El emergente

Cosas que quedan por resolver en nuestro beisbol profesional

No habrá tres rondas de playoffs. No habrá “perdedor afortunado”. No habrá semifinales directas a siete juegos.

El beisbol venezolano mantendrá su formato, salvo por detalles.

Es posible que la ronda eliminatoria comience el 11 de octubre, en lugar del 12. Es casi seguro que esa fase terminará el 29 de diciembre, en vez del 30. Pero tal ajuste no es nimio.

Los equipos quieren un margen de seguridad para realizar encuentros de desempate o reponer partidos pospuestos que sean necesarios para definir a los cinco semifinalistas. De ocurrir así, ya no se jugaría el 2 de enero, forzando la mudanza de los playoffs, sino que se desempatará el 30.

Está muy bien. La tarea, ahora, es conseguir el mismo margen de seguridad para la postemporada. ¿Es eso posible? Ahora mismo, pareciera que no.

Hay que respetar la decisión de los clubes al buscar un nuevo sistema de competición. Incluso uno que nos resulte antipático, como los que se discutieron esta vez.

Hay que respetar lo que diseñen las ocho organizaciones que integran nuestra pelota, porque si no aseguran ganancias económicas, simplemente se acaba el espectáculo.

La liga es viable porque sólo una o dos escuadras dan pérdidas o están al margen en el debe y el haber. Pero mientras haya una divisa luchando por alcanzar números azules, no habrá la expansión que la afición tanto desea. En tanto el negocio no se incremente, al punto de permitir la división de las entradas entre 10 socios, y que aún así se mantenga el buen rédito para todos, la expansión no será viable.

Por eso hay que respetar esa búsqueda que tiene más de un año, desde que los Leones propusieran, a comienzos de 2011, que se reformara la estructura del calendario competitivo.

No hay que cejar en la exigencia de otros aspectos, sin embargo. Que los equipos analicen y voten si habrá divisiones o no, si habrá round robin semifinal o no, si avanzan cuatro, cinco o seis. Pero que no olviden, ahora que no existen urgencias, ahora que es más fácil olvidar lo malo, que a la serie final, por ejemplo, le urge tener sus dos días de descanso.

O que hace falta diseñar un método de desempate durante los playoffs que no atente contra el espectáculo. Que al preparar la convención anual, que se realizará en mayo, recuerden que casi toda Venezuela estaba durmiendo cuando los Tiburones aseguraron su pase a la final por primera vez en casi tres décadas, en enero pasado.

Escenas como esas tienen que ocurrir en horario estelar y deben ser presenciadas por centenares de miles, sino millones, de seguidores de nuestra pelota.

Las empresas que invierten su dinero en el espectáculo merecen que eso sea así. La gente que durante meses le sigue el pulso al circuito merece que eso sea así.

La liga ha crecido muchísimo, y ciertamente es la mejor de la Confederación del Caribe. Pero el objetivo no debe ser ese, sino emular en lo posible a las mismísimas grandes ligas. ¿O no es lo que todos queremos, algún día?

Una eventual reforma de la Serie del Caribe, en la que ese torneo se dispute en cinco días, en vez de seis, pudiera servir para crear el margen tan necesario que permita reponer el segundo día de descanso para la final, en caso de comenzar el clásico el 3 de febrero y no el 2.

No obstante, y a pesar de la inminente incorporación de Corea del Sur y quizás Cuba, no estamos seguros de que eso ocurrirá.

Toca entonces a las novenas hallar el modo de que los finalistas puedan emplear rotaciones de cuatro abridores y descansar a sus relevistas. Es crucial para aumentar el nivel competitivo, mejorar el espectáculo y hacer que nuestro beisbol, en definitiva, sea mejor.

Publicado en El Nacional.