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La nueva Ley del Deporte (I)

La polémica acerca del nuevo instrumento legal, que actualmente discute la Asamblea Nacional, nos llevó a leer el proyecto y analizarlo desde la perspectiva del beisbol, y especialmente la pelota profesional. Publicaremos nuestra impresión en varias entregas

Hemos escuchado tantas cosas sobre el proyecto de Ley del Deporte que quisimos leerlo completo, a fin de tener una opinión propia e independiente acerca del papel de trabajo sobre el cual se basa la Asamblea Nacional para preparar el ordenamiento legal que derogará la Ley actual, vigente desde 1995.

De la lectura nos quedaron algunas certezas y unas cuantas dudas, pues hay vacíos y definiciones que necesitan ser estudiadas nuevamente, a fin de evitar las contradicciones, injusticias y asertos cuya base pareciera hundirse en el poco conocimiento del área o en la pervivencia de lugares comunes, hace mucho superados.

El proyecto, por ejemplo, traza una raya entre los atletas y los deportistas profesionales, dejando en claro que los segundos son una cosa, distinta a los primeros.

Los atletas forman parte de selecciones estadales y nacionales, dice el documento, en tanto que los deportistas profesionales son quienes cobran una remuneración por competir.

Allí, tan temprano como la segunda página del proyecto de Ley, comienzan las paradojas.

El legislador ha obviado que desde 1980, a instancias del propio Comité Olímpico Internacional, comenzó un proceso que conllevó a la aceptación plena del profesionalismo, debido a un hecho irreversible: es imposible trazar una línea divisoria entre el amateur y el profesional, cuando de alta competencia se trata.

Profesional es quien recibe un sueldo, pero también quien es mantenido de otros modos —becas, por ejemplo— para que pueda seguir practicando una disciplina y participar en sus distintas competiciones.

En Cuba, como antes en la Unión Soviética y en el resto de los países socialistas, no existe ni existió deporte profesional. Pero sus atletas tuvieron y tienen la facilidad para entrenarse a tiempo completo, que era y sigue siendo el único modo de sobresalir en la híper competitiva escena internacional.

Una estrella como Javier Sotomayor podría tener un trabajo como profesor de educación física, por ejemplo, pero sus responsabilidades y horarios no eran comparables a los de un profesor a tiempo completo, lo cual es lógico; ¿cómo, si no, Sotomayor habría podido ser campeón mundial y recordman en salto alto? Su trabajo era una coartada. Además, cobraba premios por ganar un Grand Prix. Y está bien.

El olimpismo que fundó el barón Pierre de Coubertin, a finales del siglo XIX, permitía una dualidad romántica, pero el sistema se convirtió en una hipocresía con el correr del tiempo, al consolidarse el deporte de alta competencia como un espectáculo de masas y al convertirse, por otro lado, en un arma para intentar demostrar que un país y un sistema son mejores que otros.

Este detalle, aparentemente banal, signa el proyecto desde su inicio. Quizás por un asunto ideológico o por desconocimiento de la realidad (algo inexcusable, esto último; si nos permiten una infidencia, la tesis de grado de este columnista versó sobre esa definitiva e irreversible transformación del espíritu olímpico ¡y fue escrita en 1988!).

Para este papel de trabajo, Félix Hernández es un deportista profesional, por cuanto cobra un salario por jugar beisbol. Pero Hernández formó parte de la selección nacional en el Clásico Mundial y posiblemente vuelva a hacerlo. Quiere decir que también es un atleta, según ese artículo 5. ¿Ven la contradicción?

Lo mismo puede decirse de casos como Greivis Vásquez y José Manuel Rey, y así sucesivamente, ad-infinitum.

Hay propuestas interesantes en lo que leímos, pero abundan paradojas como la descrita.

Habría que comenzar por desideologizar el proyecto, pues allí radican sus mayores defectos, un asunto que abordaremos en nuestra siguiente columna. Después de todo, para nosotros es un tema tan apasionante como vital.

Publicado en El Nacional, el domingo 26 de junio de 2011.

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Ignacio Serrano
Ignacio Serranohttps://elemergente.com/
Soy periodista y actor, y escribo sobre beisbol desde 1985. Durante 33 años fui pasante, reportero y columnista en El Nacional, ESPN y MLB.com, y ahora dirijo ElEmergente.com. También soy comentarista en el circuito radial de Cardenales de Lara y Televen. Premios Antonio Arráiz, Otero Vizcarrondo y Nacional de Periodismo.

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