EL EMERGENTE

Por Ignacio Serrano

Varios días han pasado desde que Tigres y Tiburones acordaran otro cambio en la LVBP, el tercero entre ellos este año, y todavía no le dábamos un vistazo aquí, para analizar lo cada uno ganó y perdió en esta transacción. Así que aquí vamos.

Yolmer Sánchez (ahora Carlos Sánchez, según él mismo, al parecer, ha pedido ser llamado) sale por fin de La Guaira. Y tan rumorada fue esa despedida, durante años, como esperado era su pase al equipo de su estado matal, Aragua.

Este canje tiene varias lecturas. Por un lado, la inevitable ruptura –llamémosla así– entre el grandeliga y su organización original. Por otra parte, el precio pagado por él, lo que reciben los litoralenses. Lo subjetivo y lo objetivo en ida y vuelta.

Sánchez es uno de esos bigleaguers que se distanció de la divisa en los últimos dos lustros. Algunos han salido ya, en anteriores pactos. Otros pocos aceptaron la reconciliación, al estrenarse la nueva gerencia general guairista. Y el antiguo ganador del Guante de Oro parecía estar en ese segundo grupo.

Pero el nativo de Maracay no tuvo el rol protagónico que habría esperado recibir del manager Henry Blanco en su esperada reaparición. Es verdad que otros infielders se adueñaron de sus posiciones favoritas. Alcides Escobar se quedó con la intermedia y Maikel García con el short. Así que él terminó en tercera base, y finalmente quedó limitado a un rol de corredor emergente y jugador de la banca al arreciar los playoffs.

Desde lejos no pareció terminar feliz. Y su rol secundario anticipaba este adiós.

Con los Tigres, en cambio, recibirá el papel que desee. Es oriundo de Maracay, sus familiares y amigos podrán ir a verle al estadio José Pérez Colmenares y ya una vez recibió profusos aplausos allí.

Aún resuenan sus estacazos cuando ayudó a los rayados a ser campeones en la 2015-2016, en calidad de refuerzo.

En Aragua están reandando el camino que siguiera la anterior directiva. El veto de la OFAC les llevó a entregar prospectos y grandeligas. Pero las circunstancias han cambiado. Ahora sí quieren sumar jugadores con ese perfil, sobre todo aquellos que ahora mismo están disponibles en la MLB y también en Venezuela.

Sánchez ya probó el año pasado que está dispuesto a jugar en la LVBP. Es un bateador de mucho respeto en esta liga y su defensa es de alto nivel. Los Tigres ganan mucho con él. Es el tipo de pelotero por quien vale la pena entregar un par de buenoa talentos. En teoría, los felinos tienen poco que perder y bastante que esperar en el corto plazo con este movimiento.

Así que parecen claras las motivaciones que le llevaron a salir de La Guaira y por las que era tan deseado en la Ciudad Jardín.

¿Y el precio por él pagado? Un pircher Triple A y un patrullero Clase A. Suena bien, a priori, porque un lanzador de esa categoría es perfecto para la LVBP. El más reciente ejemplo lo acabamos de ver en Mario Sánchez, ganador del Pitcher del Año con las Águilas del Zulia.

Ángel Macuare es el pitcher. Sus números no se parecen mucho a los que tenía Sánchez antes de estrenarse con los rapaces. Tiene 5.08 de efectividad de por vida en las Ligas Menores, con 4,8 bases por bolas por cada 9.0 episodios.

El problema de este guayanés es el descontrol. En la medida en que ha entregado muchos boletos, ha inflado sus registros. Además, no tiene un historial impecable en el importante renglón de los jonrones recibidos.

Macuare, pese a eso, despierta interés en su organización. No es poca cosa que le tengan ya en Triple A, a las puertas de las Grandes Ligas, y su media de 9,9 ponches por cada 9.0 innings es excepcional. Es uno de los 40 mejores prospectos de los texanos y los scouts destacan su buena curva y la potencia de su recta. Si puede dominar el cambio y tira más strikes, hallará el camino del Big Show y será muy útil en el corto plazo para los Tiburones.

Si el serpentinero es capaz de convertirse en miembro estable de la rotación de La Guaira, el canje estará bien pagado. Porque un abridor de calidad vale oro en la pelota invernal. Eso sí, no se trata de algo ya garantizado. El derecho de Puerto Ordaz tiene que demostrar que es capaz de sacar outs, reduciendo el número de corredores en circulación.

El patrullero que le acompaña rumbo a la capital es el quiboreño Luis Felipe Rodríguez, un joven veinteañero que no ha rendido al nivel de las expectativas, al menos hasta ahora.

Firmó hace apenas tres años, con la promesa de poder desarrollar fuerza y defender el center. Si lograra esa combinación, sería una fiesta.

Pero Rodríguez no ha conseguido batear. Su línea de .229/.334/.358 es pobre, hasta ahora, después de tres justas. Se encuentra en Clase A baja, categoría en la que los Dodgers le han hecho repetir.

Hay cosas para rescatar en el jardinero larense, sin embargo. Disparó 11 jonrones en 2022, lo que es positivo para alguien en apenas su segunda justa como profesional. Aunque no ha enseñado mayor cosa como robador, casi la mitad de sus innings a la defensiva han sido en el centerfield. Y acumula 20 asistencias en 136 juegos, una cantidad superlativa.

A eso hay que agregar sus 20 dobletes de la pasada justa y esas 65 bases por bolas que hablan de su potencial para desarrollar capacidad selectiva en el home.

En Los Ángeles probablemente seguirán apostando por él un par de años más, cuando menos, así que le queda tiempo para desarrollar sus herramientas. Pero está claro que los salados tienen aquí una apuesta, más que una garantía. Habrá que esperar.

Los Tigres no entregaron prospectos preciados para adquirir a una figura ya hecha, a quien deseaban tener desde hacía mucho tiempo ya. En cierto modo, parecen llevarla más seguro en este pacto, aunque al final solo los hechos hablarán. Para los Tiburones, en cambio, todo depende del desarrollo que logren sus nuevas piezas. Al menos con Macuare están relativamente cerca de conseguir lo que también buscaban con fruición.

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(Ignacio Serrano)

Fotos: Captura de MLB Network y @cchooks

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