El emergente

El caso Torrealba, el arbitraje y la posición del Caracas

El caso Yorvit Torrealba quedó cerrado, pero su eco no debe cesar.

La sanción, necesariamente ejemplarizante, fue impuesta con el objetivo de que nadie vuelva a incurrir en semejante falta. Es una posición frente a la violencia de cualquier tipo. En adelante, esta debe ser la vara con la que se mida toda transgresión, venga de donde venga.

Pero quedan reflexiones por hacer.

Al pasar la última página, habría sido gratificante que la directiva de los Leones hiciera lo mismo que hicieron los Rangers, que llamaron al pelotero, le pusieron con un periodista de la organización y le ayudaron a elaborar una disculpa, que ellos mismos repartieron entre la prensa estadounidense.

Todo lo que hizo Torrealba en Venezuela pareció iniciativa propia (bien por él, que asumió su responsabilidad y tuvo una actitud constructiva e intachable después de su error). No hubo ejecutivos a su lado cuando declaró y, al ser interpelado sobre el caso, el presidente del equipo, Luis Ávila, dijo: “El problema fue resultado de una acción personal, con la cual es obvio no podemos solidarizarnos, a pesar de su hidalguía al reconocer su error”.

En el resto de la declaración oficial, habló de la calidad del arbitraje venezolano. Ávila advirtió que no estaba justificando lo ocurrido —y estamos seguros de su legítimo interés por mejorar el nivel de los umpires—, pero no deja de ser significativo que, ante la pregunta sobre la posición de los melenudos, respondiera con 198 caracteres sobre la agresión del careta a Darío Rivero hijo y 1.371 caracteres sobre el arbitraje.

Tomamos este punto, porque es coincidente la queja en muchos aficionados: hay que mejorar a los umpires. ¿Y saben qué? Se está haciendo.

Hay hechos concretos: hoy tenemos un juez de grandes ligas (Manuel González), uno que ya alcanza triple A (Carlos Torres), dos que subirán de novatos a clase A este año (Robert Moreno y Jorge Terán), otro en México (Darío Rivero hijo), uno más que acaba de ganar una beca para probar en las menores (David Arrieta) y la mayoría de los que se quedan trabajan en la Venezuelan Summer League, en lugar de tener que vender seguros o dar clases de inglés en el receso entre temporadas.

Eso no existía hace 10 años.

¿Qué siguen cometiendo errores? Son humanos y los cometen hasta en la gran carpa. Pero el nivel y el profesionalismo han crecido.

Antes veíamos un juego al día por TV y ahora son dos y hasta tres, lo que aumenta el nivel de exposición y amplifica los fallos. Pero el hecho de que la liga les busque carrera en las menores, que se preocupe por su formación y se haya contratado un supervisor como el internacional Jorge Bauzá, son pruebas de que vamos en el camino correcto, en ruta a algún día tener un arbitraje ideal.

Eso, sin contar con que se les evalúa y sanciona, igual que a los peloteros.

Los equipos pueden ayudar, si están dispuestos a pagar el viaje de más árbitros venezolanos a cursos en Estados Unidos y aprobar un presupuesto para que vengan a la LVBP más umpires extranjeros y que sean todos de triple A. Lo que corresponde al circuito, lo que pueden manejar José Grasso, Yocoima Mata y Domingo Álvarez, lo están manejando con el ojo puesto en el futuro y lo están haciendo bien.

Queda un último punto con Torrealba y es la responsabilidad que todas las partes tenemos para erradicar la violencia.

Hace un año se habló de realizar una campaña en pro del juego limpio y la deportividad, se habló de que los equipos instaran a sus fanáticos a ser mejores con sus peloteros y con los rivales, pero no hubo campaña y terminamos con un loco lanzándose al campo para encarar a un umpire, más esta situación engorrosa con Torrealba. Ya basta.

Enseñar al público a aplaudir más e insultar menos no es una herejía, cuesta poco esfuerzo, ayudará al espectáculo y servirá para construir un mejor país. Es un tema crucial, sobre el que volveremos en otra entrega.

Publicado en El Nacional, el lunes 3 de enero de 2012.