones de La Guaira, la escuadra con la que saltó al profesional en Venezuela. «Soy fanático de los Tiburones hasta la muerte», terció.

El piloto a quien Williams intentó botar no una, sino dos veces, de acuerdo con reportes nunca desmentidos del Chicago Sun-Times, tuvo correctas palabras de despedida para con la organización y el ejecutivo que pidió el permiso del dueño Jerry Reinsdorf para sacarle de la divisa.

«Y yo no soy políticamente correcto, no soy así», advirtió Guillén, ya a la medianoche, en la intimidad de una oficina en la que sólo permanecían sus hijos Oney y Oswaldo Jr., el vicepresidente de La Guaira, Antonio José Herrera, y uno de los periodistas venezolanos a quienes había pedido permanecer discretamente en el recinto a las 6:00 de la tarde, cuando el resto de la prensa había sido desalojada del vestuario y él se disponía a informarle a sus peloteros que estaba por marcharse.

«Me fui de Florida y no quemé ningún puente, por eso puedo cruzarlo otra vez, relató. «Y mi relación con (el dueño de los Medias Blancas) Jerry Reinsdorf es demasiado grande como para embarrarla y quemar un puente sin razón. La gente aquí sabe por qué me voy».

El piloto ganador de la Serie Mundial de 2005 no va a decir más que eso. Inquirido sobre cuándo contará lo que realmente pasó entre él y Williams, el verdadero elefante rosado que deambuló por el estadio de la calle 35, expresó, simplemente: «Estoy esperando que alguien la embarre. Cuando a mí me tiran, yo respondo».

El otrora ganador del Guante de Oro no descarta protagonizar algún día un tercer capítulo en la zona sur de Chicago, como los que inició en 1985 como pelotero y el 2004 como entrenador.

«Seguro», admitió. «Sería lo máximo volver a dirigir a los Medias Blancas».

Guillén aún tenía los ojos enrojecidos cuando el lunes pisó las 12:00 y pasó a ser el martes. Había, sin embargo, mantenido su promesa pública de no soltar una lágrima más que aquellas que dejó en el clubhouse, al hablar con sus ahora ex dirigidos.

«No había visto algo así en toda mi carrera», soltó Omar Vizquel, el jugador de mayor edad en la cueva de los patiblancos. «Fue muy impresionante ver a llorar ante nosotros a alguien con la trayectoria de Ozzie, alguien que ha hecho tanto por este equipo y esta organización».

Alguien, aparentemente un enviado del propietario de los Marlins, Jeff Loria, trataba de comunicarse con Guillén a través de su hijo Oney, mientras el ex shortstop terminaba de explicar sus emociones.

«Dile que mejor nos vemos mañana en el aeropuerto», pidió el técnico Mirandino.

Y dicho esto, se marchó a abrazar en casa a su esposa Ibis y a llenar las últimas maletas, antes de salir hacia Florida.

Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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