Walker Buehler puso bajo llave la ofensiva de Tampa Bay, mientras los bates de Los Ángeles castigaban a quien había sido el mejor pitcher de esta postemporada. Los campeones de la Liga Americana están obligados a vencer sin opción en el cuarto juego, si no quieren quedar casi sin posibilidades de ganar la Serie Mundial
Por Ignacio Serrano
ElEmergente.com
Cuando ganan, los Dodgers se ven inmensos. Parecen ser el equipo con mejor pitcheo, bateo y defensa en las Grandes Ligas. Y es que desde julio lo han sido. Por eso es que lucen inmensos, incluso cuando se miden con una novena tan buena como los Rays.
La historia del tercer juego de la Serie Mundial habla más de la potencia de Los Ángeles que de las carencias de Tampa Bay, que a fin de cuentas son pocas, realmente pocas. Walker Buehler amarró por completo a la alineación que golpeó tan fuerte dos días atrás. Charlie Morton cayó herido por los batazos de un lineup que no respetó su impecable andadura en los playoffs. Y al final, apenas el jonrón del cubano Randy Arozarena, uno más para su cuenta, hizo recordar a los californianos que no son intocables, aunque terminaran ganando 6 carreras por 2.
La victoria que da ventaja a los esquivadores 2 choques por 1 tiene valor capital.
Ocurrió ante el brazo más dominante de toda la postemporada, un Morton que llegó a este encuentro con 0.70 en cinco aperturas en este octubre, amén de 2.85 en cinco años que acumula ya en estas instancias.
Se dio, además, la víspera del duelo en el que los floridanos subirán al morrito a su iniciador más discreto, Ryan Yarbrough.
Y pone a los Dodgers en la posibilidad de que, ganando con Julio Urías –y el mexicano tiene 0.56 de promedio en estos playoffs–, quedarán a tiro de un lauro más para conquistar la serie, con Clayton Kershaw y Buehler en la espera para volver a lanzar.
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Justin Turner no dejó que los bahianos disfrutaran al menos un inning en la pizarra. La botó en el primer acto, como tercer bateador del cotejo, y los campeones de la Liga Nacional ya no perderían la ventaja.
El sencillo de Max Muncy empujó dos más en el tercero y el manager Dave Roberts se encargó de conseguir con estilo una cuarta rayita que ya pesaba como plomo, ordenando el toque y el squeez play con Austin Barnes, antes de que Mookie Betts llevara el marcador a 5-0 con otro hit.
Aquel no fue el final de la producción de los occidentales. Pero parecía serlo, claramente, con el modo en que lanzaba Buehler.
El derecho ha dejado lo mejor de esta justa para cuando mejor luce y más hace falta. Tenía 1.50 de efectividad en esta postemporada y trabajó sin hits hasta el quinto, cuando recibió su único arañazo, producto de un doblete de Manuel Margot y un imparable de Willie Adames. Y ya. Nada más.
Terminaría, Buehler, con seis tramos de tres hits y esa solitaria anotación. Repartió 10 ponches y entregó un boleto. Hizo creer que los Rays son un club débil. Y se fue a las duchas después de que Barnes pusiera el último clavo del ataúd, con su vuelacercas del sexto.
El bullpen hizo lo demás, casi sin fallas. Apenas Arozarena apareció en el noveno para establecer un punto ante el cerrador Kenley Jansen, un mero arrebato que sirve solo para avisar que mañana puede ser otro día. Quizás.
El venezolano Brusdar Graterol hizo su debut en Series Mundiales, en el ínterin, con una entrada perfecta para los ganadores.
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El Clásico de Otoño no está decidido. Apenas van tres choques y la diferencia es de uno. Pero el panorama será muy complicado para Tampa Bay, si cede ante Urías en la cuarta confrontación.
Ojo, no es imposible remontar un 3-1. Los Ángeles lo acaba de hacer. Solo que habría que remontar precisamente contra los Dodgers, no contra los Bravos, y está más que claro que en este torneo los Dodgers han sido, con justicia, con numeritos que lo prueban, la divisa más difícil de 2020.
Ignacio Serrano