Los umpires robot, la pesadilla de unos y el sueño de otros en el beisbol de cualquier nivel, estarán más cerca que nunca de las Grandes Ligas en 2022.
Un reporte publicado por la agencia The Associated Press esta semana señala que los radares para determinar los strikes y las bolas estarán en uso este año en Triple A.
Será solo una prueba y no ocurrirá en todos los estadios. Pero igual será la movida más ambiciosa de la MLB en su proyecto para estandarizar la zona de los árbitros en el home.
Los umpires robots se han usado en otras categorías, con resultados mixtos.
La nota recuerda que el principal problema experimentado en la Arizona Fall League, en 2019, ocurrió con los pitcheos quebrados. Las rectas, al parecer, son más fáciles de seguir por la tecnología empleada.
La Atlantic League, un circuito independiente asociado a la Gran Carpa, fue la primera en experimentar con los umpires robot, a partir de julio de 2019.
Ocho de los nueve estadios de la Liga Sureste, en Clase A baja, tuvieron umpires robot en 2021.
No hubo pruebas en 2020, al ser canceladas las Ligas Menores debido a la pandemia.
La página web de MLB ha abierto una oferta de empleo para reclutar interesados en operar el sistema computarizado en 11 estadios de Triple A, lo que representará el nivel más alto al que hayan llegado los umpires robot hasta ahora.
¿CÓMO FUNCIONA?
Los árbitros de home llevan un iPhone en el cinturón, que recibe exactamente la misma data que el sistema TrackMan genera para las pantallas en las transmisiones de TV.
Los radares que se usan en las Grandes Ligas para ese fin son de altísima precisión. Pero el oficial a cargo debe ver bien cada lanzamiento, pues tiene la obligación de corregir a la máquina si esta comete un error obvio.
Por ejemplo, si un pitcher tira un piconazo y la bola, al rebotar, pasa por zona buena, TrackMan cantará strike. El umpire debe entonces intervenir y sentenciar bola.
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DATO. La MLB planea probar los umpires robot también en juegos del próximo Spring Training, de acuerdo con The Associated Press.
Por Ignacio Serrano
