Un recuerdo a Manny Acta, su accidentado paso por Venezuela como manager de los Leones y el final feliz que vivió en el Universitario, antes de volver a EE UU
Manny Acta se puso en pie, en la tribuna central del Universitario, y por primera vez en su vida recibió el aplauso de la fanaticada caraquista.
Casi diez años después de despedirse de Venezuela, con dos malas temporadas a cuestas y un futuro enorme, el quisqueyano cautivó a la afición con la confesión que hizo a través del sonido interno: «Fue una bendición dirigir a los Leones».
Fue una corta arenga. Pero el piloto de los Indios de Cleveland sabe cuándo decir la palabra justa, y no todos los días se tiene a un estratega de grandes ligas sentado en el parque, confundido entre el público.
Fue el colofón de la visita de dos días que Acta dispensó a la capital, en la búsqueda de su coach de bateo. Su tarea principal se completó, con la inminente designación de Jon Nunnally, coach de bateo de los melenudos. Aunque quizás no esperaba completar otra meta: recibir el afecto de la gente. Y fue grato escuchar desde el palco de prensa cómo el batir de palmas cerraba un capítulo que comenzó por accidente, en 1999.
Acta fue contratado por Óscar Prieto Párraga para ser manager del Caracas. La idea era que trabajara primero como coach, un par de temporadas, que conociera la liga y tomara experiencia, antes de recibir al equipo. Era un treintañero que daba sus primeros pasos como estratega, en la sucursal de los Astros en clase A avanzada.
Si John Stearns no hubiera sido despedido por sus desatinos, el dominicano no habría sido forzado a adelantar su debut y su historia con los capitalinos ha podido ser otra. Aunque no fue su inexperiencia, sino la falta de herramientas, lo que le impidió clasificar en sus dos participaciones en el circuito.
«Podíamos hacer 11 carreras y no eran suficientes; fuimos líderes en bateo de la liga y quedamos eliminados», recordó, sin acritud.
Escucharle en el Universitario fue revivir buenos recuerdos, al menos en nuestro caso.
Acta confesó que en Venezuela aprendió a tratar con la prensa, a lidiar con el público, a dirigir un equipo con figuras de grandes ligas y a darle al pitcheo la importancia que merece, lo que le ayudó luego a ser campeón del Caribe con los Tigres del Licey, a conducir a su país en el Clásico Mundial y a llevar las riendas de los Nacionales de Washington.
Con él aprendimos también parte de nuestro oficio; las conversaciones vespertinas con Acta, preguntándole por sus decisiones y movimientos, en un tiempo en que la prensa no interrogaba sistemática y diariamente a los estrategas, sino sólo de cuando en vez, ayudó a pulirnos como reporteros y a separar los roles de analista y aficionado al beisbol. Por eso le recordamos tan bien.
Acta dejó frases sin desperdicio. «Aquí comenzó todo para mí», titulamos el viernes. Pero hubo más. Como cuando dijo: «Me encantan los pollos de Arturo’s, pero no podía entrar a comer, debido a la fanaticada caraquista». O: «Yo le debo todo a Venezuela. Y le debo como 20 victorias a los Leones». «Antes de ir al Licey y lidiar con un Luis Castillo, ya lo había hecho aquí con Alex González; antes de dirigir a los grandeligas dominicanos, ya había dirigido aquí a Bob Abreu y Ugueth Urbina. Mi experiencia con el Caracas permitió tener éxito luego en Dominicana y poder dirigir en el Clásico Mundial».
Sobre Oswaldo Guillén: «Primero fue Felipe Alou, quien nos abrió las puertas a todos. Luego Ozzie ganó una Serie Mundial; él es nuestra inspiración para ganarla también».
Sus mejores palabras fueron para los Leones: «Los sigo todos los años. Fui bendecido por haber podido dirigir a dos de los más grandes equipos del Caribe: Caracas y Licey».
Ojalá le vaya bien en Cleveland. Lo merece.
Publicado en El Nacional, el domingo 6 de diciembre de 2009.