El pitcher que llegó a ser considerado como el relevista más efectivo y durable de Venezuela, entre los años 60 y 70, fue víctima de un ataque al corazón. Llegó a las grandes ligas, donde hasta dejó un récord para criollos, y estaba esperando su exaltación al Salón de la Fama de Valencia, tras ser proclamado inmortal el año pasado
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| Roberto Muñoz |
Roberto Muñoz labró su carrera en el beisbol venezolano sobre las bases de un brazo durable y nervios de acero, capaz de manejar las situaciones de presión en los últimos innings de cada encuentro, lanzando para equipos contendores.
El caraqueño de 71 años de edad, figura del Valencia, los Tigres y, más brevemente, Magallanes, Llaneros, Cardenales y Leones, estaba a la espera de coronar su trayectoria como nuevo miembro del Salón de la Fama del Beisbol Venezolano, tras ser elegido en 2011, pero un ataque al corazón impedirá que esté de cuerpo presente en el pabellón de los inmortales, donde quedará la memoria de su característica personalidad y su calidad sobre la loma.
Muñoz lanzó 57 encuentros en las mayores en una época en la que los grandeligas criollos se contaban con los dedos de las manos, entre 1967 y 1970.
Vistió los colores de los Atléticos en Kansas City y luego en Oakland, además de defender a los Padres y los Cachorros. E igualó un récord en la gran carpa: en su primer turno al bate sacudió un jonrón.
Muñoz fue el único elegido a nuestro Salón de la Fama por el Comité Histórico en 2011. Resultó el más votado, luego de que su trayectoria fuera cotejada con las de Cito Gaston y Elio Chacón.
Al poco de conocerse aquella noticia hablamos con él.
“Me quedé con la boca abierta, no esperaba que me eligieran”, soltó en Maracay, a través de su teléfono celular. “Esto tiene un significado muy grande para mí. Ser tomado en cuenta y entrar junto con esas estrellas es gran honor. Me honra muchísimo”.
Muñoz hizo carrera primeramente como abridor de los Industriales y llegó a las mayores en 1967, con los Atléticos de Kansas City. De su paso por la gran carpa, que terminó en 1970, escogió dos momentos inolvidables.
“La primera anécdota es haber bateado jonrón en mi primer turno, y con tres en las bases”, citó. “Y recuerdo también un cero que saqué ante 43.000 personas, con los Cachorros, contra los Expos. Ese año Chicago me subió para darme el trabajo (en el bullpen) de Phil Regan”.
El hombre que sorprendía al legendario manager Leo Durocher por su afición a tomar leche en el clubhouse fue el primer lanzador en la LVBP con al menos 50 victorias y 50 salvados. Lideró el circuito en rescates hasta la aparición del también inmortal Luis Aponte y dejó 3.05 de efectividad en 17 campeonatos.
Paz a su alma.
Contiene extractos de la nota que publiqué en El Nacional, el miércoles 14 de septiembre de 2011.
