EL EMERGENTE

Por Ignacio Serrano

6 de septiembre de 2022

Por fin se dio uno de los cambios más rumorados en la LVBP durante las últimas semanas. Carlos Rivero, uno de los peloteros emblemáticos del circuito en los pasados dos o tres lustros, fue enviado de Lara a Aragua por el grandeliga Odúbel Herrera. Y toca analizar lo que eso significará para ambos equipos.

¿Por qué se esperaba la mudanza de Rivero? Después de todo, es una figura de prestigio. Ha sido un bate rendidor, con un pasado brillante como defensor de la antesala y excelentes números este año en el beisbol internacional.

Se supondría que alguien así sería inamovible para cualquiera, ¿verdad? O paea casi cualquiera. Sobre todo si se trata de alguien con ética de trabajo y disciplina, un jugador sin historial de conflictos personales y que, además, es oriundo de Barquisimeto, la sede del elenco que ahora lo deja ir.

Pero alguien tenía que salir de Cardenales. Ya en la temporada 2021-2022 fue evidente la sobrepoblación. Los pájaros rojos tenían más peloteros con merecimientos para ser titulares que cupos disponibles en el lineup.

Veámoslo así: es difícil que Juniel Querecuto e Ildemaro Vargas no sean desde temprano la llave de dobleplays. Y a Jermaine Palacios hay que abrirle sitio, debido al poder de su bate y sus manos privilegiadas. Ni siquiera hablamos de los más jóvenes que vienen subiendo o de los grandeligas, que deben llegar en la segunda mitad.

Con Palacios, Querecuto, Vargas y eventualmente Andrés Giménez y César Hernández hay cinco nombres rotundos para tres posiciones. Y ya no quedaban como alternativas para Rivero la inicial y el rol de designado.

Porque el regreso del cubano Rangel Ravelo, la contratación del slugger puertorriqueño Kennys Vargas y la convincente campaña de Pedro Castellano en Triple A cierran esos lugares y hasta obliga a pensar en usar a uno de ellos en el outfield.

Rivero corría el riesgo de quedar en la banca, ante este panorama. Claro que podía abrirse paso a batazos, pero también era posible que terminara como un jugador a tiempo parcial. Y era mejor para él, era mejor para todos, tener el chance de seguir siendo una figura de todos los dias en otra institución.

Sí, regresará al Antonio Herrera Gutierrez y dará más de un tablazo en su antiguo hogar. Es la inefable Ley del Ex. Los fanáticos cardenaleros acaban de vivirlo con Josmar Cordero, otro favorito del público. Pero ante las actuales circunstancias, es lo mejor que podía suceder para él y para la escuadra donde tanto brilló.

Porque el barquisimetano no se va a cambio de nada. Aunque ese es un tema para repasar después. Para ahora la tarea es ver cómo quedan los Tigres con este movimiento.

Parece una contradicción salir de Hernán Pérez para tener ahora que buscar a alguien que ocupe la antesala. Pero ese primer movimiento se hizo para adquirir tres pitchers, a fin de atacar un problema crónico en Maracay.

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Visto de forma conjunta, el par de transacciones puede verse así: Aragua cambia a Pérez y Odúbel Herrera para adquirir a Rivero y a los lanzadores Adrián Almeida, Argenis Angulo y Pedro Rodríguez. Esperan así fortalecer el bullpen y mantener un bate de fuerza en la esquina caliente. En el papel, no se lee mal.

Porque Rivero ofrece un bate de poder, que acaba de acercarse a los 30 jonrones en México, con average bien por arriba de los .300 y casi una empujada por juego. Sus números en la 2021-2022 no fueron malos (.288/.366/.423, con 5 cuadrangulares). Aunque ya cumplió 34 años, sigue siendo respetado en la liga. Y su reciente desempeño con León y Aguascalientes ofrece motivos para la esperanza tigrera.

La edad puede ser un problema a corto plazo, es verdad. Porque todo tiene su final, incluso los deportistas de alta competencia. Las dolencias se hacen más frecuentes. Y ya en su última justa con Lara se vio menos seguro en la tercera base. Es lo natural.

Pero Herrera también carga algo de equipaje. Se va sin haber jugado nunca con los rayados, debido al veto de la OFAC. Y esa misma circunstancia podía mantenerle lejos nuevamente, a él y al propio Pérez, que está rematando a todo tren en la sucursal Triple A de Atlanta.

Cardenales recibe, pues, a un pelotero con historial díscolo. Su conducta y apariencia eran, por decir lo menos, flamboyantes. Terminó en un juzgado de Nueva Jersey, en un proceso de violencia doméstica, y perdió su bien ganado estatus en Filadelfia.

Los pájaros rojos necesitaban reforzar el outfield. Castellanos no es un guardabosques natural, por su corpulencia. Pérez es un súper utility, cuyo principal valor es cambiar constantemente de posiciones. Ahora cuentan con el Torito y Gorkys Hernández, mientras la generación de relevo sigue creciendo, con Robert Pérez Jr. a la cabeza.

Es un movimiento táctico, pero también estratégico. Lara cuenta ahora con dos bastiones sin restricciones: Hernández y Herrera, ambos con potencial ofensivo, velocidad y capacidad para cubrir amplios territorios en los jardines. En teoría, el club occidental gana en ofensiva, equilibrio y profundidad.

Le toca a la gerencia hacer que el equipaje que carga el recién llegado no se convierta en peso ni distracción.

El Torito necesita jugar en el beisbol invernal, para recuperar su sitio en el sistema MLB. De hecho, lo hizo en República Dominicana, al no poder hacerlo en Aragua. Y aunque es cierto que aparentemente superó sus problemas familiares, los crepusculares necesitan que todo en él sea enfoque y deseo de jugar bien al beisbol. Para su fortuna, llega a una organización con un clubhouse ejemplar y un alto mando proactivo en ese sentido. Si se convierte en una parte real de ese grupo, será una ganancia para este y los años por venir.

(Ignacio Serrano)

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