El zurdo se despide hoy con su séptima apertura. El estadounidense extraña a su hija de cinco meses de edad, pero se lleva el recuerdo de la afición
Sam Narron tiene muchas cosas que contar de su estadía en Venezuela. Por eso hoy experimentará “un sentimiento agridulce” al despedirse de la afición de los Leones, en su séptima apertura de la temporada.
“Este es un país para volver en vacaciones”, sonrió el enorme y delgado lanzador zurdo, de casi 2 metros de estatura. “Margarita es segunda de nadie y Caracas es una ciudad extraordinaria”.
Narron llegó en la primera avanzada de importados. Venía de jugar dos años en República Dominicana y deseaba comprobar dónde se ubica esta liga con respecto a Quisqueya. El balance fue positivo.
“La mayor diferencia está en los aficionados”, explicó. “Allá también son excelentes, muy ruidosos, pero acá son más. Quiero decir, acá vienen 15.000 en cada juego. Eso es increíble. Amé la experiencia”.
Una parte del ex grandeliga no desea marcharse, pero otra sí.
“Es un sentimiento agridulce”, describió. “He disfrutado mucho estar aquí, tengo grandes compañeros e hice nuevos amigos. Me voy cuando el equipo está ganando, pero mi hija Lillie Scott nació en junio y no estuve con ella porque estaba en plena temporada (en triple A, con Milwaukee). Quiero quedarme, pero también estar con mi familia”.
Narron no espera algo distinto en su presentación final contra los Tigres, en Maracay. “Trataré de hacer lo mejor para que el equipo pueda ganar”, precisó. Tampoco el manager Dave Hudgens espera grandes diferencias.
“No voy a acabar con su brazo”, bromeó el estratega. “Hará unos 90 pitcheos y llegará hasta donde nos pueda llevar. Ha hecho un buen trabajo, dominando las esquinas y mezclando sus envíos quebrados. Me gustó su cambio de velocidad”.
Narron estuvo en las mayores con Texas, en 2004. Aun con ocho años como profesional, dice haber recogido aprendizajes. Y quedó contento. No duda en responder: “Claro que quiero regresar”.
Publicado en El Nacional, el viernes 19 de noviembre de 2010.